El pasado 6 de abril tuve la oportunidad de ver la nueva
película de López Linares, “Hispanoamérica, canto de vida y esperanza”, y según
transcurría recordé una reflexión de Guy de Maupassant a finales del s. XIX
donde decía que escribir con verdad no consistía en transcribir los hechos
servilmente, sino en “dar completa ilusión de lo verdadero, siguiendo la lógica
ordinaria de los hechos”.
Esta idea del escritor francés me ronda con frecuencia porque,
siendo fiel aficionado al realismo en todas las parcelas artísticas y
culturales, considero que a los realistas de talento se les debería conocer
como “ilusionistas” de la verdad.
López Linares es uno de esos realistas-ilusionistas que, con
los saberes del artesano que ha acumulado a lo largo de su larga trayectoria
fílmica, reproduce con fidelidad la eterna ilusión de la verdad siguiendo una estética
ordenación de los hechos.
El elemento que distingue a López Linares y lo convierte en
un creador de época es que consigue imponer al mundo su ilusión de lo verdadero
hasta dar la vuelta como un calcetín a una historia considerada hasta ahora
atroz: la Hispanidad.
¿Cómo logra ese giro copernicano?
Lo hace apropiándose de un objeto a la vez simbólico y
realísimo para, partiendo de los cimientos de la historia de España, hacer
coincidir todos los elementos fundantes (religiosos, políticos, estéticos,
musicales…) con las estructuras mentales que los hispanoamericanos llevan
siglos utilizando como modo de vida tanto en lo cotidiano como en lo
trascendente.
De esta forma, la inicial ilusión de la verdad de López
Linares resulta tan completa que acaba en el redescubrimiento de las creencias
de una civilización que, por fin, entiende que ha sido engañada por sus clases
dirigentes, por sus artificiales Estados.
La particular ilusión por la verdad del director logra
levantar un velo que produce en los espectadores el efecto de que sus
creencias, más allá de demagogias y estatolatrías, se resumen en la palabra
Hispanidad.
Este mecanismo artístico que se despliega en las casi dos
horas de duración del documental tiene lugar gracias a un equipo técnico en
estado de gracia que entiende la ambición de su director. Así, los planos
contrapicados de las bóvedas de los templos son un tratado de teología, el
guionista teje y teje con hilos de múltiples entrevistas hasta rematar un tapiz
colosal, mientras el montaje, de puro elegante, se hace invisible. De la música
no quiero decir ni una palabra porque sería ridículo: vayan al cine y emociónense.
Gracias a López Linares y sus artesanos no es condición para
disfrutar del placer estético del film compartir lo que hemos denominado la
ilusión de verdad de su director.
Ahora bien, sí les anticipo que el recién premiado con la
Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes se rodea de su inseparable “Generación
21-21” para que su ilusión quede bien fundamentada.
Este grupo de historiadores, filósofos, pensadores… actúa
como una suerte de invencible armada intelectual que liquidó la Leyenda Negra hasta
convertirla en un mal tebeo en su anterior documental, “España, la primera
globalización”, para poner ahora la proa a la Hispanidad como proyecto, en el tiempo
histórico de la crisis de los Estados.
En este sentido, la sucinta aportación de Dalmacio Negro (uno
de los pocos españoles intervinientes) dando un mandoble a la dinastía
estatista borbónica, valga la redundancia, prefigura por dónde no debería ir el negocio.
Galvanizada por el propio López Linares a través de sus dos
últimas películas, esta generación merece un último comentario a la luz de su
impacto de largo alcance en el campo cultural a ambos lados del Atlántico.
La intelectualidad de izquierdas ya les adjudicó, desde su
superioridad moral, el lugar de la posición dominada o subordinada por dizque “neocolonialista”.
No obstante, siendo conscientes de que en todo juego la
posición es lo esencial, sus miembros saben que en este momento “finiestatal” estar
en fuera de juego es la única posición que les garantiza plena autonomía.
El debate planteado por el ministro de Cultura de cuota
respecto a “descolonizar los museos”, nos sirve para poner de manifiesto el
contraste en el campo cultural entre las posiciones dominantes estatales y las dominadas,
pero autónomas, de la “Generación 21-21” cuyo eje vertebrador son los
documentales de la productora "López- Li Films".
Con ese enfrentamiento finalizamos como empezamos, esto es, con
la ilusión de la verdad.
Por un lado, la privada de un artista frente a la “negrolegendaria”
del Estado español.
Cuando contemplen la metafísica de la América Hispana que compone
López Linares quizás deduzcan que contiene cien veces más verdad la “illusio” cinematográfica de éste que las ilusorias pretensiones de realidad del cuento
descolonizador ministerial.
Paradojas del arte grande.
twitter: @elunicparaiso