sábado, 30 de septiembre de 2017

Han perdido


5 de julio de 2015. Grecia.


Después de siete días con sus bancos cerrados y de semanas de gigantescas manifestaciones por todo el país, el 5 de julio de 2015 los griegos votaron NO en el plebiscito celebrado para contestar a la pregunta: "¿Debe ser aceptado el proyecto de acuerdo presentado a Grecia por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en el Eurogrupo del 25 de Junio de 2015?".

Según los corresponsales de los medios de comunicación del mundo todo, Atenas explotó esa noche en una gigantesca fiesta. Los gritos de "¡¡¡Hemos ganado, hemos ganado!!!" inundaban la ciudad.

La multitud celebraba la aplastante diferencia de casi 20 puntos obtenida por el 'no', que había hecho realidad la pesadilla de la canciller alemana Angela Merkel y de la Unión Europea, pues el 61,31% de los griegos votó 'no', frente a un 38,69% que marcó el 'sí'.

El triunfo del 'no' fue considerado una gigantesca victoria política para Alexis Tsipras, que cinco meses antes se había convertido en primer ministro al grito de "Acabemos con la austeridad".

Tan es así, que Antonio Samaras, líder de la formación de centro-derecha "Nueva Democracia", anterior primer ministro y uno de los abanderados del "sí", presentaba la misma noche del 5 de julio su dimisión al frente del partido.

"Cuando un pueblo tiene fe y conciencia colectiva puede resistir. Hoy celebramos esta victoria democrática pero mañana seguimos como país unido. Creo en el poder popular", proclamaba Tsipras en un mensaje televisado a los griegos. "Grecia se sentará en la mesa de negociaciones para restituir la estabilidad económica", aseguraba, pero dejando claro que "la restructuración de la deuda es necesaria para la salida de la crisis", sentenció.

"Las negociaciones deben cerrarse muy pronto, incluso en 48 horas", hacía saber el portavoz del Gobierno, Gabriel Sakellaridis. "Haremos todos los esfuerzos por conseguir un acuerdo inmediatamente".

¿Qué ocurrió en realidad?

Seis días después del referéndum el Gobierno solicitó el tercer rescate al Mecanismo Europeo de Estabilidad y presentó una propuesta de reformas tributarias y ajustes al gasto público, que fue aprobado el 11 de julio de 2015 en el Parlamento.

El 13 de julio, los Jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro acordaron la puesta en marcha de la negociación del tercer rescate, recurriendo a la amenaza de una salida de Grecia del euro e imponiendo condiciones de recortes mucho más exigentes que los rechazados en la consulta del 5 de julio.

El primer paquete de reformas que contenía las directrices de la Unión Europea y hacía caso omiso a lo manifestado por la ciudadanía en las urnas, fue aprobado el 15 de julio en el Parlamento con el respaldo de la oposición y el voto en contra de varios diputados disidentes de "Syriza" en medio de gigantescas protestas en Atenas convocadas por los sindicatos.

Una vez comprobado que el Gobierno griego no hacía caso al resultado del plebiscito y se plegaba a las directrices de Bruselas, el 16 de julio el Eurogrupo da su visto bueno al tercer rescate y un día después los países de la UE aprobaron una financiación de urgencia de 7.160 millones que puso fin al "corralito" bancario.

El primer ministro Tsipras hizo cambios en su gabinete sustituyendo a los ministros y viceministros que votaron contra el rescate.

El 22 de julio el Parlamento aprueba el segundo paquete de reformas, en cumplimiento de las condiciones que permitieron que el 28 de julio se iniciara la negociación del tercer rescate griego, que se aprobó por el Eurogrupo el 14 de agosto.

El Memorando de Entendimiento (MoU) del nuevo programa de rescate, incluyó la creación de un fondo de privatizaciones de 50.000 millones de euros, así como la ejecución de una variedad de reformas en recortes del gasto social, el mercado laboral y de servicios públicos, con énfasis en educación, salud, pensiones y salarios. 

¿Y la multitud que celebraba su victoria un mes antes?, ¿la multitud que votó "no" a ese rescate?

Bien, gracias. Pagando impuestos. 



1 de octubre de 2017. Cataluña. 

Esta podría ser la crónica de cualquier medio de comunicación nacional o internacional mañana por la noche:

"Después del plebiscito por la independencia del territorio español, cientos de miles de ciudadanos catalanes (quizá millones) celebran en la calle la victoria. 
Los gritos de "¡¡¡Hemos ganado, hemos ganado!!!" inundan las ciudades y pueblos del "país petit".
Puigdemont reitera lo que ya dijo en el cierre de campaña del pasado viernes: "ya hemos ganado". 
El malvado Rajoy ha visto frustrado sus deseos de impedir que los catalanes voten.
Se ha consumado la revolución de los tractores y de los niños en los colegios electorales. 
El principal partido de la oposición solicita que dimita el Presidente del Gobierno español y los líderes independentistas, a las órdenes de las CUP, se aprestan a declarar de forma unilateral la independencia de Cataluña en 48 horas".
Vamos, lo mismo que lo ocurrido en Grecia en la noche del 5 de julio de 2015.


¿Pero qué ocurrirá en verdad?

¿Habrá más autogobierno?
¿De qué valdrá una declaración unilateral de independencia?
¿Valen los votos de los niños con el puño en alto?, ¿votan los tractores?

El 5 de julio de 2015 me preguntaba qué celebraban los griegos cuando seguían con los bancos cerrados, y hoy me pregunto cuál será el éxito de los indepes catalanes mañana. 

Más desorden, la convivencia rota, más detenciones, las cuentas intervenidas. Frustración popular y vacío político.

¿Victoria? De una multitud impotente.  

En realidad, el ridículo Puigdemont y su Govern lo han perdido todo. 

No cayeron en la cuenta que paralizar el referendo les habría concedido la victoria en la mesa de negociación. 

Les bastaba amenazar con celebrarlo para hacer temblar a sus interlocutores.

Ahora, con el plebiscito de los tractores y los niños consumado, al día 1 le seguirá el día 2, y a la declaración unilateral de independencia más inhabilitaciones de cargos públicos, más intervención de "Madrit".

Con el referéndum realizado el mito del "derecho a decidir" habrá quedado hecho pedazos, pues la realidad demostrará que la muchedumbre no es un factor político. 

El gentío en política debe utilizarse para intimidar ("¡Rajoy, que viene el coco!").

Porque si la amenaza se cumple y llega el temido coco, éste resulta ser un caos de tráfico, ocupación de colegios y la "kale borroka" de las CUP con camisetas del Ché.

La acampada será masiva, pero la independencia está más lejos que nunca puesto que la multitud, una vez se concentra y visualiza, no pasa de bravata, que el enemigo entiende como provocación.

Así, la Unión Europea impuso a Grecia, luego del referendo de 2015, un tercer rescate más duro que el previsto antes del plebiscito.

El 9 de noviembre de 2014 el Gobierno español dejó votar a los catalanes y ganó masivamente que Cataluña fuese un Estado independiente.
Tres años después no ha aumentado ni un ápice el autogobierno.
Por contra,  mañana otro referéndum igual que el de 2014 ha sido declarado ilegal y la Generalitat ya no tiene competencias financieras.
Aventuro que si se produjese un tercero la autonomía de Cataluña dejará de existir por largo tiempo. 

Sí. Por paradójico que parezca mañana, han perdido.


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viernes, 22 de septiembre de 2017

Voluntad de perder

Para Jerónimo Molina, orgullo de la inteligencia política.


Uno de los pocos aristócratas que hacen justicia a la palabra, a la sazón, gran teórico de la democracia política, Dº Antonio García Trevijano, dijo en una ocasión: "leyendo mis antiguos libros me asombro de mí mismo".

Un servidor, aunque haya escrito bastantes artículos en el blog sobre Cataluña, no tiene la capacidad de pasmarse de sí mismo, pero no deja de asombrarme que el tal Puigdemont sea tan majadero, tan rematadamente estúpido.

Hace unas pocas horas, un día después de que un Juez, uno sólo, ordenase la destrucción del montaje burocrático edificado para que se pudiese votar el 1 de octubre, Puigdemont les dice a los suyos por dónde se va al abismo que les tiene preparado junto a la alegre muchachada de la CUP, esto es, dónde tienen que ir a votar.

Lo que me deja estupefacto es que, certificada su impotencia, persista en conducir a sus huestes al despeñadero el mismo día que uno de "los margallo" del Gobierno de Rajoy, el Ministro de Guindos, haya proclamado al orbe entero que le quiere dar al Honorable todo el dinero que le pida. Y dos huevos duros, es decir, la reforma constitucional.

Con el Gobierno autonómico neutralizado, sin Poder Judicial, en la ruina económica y con su policía abriendo paso a la Guardia Civil para que se lleve a los funcionarios detenidos, ¡desde el odiado "Madrit" le ofrecen todo y no lo quiere!

Como ya indiqué años ha, lo más desternillante del caso es que Puigdemont, igual que lo fue Arturo Mas, será arrojado a la cuneta por los más chiflados, por las CUP.

Es la ley del "juego del gallina" que se ofusca en jugar una y otra vez el sonado President.

Allá él.

Dedico tantas letras al ya amortizado Dº Carlos porque las trazas delirantes de su comportamiento explican a la perfección el ridículo "golpe de Comunidad Autónoma": un pronunciamiento decimonónico en una organización política del siglo XXI. 

Anacronismo que sólo se le ocurre a alguien que se pone el mundo por peluquín, y pretende hacer realidad la ilusión de organizar con éxito un golpe de Estado en una parte de un Estado de la Unión Europea.  

¿Pero con qué medios genuinamente políticos cuenta la Comunidad Autónoma para dar un golpe de Estado local, sólo en Cataluña? 

No tiene ni fuerza, ni fuentes de financiación coactivas (impuestos) y no coactivas suficientes. Precisamente, los dos únicos elementos que no pueden faltar en cualquier orden político digno de considerarse Estado.

La prueba es lo ocurrido el pasado miércoles y hoy jueves: sus agentes del orden se cuadraron al primer empujón de la Guardia Civil en funciones de policía judicial, y los funcionarios han cobrado las nóminas porque el Ministro de Hacienda de España lo ha autorizado.

En su haber, disponen de una masa en la calle convencida de que defienden una "justa causa", esto es, los otros son un enemigo despreciable que o se alía o se muere. Y unos medios de propaganda afines tanto en Cataluña como en el resto de España.

Por tanto, el poder autonómico, luego de casi cuarenta años de ejercicio, lo que ha producido es una masa afín y una ideología xenófoba, pero carece de los medios propios del Estado, pues no tiene ni el control del dinero ni fuerza bastante para imponerse a su declarado enemigo. 

Precisamente por su debilidad congénita (al fin y al cabo los últimos acontecimientos ratifican que la Generalitat es un órgano administrativo), quieren formar un Estado en un territorio que ya pertenece a otro por el cómodo e inusual procedimiento de que España les monte o les deje montar el suyo, pues a eso se reduce el nacionalismo periférico: organizaciones privadas (partidos políticos) que quieren que un Estado-nación les dote gratuitamente de un Estado porque afirman merecérselo desde tiempos inmemoriales. 

Para lograrlo su estrategia se ha basado hasta hace escasos días en la irregularidad, han sido una quinta columna incrustada en el Estado. 
Ni dentro ni fuera. 
No estaban totalmente dentro (su objetivo era tener un Estado propio) ni demasiado fuera (pues se trataba de parasitar, raptar sus poderes). La utilización de este método excepcional tuvo indudables réditos. 

Cuando todo es ocultación y sombras el Estado no sabe cómo actuar sin hacer daño a inocentes para evitar los indeseados efectos colaterales. Y por eso prefiere creer en la buena fe de sus "compañeros de viaje" en tantos Gobiernos minoritarios, confía en que las concesiones calmarán al hostil, "y si sale, sale", que diría el monarca emérito.  

El problema surge cuando los sediciosos hacen pública la fecha del referéndum y proclaman las conocidas como "leyes de desconexión". Es cuando la quinta columna tiene que retratarse y se enfrenta directamente al Estado.

En ese preciso momento ya no cabe el disimulo, los responsables tienen cara y DNI, y aunque la dirigencia golpista puede escudarse en la masa, todo el mundo sabe quiénes son.

Y ahí entra el Estado. El Estado del s. XXI.

Es su oportunidad, pues ya sabe a quién dirigirse sin necesidad de poner en riesgo más que a su objetivo.

¿Y cómo interviene?

¿Por la fuerza?

Apenas. A pesar de las sonoras tonterías al respecto de la extrema izquierda y los nacionalistas.

Esa es la audacia del Gobierno de Rajoy, que casi sin querer,  con nula violencia, gracias a la reforma del Tribunal Constitucional de 2015 y al dominio del dinero, ejercita una mínima actividad para demostrar que es capaz de poner fin en muy poco tiempo a toda la falange golpista. 

Las multas de 12.000 euros diarios impuestas ayer por el Tribunal Constitucional a los miembros de la ilegal Junta Electoral catalana, así como la intervención de las cuentas de la Generalitat son un mero aviso a sediciosos.

Los decimonónicos "indepe" hablan de que no se puede encarcelar toda la vida a un pueblo. 
Ignoran que se puede inhabilitar y embargar las cuentas y patrimonio de miles de políticos y funcionarios en escasas semanas. 
¿Y cuántos imbéciles querrán tomar el relevo en la ilegalidad de los neutralizados? 

Por ello, la insistencia de parte de la prensa y de la ciudadanía en exigir la aplicación del artículo 155 de la Constitución que permite al Gobierno sustituir a la Generalitat, ignora que el Estado está demostrando que puede actuar donde considere más útil sin necesidad de que el Senado le autorice qué puede y qué no puede hacer, es decir, sin coste político alguno.

En realidad, la precisión ejecutiva de los medios de actuación de un Estado como el actual, le permite al Gobierno provocar gigantescos efectos de forma aséptica en cuanto el responsable de un acto ilegal asoma la cabeza por el Boletín Oficial de Cataluña. 

Es la microfísica del poder sobre la que teorizó el genio Foucault, consistente en una cirugía eficaz que extirpa sólo lo que quiere, pero con capacidad para extirparlo todo. 

¿Y la fuerza de la calle? -se preguntarán-.

Otro residuo del pasado.

Los dirigentes de la rebelión saben que no pueden chocar contra las Fuerzas de Seguridad del Estado, pues eso deslegitimaría la protesta.

La policía lo sabe y por ello no actuará contra los manifestantes, salvo causa de fuerza mayor, reservándose el novedoso papel de protector de la muchedumbre, que va y viene pastueña de un sitio a otro, siguiendo las instrucciones de sus dirigentes que no saben qué hacer con ella.

Si las leyes físicas nos enseñan que fuerza es igual a masa por aceleración, podíamos decir que la Generalitat tiene una gran masa que no debe acelerar. O lo que es igual, cero fuerza.
Mientras que el Gobierno dispone de una masa inferior, pero suficiente, que puede acelerar a discreción en cuanto quiera. Esto es, toda la fuerza.   

En esa situación política el ganador ya es el Estado, que ha demostrado en horas su casi ilimitada potencia. 

Y la derrotada, paradójicamente, puede ser la Nación española porque su Gobierno no tiene ninguna gana de vencer. 

No obstante, aún hay esperanza para ella: está en manos de la impericia del que se pone el mundo por peluquín, que tiene una descomunal voluntad de perder.

twitter: @elunicparaiso

domingo, 10 de septiembre de 2017

Jueces contra el Pánico

          
              Regreso al blog para aportar una explicación al interrogante más común entre los españoles concernidos políticamente, después de la aprobación por el Parlament de Cataluña de la conocida como "ley del referéndum": ¿por qué el Gobierno de España no suspende la autonomía catalana?, ¿por qué el Ejecutivo no aplica el artículo 155 de la Constitución?, ¿por qué el Gobierno remite el desafío independentista al Poder Judicial? En resumen, ¿por qué Rajoy se escuda en los ropones y no toma decisiones propias?

          El tratamiento institucional a los problemas políticos depende, se quiera o no, de las circunstancias del hombre que tiene que decidir, al fin y al cabo uno como los demás. 

                La retórica de la política difunde la idea de que el estadista es un ser superior, bien por las virtudes de quien ejerce el cargo bien por la majestad que el cargo proporciona a quien lo ostenta. 

                Pero efectivamente eso es retórica, sucedáneo de la religión. Pura mentira. Un cuento para huérfanos de dioses.

                Descendiendo, lamentablemente nunca mejor dicho, al caso que nos ocupa, nuestro Primer Ministro es un hombre como usted y como yo, y las condiciones personalísimas de Dº Mariano son el pánico, el miedo a los Tribunales Penales Internacionales, los auténticos soberanos de la política mundial de un tiempo a esta parte.

                El Presidente del Gobierno de España sabe que el problema catalán se le ha ido tanto de las manos que ya no es una cuestión que pueda resolverse en los despachos, sino que lo hará en la calle, en la pelea.

                Por un lado el Estado y por el otro los que se opondrán a la violencia legítima del Estado, porque la inquietud para el Gobierno no proviene de tal o cual político, sino que reside en la existencia de un foco violento que se opondrá a las Fuerzas de Seguridad que pretendan impedir el referéndum.  

                Y en la batalla eventualmente puede haber víctimas, pues alguno de los sediciosos parecen prestos a inmolarse.

                Ante esta posibilidad cierta el Presidente Rajoy conoce que el choque le tiene perdido de antemano, pues sabe que las autotituladas "víctimas" disponen del arma vital: los Tribunales políticos de toda condición, desde los distintos Tribunales Penales Internacionales hasta la Audiencia Nacional española que se arroga jurisdicción universal sobre determinados delitos.  

          Cuando el hombre Rajoy sabe que el Presidente del Gobierno de España ya está designado por los moralistas disfrazados de jueces como el chivo expiatorio de la colisión inevitable en Cataluña, resulta humano que sienta horror.

          "Si no quieren negociar y sólo me queda la fuerza, ¿cómo podré evitar ser juzgado por utilizarla?" -se habrá preguntado tantas veces-.
             
           Y siempre se habrá respondido algo similar a esto: "dado que seré condenado por dizque jueces, mi defensa será que actué al amparo de múltiples decisiones judiciales, las del Tribunal Constitucional de mi país".
       
         Es el espanto y la angustia de un hombre que se sabe acorralado por los justicieros que ven, pero sólo lo que quieren, lo que explica que un Gobierno entero no se mueva hasta que no se lo diga un togado.

                El caso catalán es una prueba más de que la política clásica, el sabio juego de la persuasión y la fuerza, ha desaparecido.

          Sólo quedan locos, moralistas y Tribunales donde se refugian más moralistas.   

         A este respecto, existe una asociación profesional de magistrados cuyo nombre poético, "Jueces para la Democracia", es una declaración de quién manda. 
           
          Supongo que más pronto que tarde surgirá otra con una denominación no menos lírica ni menos realista: "Jueces contra el Pánico".

         A ella se encomienda un hombre atemorizado, todo un Presidente del Gobierno.

             
Coda futbolera:
Hasta hace unos pocos años el club de fútbol Atlético de Madrid era conocido como el "Pupas", que dispone de un castizo himno debido a Joaquín Sabina en el que detalla el porqué de semejante apodo.
El relevo del "Pupas" lo ha recogido nuestro Poder Ejecutivo, más conocido como Gobierno de España.
Lo que no ha cambiado es la letra del himno: ¡Qué manera de aguantar!, ¡qué manera de palmar!, ¡qué manera de sufrir!
              
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