El Estado es criticado por la derecha liberalia que lo considera su enemigo por ocuparse de todo lo que podía hacer, libremente, la iniciativa privada.
No obstante, yo me pregunto qué hace, qué lleva haciendo el Estado desde que terminaron los fastos del año 1992.
Desde la reconversión industrial del olvidado Solchaga el Estado ha pasado de ser un Estado de Obras (Gonzalo de la Mora, dixit) a un Estado de Destrucción, acelerándose de forma vertiginosa los estragos durante el último lustro (en España y en los países de nuestra área cultural) pues ni los pantanos van a quedar.
Por tanto, el Estado, faro y guía de la izquierda keynesiana, parece estar un poquito "averiao", como diría el solicitante de indultos para los suyos, Alfonso Guerra.
Hace tiempo que dejó de ser el Leviatán hobbesiano que garantizaba unidad y seguridad, para convertirse en un remedo del coche eléctrico: está, pero no anda porque tiene un problema con la batería.
Los indicios de que el Estado "no tira" están a la orden del día: no puede o no quiere defender las fronteras, la seguridad pública es puesta en cuestión por maras, la administración de justicia está colapsada, es incapaz de fomentar la natalidad, pero incentiva la muerte (desde el aborto a la eutanasia) no garantiza la propiedad privada, no controla la inflación que empobrece al pueblo (aunque reparta dinero que pierde rápidamente su valor) carece de moneda propia, vive de prestado mientras aumentan cada año sus deudas...
Podemos decir sin temor a equivocarnos que el Estado ha alcanzado su más alto grado de miseria: el Estado Inútil.
No obstante su ineficacia, se preocupa de que los ciudadanos no puedan hacer nada sin su permiso. Los ejemplos no hace falta ni mencionarlos, pues no existe ninguna actividad económica ni social que no sea regulada y gravada por el Estado.
Se sabe tan inútil que neutraliza la libertad por temor a que el pueblo descubra que puede vivir sin él.
La cuestión es que el binomio diabólico inutilidad-neutralización tiene una consecuencia bárbara: volvemos al estado de naturaleza prehobessiano (anterior al Estado).
Siguiendo con el símil, que el Estado sea un gigantesco almacén de coches eléctricos sin batería, al tiempo que no permite circular más que a coches eléctricos, provoca un desorden de tal calibre que el control del territorio queda en manos de la nuda voluntad de poder, esto es, Mad Max.
Veamos.
¿No se respeta la propiedad privada y no te puedes defender?, pues la ocupación de viviendas alcanza legitimidad social.
¿No se respetan las fronteras?, pues la inmigración ilegal se convierte en un negocio altamente lucrativo.
¿Las Fuerzas de Seguridad del Estado están desautorizadas y sigues sin poder defenderte?, pues las maras imponen su ley en las calles.
¿No se puede despedir a trabajadores y se ponen trabas a la contratación?, pues aumenta el paro y se desincentiva la inversión.
En suma, que el Estado ha tocado suelo es una evidencia, y por ende, el estado de naturaleza ya es un hecho consumado.
Los papafritas que desgobiernan tienen una solución: convertir la inutilidad del Estado en virtud. O lo que es igual, si no tienes calefacción es por el bien de Ucrania y de la sostenibilidad del planeta, y si no tienes nada porque el Estado te lo quita o lo destruye, serás feliz.
Yo propongo otra alternativa y no es otra que levantar un Nuevo Leviatán porque el Estado ha muerto.
Para ello, la primera tarea sería abandonar por un tiempo los sueños políticos (el imposible principio de representación) y recuperar el derecho (el principio de responsabilidad).
twitter: @elunicparaiso