domingo, 7 de febrero de 2021

Corporaciones Políticas Criminales (CPC) dolarización y Franceschi

 

La masiva intervención de los Estados en la economía de los países está provocando en muchos de ellos la pobreza de sus poblaciones y el enriquecimiento de las élites políticas y de los "empresaurios" que viven de ellas.

El descontento social tiene raíces económicas, pero los problemas traen causa de los Estados que controlan tanto la regulación de las actividades privadas como gran parte del aparato productivo, incluyendo en éste a los funcionarios y a los trabajadores agrupados en sindicatos de Estado.

Por eso las protestas de los sectores populares que quedan fuera del reparto del pastel ya no se producen contra los patronos, sino contra los políticos, a los que se asocia como responsables de la ruina de empresas y particulares.  

No vamos a detallar los cientos de procedimientos estatales de depauperación.

Vamos a centrarnos en dos consecuencias vinculadas a sus políticas económicas que están en el origen de la nueva forma política que sustituye a los Estados fallidos del siglo XX: las Corporaciones Políticas Criminales (CPC).

La primera consecuencia es la destrucción de las monedas nacionales, cuyo poder adquisitivo se reduce día a día debido a la depreciación que sufren por la intensiva emisión ordenada a sus Bancos Centrales. La inflación liquida las monedas nacionales como instrumento de intercambio de bienes y servicios. A modo de ejemplo, piensen que una barra de pan puede valor hoy decenas de miles de pesos, pero mañana subirá de precio. 

La otra es la dolarización "de facto" de la economía. Dado que las monedas nacionales pierden su valor, los ciudadanos que pueden se lanzan en busca de otras que sí lo tengan, siendo el dólar la moneda mayoritariamente elegida.  

La desaparición de la moneda propia y la dolarización del sistema económico, forzada por el pueblo consciente de su servidumbre, pero impotente; son las pruebas del nueve de los Estados fallidos, cuyas castas eligieron mudar en Corporaciones Políticas Criminales (CPC) antes que marcharse y desaparecer.

Pero en semejante contexto el problema para el pueblo radica en cómo adquirir dólares en una economía destruida donde la casta político-criminal es la única que puede conseguirlos con facilidad.

Las remesas de los que han huido del país y la participación en las actividades ilícitas controladas por la clase dirigente son las principales vías. 

También pueden ingresar dólares si aún mantienen un sector exportador de materias primas o atraen turistas. Pero parece obvio que las exportaciones serán fagocitadas tarde o temprano por el hampa político y que la inseguridad propia del crimen desincentive el interés por visitar estos lugares.

Además, el riesgo de contagiarse provocará que los Estados impongan "cordones sanitarios" a las Corporaciones Políticas Criminales (CPC) con lo cual quedarán al albur del crimen (narcotráfico, estraperlo...) como motor económico del territorio, pues sin posibilidad de cálculo económico y sin seguridad jurídica la creación de riqueza por medio de la producción de bienes y servicios resulta una quimera.

El retroceso de la civilización que supone pasar de los Estados a las CPC se puede comprobar en países como Venezuela o Argentina, curiosamente dirigidos por adalides de la "justicia social" y la "igualdad" (mis cojones treinta y tres) donde la patrimonialización por la oligarquía de los preciados dólares es la única ley.

Pero la política siempre se venga.

Y en el caso de las Corporaciones Políticas Criminales la venganza la trae la propia dolarización de la que pretenden beneficiarse en exclusiva: "¡dólares para todos!" será el fantasma que recorrerá los palacios gubernamentales de las CPC.

Un grito que desnuda por sí solo todo el relato propagandístico de los ladrones que buscan su impunidad en una ideología edificada dizque "para el pueblo", pero que el pueblo rechaza de plano, empezando por repudiar la propia moneda nacional y terminando por obligar a sus dirigentes a convertirse en delincuentes internacionales para rapiñar los dólares del considerado por ellos "satánico imperio USA".    

El político venezolano en el exilio Alberto Franceschi, ex-izquierdista, admirador de la obra histórica de la Hispanidad, de la Escuela de Gustavo Bueno y fiel seguidor de Antonio García Trevijano; pero sobre todas las cosas opositor tanto del régimen chavista como de la oposición (MUD) que lo sustenta, ha entendido la naturaleza de las CPC y ha lanzado un desafío que le otorga la victoria antes de empezar: el pueblo debe organizarse para pedir sus salarios en dólares.

Desde el más pequeño distrito, desde la empresa más sencilla, la reclamación unitaria que el movimiento político del señor Franceschi pretende liderar, consiste en que el pueblo exija a la casta criminal que todos sus ingresos sean pagados en dólares de los Estados Unidos de América. 

La reivindicación universal de la dolarización del sistema económico marcará el punto más alto de ilegitimidad de las Corporaciones Políticas Criminales (CPC) 

¿No presumen de democracia los líderes delincuentes?

Pues la democracia en sus CPC comienza y termina en la democratización de los dólares.

¿Qué opinará la ya dolarizada MUD?

¿Boicoteará la democratización del dólar?

No hay vuelta atrás. 

¡Enhorabuena, señor Franceschi!  


twitter: @elunicparaiso