Érase una vez una muchacha muy bonita que tenía un novio rico con el que decía ser feliz.
Un día, esa muchacha tan, tan feliz decidió enviar un whatsapp diferente al chico más apuesto de su club social diciéndole que en el último encuentro que habían compartido se había quedado con las ganas de mirar un rato largo esos ojos verdes.
El mensaje revolucionó al receptor, pues aunque desde hacía mucho tiempo era perfectamente consciente del atractivo de la señorita, él tenía una familia estable y jamás se hubiera atrevido a iniciar un acercamiento con una beldad con "contrato en vigor".
Los efectos devastadores que su bomba había provocado en el joven no le pasaron desapercibidos, y lejos de amilanarse volvió al ataque para normalizar la situación excepcional que ella había desencadenado: "¿no se puede decir a un hombre que tiene los ojos bonitos?", "¿pasa algo?".
A la mañana siguiente, y para zanjar cualquier duda, el chico de los luceros tiernos tenía otro mensaje en su móvil.
En este caso era el célebre tema "Entre dos aguas" de Paco de Lucía.
El muchacho contestó con un rotundo "lo he entendido y estoy dispuesto a participar del juego porque me has hecho confiar en mis posibilidades".
Desde entonces, la preciosa chica y el chico guapo vivieron entre dos aguas, pero con múltiples olas de variada intensidad.
La fémina se hacía querer, pero cuando el acercamiento del muchacho empezaba a crear tensión en su entorno y en sus convicciones, ponía distancia, frenaba, pues a fin de cuentas ella sólo estaba cómoda en misa y repicando.
Mientras, el agraciado por el interés de la bella disfrutaba de su vida de soberano, pero no perdía de vista a aquélla que le había hecho el guiño decisivo.
Transcurría el tiempo y la relación no terminaba de consumarse, a pesar de sus constantes intentos y de lo maravillosos que resultaban unos breves encuentros que hacían soñar con una dicha incomparable en el supuesto de que aquello terminase felizmente.
No obstante, la melancolía le hacía preguntarse por qué, por qué tenía que seguir luchando por un vínculo lleno de dudas e indecisiones, por qué tenía que aceptar vivir entre dos aguas cuando ella ya le había dicho que él era el océano, por qué tener que convencer a la otra parte de lo conveniente de estar juntos cuando fue ella la que provocó todo con aquello de "me he quedado con las ganas de mirar un rato largo esos ojos verdes".
Era inútil. Había caído en la celada y vivir sin ella se le hacía muy cuesta arriba.
Seguía siendo querido y conservaba su encanto, pero aunque su cabeza le decía que se olvidara de una muchacha que había venido para quebrar su orden y que no necesitaba, su corazón iba por otro lado y le repetía constantemente "o ella o ninguna".
Aquello terminó como estaba escrito.
Entre dos aguas acabó en un charco de fango.
El muchacho que apuró hasta la hez la provocación de la chica guapa fue traicionado por ésta, que sin embargo afirmaba sentirse inocente porque nunca se comprometió.
¿Inocente?
¿Entonces a qué venían aquellos mensajes encendidos, los abrazos furtivos, esas ráfagas de amor?
Aun así, el final le trajo la calma, el recuerdo pasajero de unos besos que fueron inolvidables y la sabiduría de que hay que rezar para que los sueños no se cumplan.
El novio rico, rico terminó en un marasmo desquiciante, pues aunque se ufanaba de haber conservado a la beldad, el precio fue vender su alma a la bruja.
¿Y la bruja?
Pues como siempre, las brujas son las primeras y las últimas víctimas de la brujería.
twitter: @elunicparaiso
Buenos dias
ResponderEliminarAhy, el principe, o princesa como quiere Ud. llamar en su fabula
Pudo escoger entre la pasta gansa, y la leyenda
Y prefirio la pasta gansa
Solo, ya nos podemos imaginar como se administra una corte en donde el armiño, las joyas, los oropeles, son siempre para el mismo. Y en lugar muy proximo a la casa de campo de Maria Antonieta
Saludos
Jose
Buenas tardes
ResponderEliminarAyer se vio que la vieja guardia, la de los 5 titulos, tendra que retirarse con respeto a los honores, y que hay relevo.
Y el principe se va a perder pertenecer y seguir la Leyenda
Saludos cordiales
Jose