En un blog dedicado al paraíso era
inevitable que un día hablásemos del amor.
Si la felicidad es decir la verdad del sentir inmediato, hoy les traigo una breve poesía de un místico anónimo que tuvo que ser feliz, entendiendo por místico el testigo presencial, el que no ha necesitado aprender ni conocer de libros o de maestros porque ha tocado la cosa de la cual habla.
Nuestro autor incógnito sintió el amor
porque consiguió habitar junto a él y nos lo cuenta.
Y lo que descubrimos es un momento de gozo
que apenas se sostiene dentro de un mínimo espacio y un brevísimo tiempo.
Pero a pesar de introducir un tiempo
triste por escaso, el místico se anticipa a las trampas de la vida y a la
angustia de la pérdida, situándose en la memoria del encuentro amoroso para
vivirlo como eterno presente a fuerza de volver a sentirlo una y otra vez.
Gracias a él recuperamos las intuiciones
de Platón y de los románticos: que el pensar es el pariente pobre del sentir y
que el alma no conoce sino que recuerda.
Lo que a continuación pueden leer es un
testimonio de primera mano de que, a pesar de su efímera existencia o
precisamente por ella, el amor no es imposible.
El silencio es de quien lo
escucha
En el silencio de lo que no me dices
pugnan dudas, misterios y ardides
burbujas púrpuras y enemigos hostiles
En el tiempo pequeño donde no me quisiste
brillan lunas perfectas para corazones que no saben estar tristes
y mi júbilo infinito por lo que, sin saber el motivo, me diste
En el silencio de lo que no me dices
se esconde el enigma de por qué te fuiste
y la explicación del amor fugaz
que se siente como si fuera el único amor de verdad
En el secreto de lo que no me dices
en el tiempo pequeño del que huiste
estaré tejiendo millones de veces esta página inacabada
como recuerdo precioso de mis citas con un hada que fumaba
twitter: @elunicparaiso
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