lunes, 7 de octubre de 2019

La Isla del Tesoro no está en Lampedusa



En otro fabuloso libro, uno más, del profesor Jerónimo Molina Cano (Blanca, Murcia, 1968) aparece esta frase: "vivir de la culpa de otro es el modo más bajo de vivir a costa de los demás" (Contra el "mito Carl Schmitt". Espuela de Plata, 2019).

Del mismo libro la siguiente perla: "la dignidad del pensamiento político es la fidelidad al pensamiento mismo, lo que significa explicar con las mismas categorías la gloria y el infortunio, la corte y el ostracismo".

Sirvan estas frases introductorias, pero creo que definitivas, para desterrar el sentimentalismo y a los que viven de él al sitio que les pertenece, esto es, "al plano subintelectual de la política".

Dicho lo cual, podemos dejar a los periodistas de televisión a bordo de los "Open Arms" de la vida recitando a las tres y a las nueve de cada día la balada patética de los filibusteros, (pero no las hazañas en tierra firme de sus "mejores" clientes), y dedicarnos al análisis político del eterno conflicto entre los poderes continentales (epirocracia) y los marítimos (talasocracia), representado hoy por ex Ministro del Interior italiano Salvini y las flotas piratas del mundo 2.0.  

Hablo de conflicto porque la lucha por alcanzar el "puerto seguro" que los capataces de las ONG consideren "seguro", y la decisión irrevocable de Salvini de no concedérselo, fue una auténtica batalla marítimo-terrestre, un combate entre dos elementos en continua tensión: la tierra y el agua.

En realidad, todo empieza por la naturaleza líquida del mar, pues si el refranero dice que no se pueden poner puertas al campo, ¿quién puede ponerlas al Mediterráneo?

La libertad de los océanos garantizada por el carácter ingobernable del agua es el elemento que ampara cualquier irregularidad, pues sin el libre albedrío que proporciona el medio acuático jamás habría habido piratería. Dicho de otra manera, los bucaneros son una creación del mar, no un invento inglés.

Siguiendo con esta idea, son las propiedades físicas del elemento agua las que crean un derecho marítimo basado en el principio de la libertad pues, a pesar del avance de la técnica, es más difícil  hacer cumplir las normas en el agua que en el medio terrestre.

En fin, mar y emigración ilegal van de la mano. Y mar y romanticismo también, ¿pues acaso hay algo más sentimental que un barco flotando libre en busca de un mundo mejor para sus pasajeros?

Por eso los políticos que defienden el espacio terrestre no tienen nada que hacer frente al sentimentalismo que genera la visión de los emigrantes en pateras o transportados por organizaciones "sin ánimo de lucro" (la guinda del mar de azúcar).

Pero muy mal (o muy bien) debe estar la cosa cuando el romanticismo empieza a perder la partida frente a la realidad de las normas que dividen y organizan la tierra, pues si el mar impone la libertad, el elemento terrestre obliga a la ordenación del espacio.

Si antes constatábamos la evidencia de que al mar no se le pueden poner puertas, ahora tenemos que decir que el orden que crean las parcelaciones y los muros hace buenos vecinos.

La tierra no sólo permite por sus condiciones físicas el reparto y la ordenación, sino que lo exige para hacer posible una vida segura según las normas que se otorguen los habitantes-propietarios de cada pedazo espacial.

Por tanto, el equilibrio inestable entre dos elementos tan distintos como el marítimo y el terrestre se rompe cuando se quiere imponer el estatuto de la libertad del mar a las normas que organizan la vida en tierra, pues en estos supuestos la lucha debe resolverse a favor de las determinaciones de uno de los dos elementos: o gana la tierra (impone la ley de cada territorio) o gana el mar (exigiendo que la única norma de la tierra sea la libertad del mar).

La tensión entre estos dos elementos es lo que motiva la aparición de potencias continentales (epirocráticas) y oceánicas (talasocracias).

Un ejemplo concreto de la eterna batalla sería la guerra del opio que mantuvieron China y Gran Bretaña en el s. XIX.

La talasocracia británica que gobernaba los océanos sin otro título de ocupación que la libertad del mar, creía tener la misma libertad en tierra para introducir el comercio del opio en China.

Por contra, la epirocracia china quería imponer su soberanía negándose a ese tráfico en el territorio bajo su jurisdicción.  

Ganaron los británicos, es decir, ganó la libertad de comercio frente a las leyes del país del continente asiático. 

El ejemplo paradigmático de la lucha entre la tierra y el mar en el s. XXI es, ¡quién lo iba a decir!, el poder talasocrático de los piratas "humanitaristas" que comercian con personas, frente a los indecisos poderes epirocráticos de los Estados-Nación del continente europeo. 

La victoria era hasta ayer de la talasocracia bucanera, que quiere imponer a los decadentes e indecisos países de la Unión Europea la libertad de las ONG para desembarcar a cuantas miles de personas quieran en los "puertos seguros" que ellos elijan.

Hasta que llegó Salvini, que ni siquiera era Primer Ministro, Jefe de Gobierno o Presidente, (ni falta que le ha hecho) para imponer el "nomos" de su tierra a los piratas del mar, esto es, los puertos y el resto de territorio italiano son de soberanía de Italia y no pueden desembarcar libremente a las personas que lleven a bordo.

Por primera vez en mucho tiempo, un poder terrestre venció a otro marítimo.

Hablo de victoria (a pesar de que la Fiscalía de Sicilia ordenase que el barco atracase en puerto italiano) porque Salvini obligó a los piratas del mar a poner "los pies en la tierra", a olvidar las fantasías románticas en las que amparan su comercio de personas, y aceptar el realismo de la política, que no consiste en el control de los cuerpos (Estado del Bienestar o tráfico de personas), sino en garantizar la seguridad de un espacio donde los hombres puedan organizarse y vivir en libertad con arreglo a sus normas.  
Salvini fue el malo, por supuesto.

Tan malo como los niños que anuncian a otros niños que los Reyes Magos no existen, pues Salvini no deja de ser el político que les ha descubierto a los mayores henchidos de sentimentalismo (y a los piratas) que la Isla del Tesoro no está en Lampedusa. 

Quizá los niños que descubren la verdad a otros sobre los Reyes de 
Oriente no lo hagan por motivos altruistas, y seguramente Salvini actuó por electoralismo.

¿Y?

Porque si actuó por electoralismo perdió.

Sin embargo, su victoria política resultó (y resultará) incuestionable.


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lunes, 16 de septiembre de 2019

El "Cártel de Malthus".


La crisis demográfica europea, que era una evidencia premeditadamente guardada en el armario durante decenios, por arte de birlibirloque ya es noticia de segunda página en los medios de comunicación, pues el "trending topic" se lo lleva el "calentamiento global", obra del peligroso y machista, valga la redundancia, hombre.

No obstante, ¿podemos llamar al actual decrecimiento de la población, por ejemplo en España, crisis demográfica?
¿Acaso puede considerarse el descenso de la natalidad una política de Estado desde la muerte de Franco? Porque si fuera así no cabría hablar de crisis demográfica, sino de éxito del Estado malthusiano, del Estado obstaculizador de la natalidad.

Debemos a Thomas Malthus (1766-1834), clérigo y demógrafo inglés, los principios esenciales de la población. Quizás el más famoso sea este: los medios de subsistencia crecen en progresión aritmética (3+3 = 6) mientras que la población lo hace en progresión geométrica (3x3 = 9), si no encuentra obstáculos.

Centrémonos en éstos últimos.

Malthus los divide en su "Primer ensayo sobre la población" en positivos (sic) o represivos (guerras, epidemias, vicios, miseria) y en preventivos (miedo ante las dificultades que supone el mantenimiento de una familia).

Dando un salto desde Malthus a la modernidad, podemos comprobar que todos los obstáculos al crecimiento de la población están mal vistos. Por supuesto las enfermedades y la pobreza.
También la abstinencia sexual. Pero sobre todo las guerras, aunque sobre las guerras en la periferia se haga la vista gorda.
Ahora bien, que se repudien no elimina un elemento objetivo: sin obstáculos, la población crece de forma desmesurada.

Por tanto, los llamados Estados del Bienestar arbitran una serie de medidas aceptadas por la ciudadanía para evitar la expansión incontrolada de la natalidad: aborto, prohibición de la poligamia, esterilidad voluntaria, prácticas eugenésicas.
Son soluciones a la superpoblación que el Estado hace pasar por "instituciones civilizatorias" porque excluyen la violencia en todas sus formas (guerra, hambre, explotación, emigración por causas económicas o políticas) e introducen el deseo y la voluntad individual como factores necesarios para su puesta en práctica.

Si el control numérico de la población fue siempre una de las funciones del Estado, lo que resulta novedoso es que lo haga sustituyendo, por ejemplo, los efectos de las guerras (eliminación forzosa e intensiva, sobre todo, de hombres jóvenes) por políticas que tienen los mismos resultados, pero que sin embargo provocan la sugestión de que el Estado es el proveedor y garante de un mundo feliz, indoloro, "cool".
Lo que en principio puede parecer ciencia ficción, esto es, que la misión malthusiana (controlar la natalidad y reducir la población) del Estado encuentre a sus propios habitantes como cooperadores entusiastas y agradecidos; se convierte en evidencia cristalina gracias a dos elementos.

El primero es un imprescindible libro que será reseñado en otros artículos, titulado "Gaston Bouthoul, inventor de la Polemología",  Centro de Estudios Constitucionales, Premio "Luis Díez del Corral", 2017, del que es autor el que me atrevo a decir es el mejor escritor político español, el profesor Jerónimo Molina Cano, y del cual se extrae, entre otras, la conclusión de que el arte de organizar lo social es el arte de organizar la hipnosis de las masas, pues sólo así se puede explicar que el pueblo considere su autodestrucción supervisada por el Estado un triunfo de la libertad individual.

Y el segundo una serie de datos que no se incluyen en el libro del maestro Jerónimo, pero que refrendan el acierto de la hipótesis de Gaston Bouthoul respecto al potencial sugestionador o hipnótico del Estado: el Imperio, esto es, EE.UU., tenía en 2016 según datos del Cirujano General de la Nación, 27 millones de adictos a las drogas y 66 millones de alcohólicos. De mantenerse las tendencias actuales uno de cada siete estadounidenses enfrentará un problema con las adicciones en el curso de su vida.
En 2016 murieron 63.632 personas por sobredosis de droga, un 21% más que el año anterior, pero entre éstas muertes no se contabilizaron las causadas por accidentes laborales o de circulación debidos a estar bajo los efectos de las mismas, la violencia generada por el uso y tráfico de estupefacientes y las enfermedades derivadas de su consumo.
Los fallecimientos por la epidemia causada por las drogas supera en mucho las bajas en todos los conflictos bélicos en que ha intervenido EE.UU. luego de la Guerra de Vietnam.
No obstante, únicamente el 10% de las personas con problemas de adicción reciben algún tipo de tratamiento, y sólo en 2017 se produjo la autorización del uso del cannabis con fines no médicos (lúdicos) en nueve estados de la Unión y el Distrito de Columbia. Es decir, el Estado del país más poderoso de la Tierra no tiene ánimo administrativo ni político de que la epidemia se extinga porque, en todo caso, se trataría de un problema "recreativo" al que hay que dar curso legal.

Las consecuencias del reconocimiento por parte del Estado de que el consumo de drogas (y de analgésicos derivados del opio y de sedantes hipnóticos y de antidepresivos como el prozac...) es un derecho individual a la felicidad, a la muerte digna, sin dolor..., no deja lugar a dudas: en 2015 y 2016, por primera vez en 50 años, EE.UU. experimentó reducción en la esperanza de vida de sus ciudadanos.

El clérigo Malthus no podía imaginar la cuadratura del círculo: la eliminación masiva de la población por obra de la propia población en nombre de su libertad individual, y a través de comportamientos que considera lúdicos; con la garantía jurídica del Estado y la supervisión técnica de sus servicios públicos de salud.

¿Estado del Bienestar? 

Creo que se ha ganado otra denominación más precisa: "Cártel de Malthus". 

¿Crisis demográfica en el Estado del Bienestar?

Todo lo contrario: máxima rentabilidad y eficiencia del cártel malthusiano.


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lunes, 17 de junio de 2019

C´s y la Liga del "Juego del Gallina"




         Los vaivenes de C´s en torno a futuras alianzas electorales están creando preocupación en los partidarios de impedir un nuevo Gobierno de Sánchez.
         El hecho de que Valls quiera distanciarse de VOX en aras a un acuerdo con el PSOE, abre una supuesta grieta en el bloque de la derecha de cara a la posibilidad de un cambio gubernamental.

         Sin embargo, creo que la posición de C´s, sin juzgar si es o no acertada, tiene su origen en una estrategia política que va más allá de las contiendas electorales de los próximos meses y que se basa en dos hechos incuestionables.

         El primero es la experiencia del propio Valls respecto a lo ocurrido con su antiguo partido en Francia: el PS ha desaparecido.

         El segundo dato del que parte C´s es la guerra civil dentro del PSOE provocada por Sánchez en 2016 al unir su destino personal y el del partido a los nacionalistas de todo rango y condición, incluidos los "nacionalistas extranjeros" de Podemos.

         La conclusión que extraen los estrategas de C´s de estas dos referencias es que pueden ocupar el gigantesco espacio que en el centro deja el PSOE.
        
         Entienden que es una oportunidad histórica porque la situación del país es insólita al estar dominada no por partidos moderados, sino por dos minorías que han consolidado en torno suyo dos bloques mayoritarios.    

         Esta es la novedad.

         Hasta hoy, las minorías nacionalistas o de izquierda aceptaban el juego político con los partidos centristas sin ánimo de ser ideológicamente hegemónicos.
         Ahora es al revés, pues la minoría intransigente catalana ha logrado que el centro izquierda español termine mimetizándose con ellos de tanto asimilarse para conseguir su apoyo. 
         Y como toda acción crea su reacción, el hasta ahora minúsculo y extraparlamentario VOX ha provocado un cambio radical en la composición de listas electorales y en el discurso ideológico del Partido Popular, la primera agrupación política en las todavía vigentes Cortes Generales.
         Dos minorías que se desprecian conformando dos mayorías, esto es, un conflicto perfecto, pues éste puede definirse como "la relación social determinada por la exclusión del tercero" (Julien Freund).

         Y en el medio, C´s, quieto, atrapado entre el pasado que añora (un PSOE con "sentido de Estado") y el futuro que no termina de convencerle (un VOX decisivo). 

         Pero en ese inmovilismo aparece su oportunidad, pues con el desplazamiento del PSOE hacia el bloque secesionista, presumiblemente quedará sin representación un gran número de votantes de centro izquierda.  

         En las actuales circunstancias C´s tiene en teoría dos alternativas: ser equidistante entre la derecha y el PSOE, o disputar a éste su electorado potencial para ser el partido mayoritario en el centro-izquierda. 
         En cualquiera de las dos supuestos deben marcar distancias con PP y VOX. Desde este punto de vista se entiende su intento por separarse y diferenciarse de la derecha declarada.    
         Pero con respecto al PSOE deben decidir si confraternizan con él para atraerle al centro, o si aspiran a sucederle.  

         Rivera, Arrimadas, Valls, han de elegir entre ser la bisagra del PSOE o sus herederos. 

         Las próximas elecciones quizás les ayuden a despejar la incógnita, dado que si C´s supera al PSOE éste quedará convertido en una fuerza residual, diluido entre las mareas nacionalistas y de extrema izquierda.

         No obstante, sea cual fuere el resultado del más inmediato carrusel electoral, optar por salvar al PSOE prestándole su apoyo en un eventual Gobierno sería un suicidio a medio plazo porque, en realidad, C´s no tiene más que una alternativa: sustituir a un Partido Socialista dirigido por un Secretario General convencido de que su supervivencia depende de que sea capaz de convertir a España en un Estado confederal.

         Afirmar que C´s se aplicaría un harakiri si auxilia a un PSOE carcomido por las taifas propias y ajenas no es una opinión del que escribe, sino una verdad a priori del tipo "una línea recta es la distancia más corta entre dos puntos", puesto que la alianza con los secesionistas y los "nacionalistas extranjeros" de Podemos supondría una sucesión de partidas del "juego del gallina"* donde ya se sabe quién gana y cómo termina.

         En este sentido, sin entender que el país vive desde la proclamación de la Constitución, año a año, legislatura tras legislatura, su Liga del "Juego del Gallina" no se comprende lo que nos ocurre y por eso seguimos corriendo en círculos.   
        
         El del "gallina" es el juego del puro enfrentamiento, donde el triunfo se consigue no cooperando, sino todo lo contrario. El vencedor logra sus objetivos mostrando al otro que él no cooperará en absoluto aunque ello le cueste caer por el despeñadero, lo que provoca que su contrincante decida perder el juego (modificar su política en beneficio del intransigente, renunciar a sus principios) a cambio de salvar su vida (continuar en el Poder) y la de su "amigo inamistoso".  
         Un ejemplo.
         A la oferta de diálogo de Sánchez, Torra le contestó con un listado de veintiún puntos que liquidan la Constitución y la soberanía nacional.
         Sánchez le dijo que no podía concedérselos y Torra le comunicó que se iba a suicidar, que no frenaría el coche que corre en dirección al abismo.
         Para evitar que Torra cayese al precipicio y le arrastre a él, Sánchez en su vehículo gubernamental siguió corriendo tras el bólido conducido por el alienado de la Generalitat y le ofrece a la desesperada la figura del "relator", que supone internacionalizar el problema, mostrar la existencia de dos soberanías en conflicto. El sueño "indepe".
         Pero el juego continúa, los dos coches siguen rectos hacia el precipicio, pues Torra lo quiere todo o se despeñará, y Sánchez quiere evitar que se mate porque él irá detrás.
         Resultado de este partido: en el último momento, Sánchez se tira del coche en marcha antes de que éste caiga al abismo, es decir, retira su oferta del "relator", y Torra cumple su promesa de suicidarse hoy (y resucitar con más fuerza mañana) obligando a Sánchez a convocar elecciones. 
         Sánchez ha perdido la partida del "juego del gallina", como lleva ocurriendo con todos los Gobiernos desde la Transición en sus relaciones con los nacionalistas periféricos.

         Por una falta de comprensión del juego, Sánchez ya ha comunicado que aceptará volver a jugarlo con Torra o con el que le sustituya, después de las próximas elecciones generales, manteniendo la esperanza de que éste premiará su empatía y le sostendrá.
         ¡Qué error! pues la mera pretensión de reiniciar el juego legitima al racista y sus fines. Su repetición le sirve al suicida para demostrar que se puede ser irresponsable sin que pase nada, sin que tenga el menor coste para él. Al contrario, el juego se retoma siempre desde posiciones aún más absurdas que las que quedaron planteadas en la última partida.  
         Este es el motivo por el que el premio a la primera Liga del "Juego del Gallina", celebrada a finales de los años 70 del siglo pasado, fuese la Autonomía; mientras que cuarenta años después el trofeo es la Independencia.
         Por la misma naturaleza del juego, el más irresponsable siempre lleva la iniciativa y siempre gana, porque a pesar de la proximidad del precipicio, la constante presencia del fanático garantiza que volviendo a jugar siempre avanzará un poco más en su objetivo, sin riesgo alguno para su proyecto ideológico porque su rival, el Gobierno de España, le rescatará cuantas veces sea necesario para volver a jugar "al gallina", pues le necesita para tener una mayoría parlamentaria y los "indepes" sólo aceptan pactar utilizando este diabólico procedimiento.

         En estas condiciones, dado que nos encontramos ante un juego esencialmente imprudente, un Gobierno (o un partido político) responsable jamás puede vencer y su única alternativa es no jugarlo o neutralizarlo de forma definitiva auxiliando al suicida para que se despeñe de una vez por todas.  

         Hasta aquí la exposición del juego que ha creado la situación política en la que España teme por su continuidad.

         Conociendo cuál es su funcionamiento, a C´s le queda una única opción si quiere subsistir.
         Dado que el Partido Socialista de Sánchez ha decidido unir su suerte a los sediciosos que sólo quieren jugar la Liga "del gallina", todos los que intimen con los socialistas tendrán el mismo destino que éstos: acompañar  a los separatistas hasta el precipicio (la división del país) y desaparecer, pues exprimido el Partido Socialista y sus aliados, los xenófobos los tirarán al cubo de la basura.
         Por tanto, colaborar con Sánchez es colaborar con los "indepes" que es colaborar en la propia extinción.
         En definitiva, Rivera debe negarse a participar en la Liga del "Juego del Gallina" y dejar que el PSOE siga jugándola con los separatistas hasta que de aquél no quede ni la memoria.  
         Es más que probable que esto obligue al partido de Rivera y Arrimadas a colaborar con las derechas en acto de defensa propia.
         Pero sólo hasta que el PSOE desaparezca, como ya ha ocurrido en Francia, porque luego de ocupado todo el centro-izquierda por C´s a causa de la derrota del socialismo a manos del independentismo en la Liga "del Gallina", volverá un bipartidismo sin VOX.
         Aunque esa es otra historia.  

        
* Juego del gallina: Comprenderán al instante a lo que me refiero si recuerdan a James Dean en “Rebelde sin causa” celebrar con otro joven una carrera de coches en dirección al vacío de un acantilado. El motivo de la disputa era acreditar quién era el más valiente, y el ganador resultaba ser quien frenaba más tarde, el último que se arrojaba del coche justo al límite del precipicio. El que tomaba antes la prudente decisión de parar era el perdedor, "el gallina”.


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SÁNCHEZ Y TRECE UNA VEZ MÁS





La política es una actividad seria, pues no puede ser de otra forma cuando de recaudar impuestos o defender una frontera se trata.
Para Pedro Sánchez incluido, supongo que la gravedad de la política no es un concepto discutible.
No obstante, en muy reducidos casos, determinados actos políticos provocan espontáneas respuestas biológicas conocidas popularmente como cachondeo. 
Cuando la solemnidad de la política se transforma por arte de birlibirloque en risas generalizadas tenemos el ejemplo perfecto del humor involuntario; que no deja de ser una meritoria destreza, pero con el daño colateral de mutar al político en humorista. 
En España hay políticos vinculados a caricatos de renombre internacional. Véase la fácil asociación establecida por la oposición venezolana entre Zapatero y Mr. Bean en un vídeo millones de veces visto.
Pero siempre se puede ir un poco más allá y rozar la perfección.
Cuando en su reciente visita al rey marroquí el Dr. Sánchez anunció "urbi et orbi" que España, Marruecos y Portugal presentarían una candidatura conjunta para ser sede de un mundial de fútbol, la guasa fue también mundial cuando el Primer Ministro de Portugal dijo "que ¿qué?, ¿de qué me está hablando usted?"
La cornada del portugués la llevaba Sánchez en el glúteo, pero como esos toreros mediocres que suplen con efectismo la ausencia de sentido del ridículo, se vino arriba y se fue al centro del ruedo, ni más ni menos que al ruedo gibraltareño: "dejadme solo que estoy mu loco: el acuerdo UE-GB relativo al Brexit me le paso por la entrepierna".
La cuadrilla que le acompañaba le avisó prudentemente: "maestro, que no ha hecho usted nada durante meses. Ya no es el momento".
"¡Gibraltar español!" -les respondió con un desplante el mandamás-.
Como no podía ser de otra forma, el maestro "cum laude" Sánchez perdió el engaño y tomó el olivo de forma apresurada ante las embestidas del morlaco británico.  
Al llegar al burladero con la tez blanca como la cal, Sánchez fue recibido por los suyos con el clásico "¡ya le habíamos avisado!" pero el maltrecho se  recompuso con un histriónico golpe triunfal: "¡cumbre! ¡cumbre! ¡he estado cumbre!", haciéndose sacar de la plaza a hombros, aunque fuese por la escasamente gloriosa puerta de arrastre.  
Mientras Sánchez, enloquecido por la euforia y jaleándose brazos en alto, era llevado a hombros por los capitalistas, uno de éstos, conocido como  Borrell, gritaba enfervorizado: "¡el Acuerdo sobre Gibraltar es el más importante desde el Tratado de Utrecht!
Pero la realidad era que el toro de la pérfida Albión seguía en la plaza y éste ya había sentenciado: "¿Gibraltar? Todo sigue igual: ¡británico!"
El cachondeíto fino a costa de Sánchez ha trascendido el ámbito planetario para llegar a la interestelar República de Lituania, cuya presidenta no ha tenido reparos en hacer públicas chanzas con Sánchez a costa de su salida a hombros por la puerta de atrás: "prometemos prometer".  
Insuperable. Ni los hermanos Marx con su "parte contratante de la primera parte".
Y decimos insuperable porque cuando tus homólogos se carcajean de ti sin disimulo, has pasado de político a humorista. Accidental, humorista accidental si quieren ustedes, pero humorista sin solución de continuidad.
Sánchez ha querido ser un político, pero se ha burlado de la política y ésta se ha vengado convirtiéndole en un cómico errante, en un cómico de la legua que va de Marruecos a Cuba provocando el hazmerreír.
Si Sánchez quisiese realmente recuperar la soberanía sobre el Peñón de Gibraltar no tendría que hacer nada especial, pero sí actuar con seriedad.
Le bastaba con copiar la política que China puso en práctica hace años para ahogar económicamente a Hong-Kong constituyendo un paraíso fiscal justo enfrente, en Shenzhen.  Los resultados de esta estrategia a la vista están:
Pero no.
El Dr. Sánchez buscaba pasar a la posteridad como "Presidente de España".
Lo que jamás pensó era que lo haría como "Sánchez y Trece", pues empezó friendo empanadillas en Ferraz y ya ha quemado Móstoles, Barcelona, Portugal y el Campo de Gibraltar.
¡To-re-ro! ¡To-re-ro! -le animan desde la Moncloa-
¡Bom-be-ros! ¡Bom-be-ros! -piden auxilio los que temen arder-.

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