viernes, 24 de diciembre de 2021

Otro Cuento de Navidad

 

Para mi madre, que tanto le gustan. 


Érase una vez un tiempo oscuro donde en un pequeño territorio había una poderosa chica lista que formaba parte de un sanedrín de papafritas.  

La chica lista no lo era tanto por su talento natural, sino por su atinado juicio a la hora de escoger como consejeros a "genios invisibles" buenos. 

Los tiempos eran tan oscuros que el simple hecho de que una chica lista con poder eligiese un asesor bueno constituyó un milagro, un milagro de Navidad. Ojalá les guste.

El sanedrín de estúpidos había recibido órdenes precisas en otoño: todos los habitantes de los lugares que integraban el Gran Espacio debían pasar encerrados las fiestas cristianas de Fin de Año. Enfermos o no, vacunados o no. En casa a cal y canto.

Nadie tendría que decir ni mu porque los mandamás se encargaron de garantizar que la despensa de la grey estuviese llena, pues una alta inflación y amenazas de colapso en los suministros provocaron que el pueblo, temeroso antes de los políticos que de Dios, hiciese acopio de víveres y fruslerías durante los meses previos.

"¡Encerradlos pues!", -fue el mandato que recibieron los distintos sanedrines locales-.

"¿Y cómo le explico esto a la gente?" -meditaba la chica lista durante semanas, sin encontrar la fórmula-. 

"¿Cómo lo hago sin hacerlo"?

Pensaba que quizás la riqueza amasada por los jefes durante casi dos años les hiciese abandonar en el último momento la idea del cierre por empacho de opulencia.   

Pero el presidente del sanedrín, el único que estaba en contacto con los de los billetes, acabó con sus esperanzas cuando, ya con los farolillos en las calles, le recordó su sometimiento, como él, al principio de obediencia debida.

Cuando peor pintaba, y como ocurre en todos los cuentos de Navidad, del cielo llegó un ángel, en este caso en forma de consejero, para decirle a la chica lista algo que de primeras no entendió:

"La respuesta está en los autotest".

"¿Cómo?".

"Sí. Compre millones de autotest (son muy baratos) repártalos entre el gentío y ellos solos se encerrarán".

"Continúo sin comprenderlo. Si el resultado de las pruebas es negativo, ¿por qué aceptarán confinarse?"

"Confíe en los milagros. Ya verá como casi todos saldrán positivos. Y si el resultado del autotest les dice que están malitos, aunque no tengan síntomas de enfermedad, ellos solos se recluirán".

"¿Ud cree que prácticamente todos serán positivos aunque la mayoría de los ciudadanos estén como unas castañuelas y vacunados?"

"Pronto será Navidad, el tiempo de los milagros" -contestó entre risueño y piadoso el consejero-. "Sólo necesitamos ayudar un poco y que la gente tenga fe en los autotest, virtud que en estas fechas no faltará".

"Pues ud dirá".

"Lo primero es que los días previos a la distribución de los que a partir de ahora vamos a llamar "autotest de Navidad", no puede haber ni uno solo en los dispensarios. De esa forma conseguimos que el rebaño sólo utilice los test buenos, los nuestros, los "autotest de Navidad". Y además, tenemos que decirles que ante un resultado positivo no es necesario hacer una segunda prueba de confirmación, como se hace ahora, sino que la prueba es cien por cien concluyente y científica porque para eso son "autotest de Navidad", cuestión de fe.

"Señora, esto no se lo cuente a nadie del sanedrín, pues si lo hace, le copiarán y nos los quitarán de las manos. Permítales que continúen con sus cansinas medidas de coacción, propias de cazurros de tiempos remotos. Usted déjelo en manos del hechizo navideño".

La chica lista no necesitó preguntar más y se puso manos a la obra.  

El consejero acertó, pues los "autotest de Navidad" dieron tantos positivos que el pueblo no salió de sus casas para compartir la Nochebuena en familia por miedo a infectar a sus seres más queridos. También se enclaustraron los contactos habituales de los que se habían realizado el "test de Navidad" porque quizás ya estaban contagiados y no lo sabían.  

Los hospitales no colapsaron porque la cura prescrita era dulce y reconfortante, esto es, quedarse en los domicilios comiendo turrón, que para eso se había comprado antes de tiempo a precio de oro. 

Si a esto añadimos que los diagnosticados como positivos se encontraban bien y con sintomatología irrelevante, a pesar de que el autotest les llevase la contraria, ¿para qué iban a ir al centro de salud?

Tampoco se perdieron horas de trabajo porque la reclusión voluntaria duró el tiempo en que la gente estuvo de vacaciones, tiempo de Navidad.

El milagro de los "tests de Navidad" fue tal que incluso aquellos a los que el resultado les daba negativo también se encerraban, pues si la prueba ponía en evidencia que se encontraban pletóricos, ¿quién sabía si sólo era un bienestar momentáneo o falso? ¿quién les aseguraba que no estuvieran incubando el mal ya? 

Y así fue como una muchedumbre repleta de salud y vacunas (incluido el mocerío que renunció a la tradicional fiesta callejera del comienzo de las vacaciones de invierno) decidió autoinfligirse una cuarentena navideña a causa de unas pruebas diagnósticas, pues quién iba a saber más de su estado de salud, ¿ellos o los regalados "autotest de Navidad"?

No obstante, a la aclamada chica lista que consiguió que sus paisanos se confinaran de manera voluntaria, sin aplicar ni una sola medida restrictiva en sus dominios porque lo apostó todo al prodigio de las Pascuas en forma de autotest, le quedaba un resquemor, pues entendía que más que un "genio invisible" bueno, su asesor no pasaba de ser un calvo de la Navidad liberalio, categoría ésta más propia del taimado que del bondadoso. 

"Realmente, tampoco se puede pedir demasiado a la Navidad" -fue el cínico consuelo que encontró la satisfecha y poderosa chica lista del sanedrín colmado de papafritas de un pequeño lugar en un tiempo oscuro, por no decir negro, la Navidad 2021-.


twitter: @elunicparaiso 

 

martes, 7 de diciembre de 2021

La Unión Europea, un imperio antipolítico I


¿Por qué la Unión Europea (UE) amenaza a Hungría y Polonia con no entregarles los llamados "fondos de recuperación" si no cumplen con el Estado de Derecho (?) mientras la misma UE se muestra incapaz de defender la frontera polaca de los embates de Bielorrusia utilizando emigrantes como fuerza de choque para desestabilizar la Unión?

¿Fuerte con los de dentro y débil con los de fuera?

Sí, pero por qué.

Vamos a intentar explicarlo.  

 

El primer imperio sin enemigos

 

La Unión Europea no tiene fuerza ni voluntad para contener al enemigo exterior porque repudia el concepto de enemistad. Y sin enemigo. 

Que los burócratas comunitarios no defiendan a Polonia no tiene otra explicación que la incapacidad para definir al enemigo. Poco más hay que decir al respecto, pues sin enemigo con quién vas a enfrentar.

Su ineptitud para designar enemigo es la prueba del nueve del "momento nihilista" europeo, esto es, dado que no hay frenos ni límites, pueden llegar un millón de sirios a Alemania, o Polonia puede impedir que unos miles atraviesen su frontera. Todo vale. Todo da igual.

¿Y por qué la Unión Europea no puede o no sabe elegir enemigo?

Porque iría en contra de su naturaleza y de sus principios fundacionales, que no son otros que la integración económica como forma de superar las relaciones amigo-enemigo.

Convendría no olvidar que la Unión Europea no es otra cosa que una CECA (Comunidad Económica del Carbón y del Acero) mil veces ampliada.

Podríamos verter más líneas sobre el asunto y no avanzaríamos un milímetro: la Unión Europea no defiende sus fronteras porque es el primer imperio sin enemigos, el primer imperio antipolítico.


Ahora bien, el repudio del concepto de enemistad no supone la eliminación de conflictos, ¿pues acaso no nos han elegido como sus "hostis" Marruecos o Turquía aunque nos tapemos los ojos para no reconocerlo?

Frente a éstos enemigos la UE utiliza dos procedimientos: pagarles ingentes cantidades de dinero (la enésima prueba de que se trata de una organización económica, no política) y delegar la contención física en cada uno de los Estados miembros que tengan la voluntad de repelerlos. España carece de esa pulsión porque padecemos de galbana.

Pero si los países centroeuropeos quieren defenderse de vecinos hostiles, la Unión no lo va a impedir por el mismo motivo que aducíamos más arriba: porque la UE sigue a pies juntillas el famoso consejo de  Franco, "no se meta en política".  


El conflicto interior como "guerra justa"


Llegados hasta aquí nos queda por entender en qué consiste el enfrentamiento con los propios, el conflicto interior, ahora con Polonia y Hungría, y hace unos años con Grecia. Y para ello también tenemos que recurrir a los orígenes de la Unión.

La CECA se creó en el año 1952 precisamente para evitar otra Segunda Guerra Mundial, un conflicto desencadenado por Estados europeos que finalizada la contienda seguían siendo hostiles.

El remedio que se les ocurrió a los líderes fue fagocitar la enemistad mediante la integración económica y el rechazo de la política al establecer como procedimiento para la toma de decisiones la unanimidad.

Aunque sea un asunto olvidado, si alguna vez se recuperase la regla de la mayoría para aprobar las cuestiones esenciales en la Unión, volvería la política y con ella la enemistad porque ésta organización no constituye todavía una unidad política en el sentido de compartir creencias comunes. 

La exigencia de unanimidad como prueba de desconfianza de que haya unos principios compartidos, así lo acredita.

Pero aun así, el Gran Espacio de libre comercio en que se ha convertido la UE, donde apenas se pueden tomar decisiones políticas al tener que adoptarlas por la casi imposible totalidad, aloja en su interior nítidos focos de lucha, no contra otros Estados, sino contra el Gobierno de la Unión.

El programa que motivó la constitución de órganos económicos trasnacionales en Europa destinado a fundir las enemistades entre Estados, ha triunfado hasta el punto de arrebatar la práctica totalidad de la política económica a los Gobiernos de los países miembros.

La Unión Europea es lo que en términos de Maurice Hauriou podemos denominar una "superlegalidad" que se impone por encima de las reglamentaciones nacionales.

El problema es que cuando la Unión abandona sus principios fundadores y la "superlegalidad" pretende abarcar más allá de cuestiones económicas, la política aparece y con ella el inevitable choque con los Estados que la integran.

¿Pero de qué naturaleza es el antagonismo entre el Gobierno de una organización supranacional y uno de sus miembros? ¿cómo es la lucha entre la Comisión Europea y los Estados que integran la Unión?

Se trata de un conflicto interno, es decir, de un conflicto civil. Pasamos del "hostis" público al "inimicus" privado. No nos encontramos ante una enemistad entre entidades distintas donde cada una reconoce el derecho de la otra a existir, sino de un combate donde las dos partes creen enarbolar la "justa causa" y el final sólo se puede producir mediante la rendición sin condiciones del bando perdedor.

Para ilustrar mi argumento traeré en el próximo artículo el conflicto jurídico, económico y político planteado entre la Unión y el dúo formado por Polonia y Hungría a cuenta de los llamados "fondos de recuperación" y el "mecanismo de condicionalidad", es decir, "esto son lentejas, si quieres las comes y si no, las dejas".   


twitter: @elunicparaiso