miércoles, 8 de septiembre de 2021

Del "Irangate" al "Talibiden": dos formas de guerra sucia por delegación


        El impotente ejército tecnológico             

¿Qué puede hacer el mejor ejército del mundo para actuar cuando su ciudadanía o sus políticos le impiden que lo haga?

Lo que ha hecho el ventrílocuo de Biden en Afganistán.

Pero antes de entrar al teatro de operaciones sigamos un momento con las musas. 

¿Para qué serviría un improbable Ejército europeo si no tuviera voluntad de defender sus fronteras de la inmigración ilegal?

¿Para qué quiere Israel su moderna aviación que podría eliminar Gaza en pocos días, si está atado de pies y manos para hacerlo y sólo puede limitarse a neutralizar los miles de cohetes que le envían sus vecinos?

¿Para qué le sirve a EE.UU. su absoluta supremacía militar si no puede utilizarla en Venezuela, Cuba o Afganistán?

Este arduo problema de los ejércitos estatales le intuyó con nitidez Carl Schmitt y lo expuso en dos conferencias dictadas en España en el año 1962, que le sirvieron para publicar un libro imprescindible para entender las guerras híbridas de los siglos XX y XXI: "Teoría del partisano. Acotación al concepto de lo político".

Para resumirles su contenido baste con indicar que, en términos mortíferos, es más eficaz un fanático armado con un cuchillo (o con un camión) que esté decidido a inmolarse (el partisano o terrorista) que el ejército mejor pertrechado, pero sin voluntad política de atacar.   

El dilema que el "partisanismo" le planteó a los Ejércitos nacionales se solucionó en primera instancia con la creación del "contrapartisanismo", esto es, un ejército irregular.

Recordemos las palabras del general francés Raoul Salan, fundador de la organización criminal OAS creada para combatir con tácticas terroristas al terror de los argelinos independentistas del FLN: "la OAS no es una organización política, sino un verdadero ejército".

Como resultó obvio, la regularidad de los Estados era incompatible, tanto moral como políticamente, con la actividad de grupos armados paraestatales. Por tanto, la OAS fue desmantelada.

El problema es que la superioridad militar del Ejército francés no le impidió perder Argelia.

 

La guerra sucia por delegación: el caso "Irangate"

Ante la evidencia de que los Estados de Derecho no ganan guerras a combatientes irregulares y que sus Ejércitos no pueden contar con apéndices terroristas, la guerra sucia de los Estados se tuvo que perfeccionar, o más exactamente, delegar.

EE.UU., como titular del mejor Ejército del planeta que vio su prestigio degradado porque no pudo utilizar la fuerza necesaria para aplastar a los partisanos del Vietcong, aprendió la lección y ha sido el país más avanzado en técnicas de guerra sucia delegada.  

El caso Irán-Contra, "Irangate", pretendió ser su más sofisticada innovación y terminó siendo un terrible chafarrinón.

A mediados de los años ochenta del siglo pasado, bajo la administración de Reagan, se permitió la venta de armas a Irán, país sobre el que precisamente existía un embargo de armas; con la finalidad de utilizar los ingresos procedentes de ese negocio para financiar a la "Contra" nicaragüense que luchaba contra los sandinistas.

Dado que el Ejército norteamericano no podía invadir Nicaragua ni crear una fuerza irregular de americanos, endosó el trabajo a nicaragüenses a los que dotó de los medios militares necesarios mediante un ilegal entramado financiero.

No salió bien porque el complejo plan fue dirigido por el teniente coronel del cuerpo de marines, Oliver North, que a la postre fue el que desveló el asunto ante el Congreso de los Estados Unidos para evitar ingresar en prisión.

El descubrimiento del caso "Irangate", un procedimiento de guerra sucia por delegación (la venta de armas a Irán y la ayuda a la "Contra" para luchar contra los sandinistas habían sido prohibidas por el Senado americano) demostró que las irregularidades por causas bélicas, aunque se consideren necesarias, son cada vez más difíciles en los Estados democráticos.

 

Afganistán: el caso "Talibiden"

Precisamente por ello la cuestión seguía siendo: ¿cómo mejorar la guerra sucia por delegación para hacer frente a las guerras híbridas o irregulares que ponen en práctica las organizaciones del crimen internacional o los Estados que las apoyan, y que los Estados democráticos no pueden, quieren, ni saben enfrentar?

Me permito decir que la última respuesta que han encontrado los estrategas a este dilema se llama Afganistán, agosto 2021. El caso "Talibiden".

Imagino que con un presidente gagá, el control de la política exterior USA lo tiene la CIA, y en los terrenos del talibán encontró el campo abonado para el sueño de la perfecta guerra sucia delegada: un arsenal militar de primer nivel sobre el terreno, un grupo combatiente irreductible con el que mantienen relaciones desde que la antigua URSS invadió el país en 1980, y una situación geoestratégica perfecta para que ese grupo irregular con voluntad de matar para imponer su poder, fustigue a enemigos comunes como Rusia o China.

Ante ese escenario ¿de qué manera equipar al talibán cuando ha sido declarado organización terrorista por los EE.UU.?

Pues por el sencillo método de salir corriendo del país abandonando los pertrechos.

Es obvio que el talibán no sabrá utilizar gran parte del sofisticado material del Ejército americano (o sí) y que a medio plazo tendrá un problema de reposición, pero para desestabilizar la ruta de la seda china o antiguas repúblicas soviéticas como Uzbekistán, el talibán tiene de sobra con lo "donado" por los marines en su huida.

No creo que haya otra oportunidad para una acción de guerra sucia más eficaz, por absolutamente opaca, que esta.

La fuerza que combatiría a favor de los EE.UU. por delegación ha sido el enemigo hasta ayer. Por tanto, rusos o chinos no podrán argumentar que el talibán que les hostiga es el aliado yanki.

Y con la donación del arsenal provocada por su veloz retirada ya no tienen que inventar ninguna ilegalidad que haga posible la compleja logística de equipar a un grupo extranjero irregular.

Como decíamos al principio, el poderoso arsenal del ejército de Estados Unidos sólo puede ser utilizado por no estadounidenses porque la voluntad bélica norteamericana está neutralizada por causas políticas y morales.

Ni siquiera el talento político de Carl Schmitt pudo imaginar que el Estado hiperarmado e inoperante, podría contrarrestar a sus enemigos aliándose con los grupos más feroces para que éstos luchen por delegación con armamento donado por el Estado que formalmente es su enemigo.   

Es normal que el presidente chino Xi Jinping quiera llevarse bien con el talibán.

Se malicia que con quien trata es con el ejército irregular de los EE.UU. para el Oriente Medio.

Si Carl Schmitt escribió la "Teoría del partisano. Acotación al concepto de lo político", queda pendiente que alguien escriba la "Teoría del mercenario. Acotación al concepto del partisano".

Podría empezar así: "érase una vez un mundo donde generar dinero sucio sin ser descubierto era casi imposible, y puesto que sin dinero B es inviable financiar guerras ilegales; la solución que encontró un Estado incapaz de poner en marcha su ejército tecnológico fue aprovechar que había invadido un país y lo había llenado de armas con la excusa de luchar contra el terrorismo, para huir y dejar el arsenal bajo el control de las fuerzas irregulares que demostraron mayor disposición a la guerra, con el acuerdo previo de que sólo debían utilizar el armamento contra...".    

 

twitter: @elunicparaiso