jueves, 25 de agosto de 2022

APUNTES PARA UN NUEVO LEVIATÁN I

 

 Batería baja, Estado inútil.

 

El Estado es criticado por la derecha liberalia que lo considera su enemigo por ocuparse de todo lo que podía hacer, libremente, la iniciativa privada.

No obstante, yo me pregunto qué hace, qué lleva haciendo el Estado desde que terminaron los fastos del año 1992.

Desde la reconversión industrial del olvidado Solchaga el Estado ha pasado de ser un Estado de Obras (Gonzalo de la Mora, dixit) a un Estado de Destrucción, acelerándose de forma vertiginosa los estragos durante el último lustro (en España y en los países de nuestra área cultural) pues ni los pantanos van a quedar.

Por tanto, el Estado, faro y guía de la izquierda keynesiana, parece estar un poquito "averiao", como diría el solicitante de indultos para los suyos, Alfonso Guerra.

Hace tiempo que dejó de ser el Leviatán hobbesiano que garantizaba unidad y seguridad, para convertirse en un remedo del coche eléctrico: está, pero no anda porque tiene un problema con la batería.

Los indicios de que el Estado "no tira" están a la orden del día: no puede o no quiere defender las fronteras, la seguridad pública es puesta en cuestión por maras, la administración de justicia está colapsada, es incapaz de fomentar la natalidad, pero incentiva la muerte (desde el aborto a la eutanasia) no garantiza la propiedad privada, no controla la inflación que empobrece al pueblo (aunque reparta dinero que pierde rápidamente su valor) carece de moneda propia, vive de prestado mientras aumentan cada año sus deudas...  

Podemos decir sin temor a equivocarnos que el Estado ha alcanzado su más alto grado de miseria: el Estado Inútil.

No obstante su ineficacia, se preocupa de que los ciudadanos no puedan hacer nada sin su permiso. Los ejemplos no hace falta ni mencionarlos, pues no existe ninguna actividad económica ni social que no sea regulada y gravada por el Estado.

Se sabe tan inútil que neutraliza la libertad por temor a que el pueblo descubra que puede vivir sin él.

La cuestión es que el binomio diabólico inutilidad-neutralización tiene una consecuencia bárbara: volvemos al estado de naturaleza prehobessiano (anterior al Estado).

Siguiendo con el símil, que el Estado sea un gigantesco almacén de coches eléctricos sin batería, al tiempo que no permite circular más que a coches eléctricos, provoca un desorden de tal calibre que el control del territorio queda en manos de la nuda voluntad de poder, esto es, Mad Max.

Veamos.

¿No se respeta la propiedad privada y no te puedes defender?, pues la ocupación de viviendas alcanza legitimidad social.

¿No se respetan las fronteras?, pues la inmigración ilegal se convierte en un negocio altamente lucrativo.

¿Las Fuerzas de Seguridad del Estado están desautorizadas y sigues sin poder defenderte?, pues las maras imponen su ley en las calles.

¿No se puede despedir a trabajadores y se ponen trabas a la contratación?, pues aumenta el paro y se desincentiva la inversión.

En suma, que el Estado ha tocado suelo es una evidencia, y por ende, el estado de naturaleza ya es un hecho consumado.

Los papafritas que desgobiernan tienen una solución: convertir la inutilidad del Estado en virtud. O lo que es igual, si no tienes calefacción es por el bien de Ucrania y de la sostenibilidad del planeta, y si no tienes nada porque el Estado te lo quita o lo destruye, serás feliz.

Yo propongo otra alternativa y no es otra que levantar un Nuevo Leviatán porque el Estado ha muerto.

Para ello, la primera tarea sería abandonar por un tiempo los sueños políticos (el imposible principio de representación) y recuperar el derecho (el principio de responsabilidad).


twitter: @elunicparaiso


viernes, 19 de agosto de 2022

El PSOE y los poderes indirectos

 

La animadversión contra el PSOE es el punto de conexión de los populistas.

Se considera que las consignas de éste partido están impregnadas en la conciencia de los españoles.

Vendría a ser el "marco mental", el conjunto de ideas que conforma nuestra forma de entender el mundo (ver George Lakoff, "No pienses en un elefante", Ed. Complutense, 2007).

Por eso los populistas creen que con un "cambio de marco" el problema estaría arreglado. De ahí la "batalla cultural" que tan pingües beneficios les reporta a sus voceros.

Los soldados de la nueva cultura se esfuerzan por perfilar su "marco", perfeccionarlo para vencer al del PSOE sin caer en la cuenta de lo esencial: el problema no es lo que contiene el marco, sino el marco mismo.   

Y es que el Partido Socialista no es un conjunto de ideas y creencias, sino el envoltorio que concentra los intereses de poderes indirectos, esto es, el "marco" de aquellos poderes que actúan en la sociedad para medrar impunes en el Estado, pues para eso está el PSOE.

Al Partido Socialista no se le puede enfrentar oponiendo otro "marco teórico" porque los tiene todos, los acepta todos. O mejor, es el escaparate en donde cualquier marco teórico que se pretenda dominante anhela exhibirse por aquello de ser el principal Partido-Estado. 

El PSOE, cáscara vacía que no tiene ningún reparo en humillarse, asume como organización el riesgo político del programa y las acciones de los poderes indirectos a los que sirve; pero en realidad carece de soberanía.

Precisamente por esto, al PSOE el pueblo no le puede exigir que cumpla con la ecuación protección-obediencia (clave del pacto hobbessiano en virtud del cual se legitima el Estado) porque, aunque le obedezcamos, el PSOE no puede protegernos, pues ni siquiera puede salvar su propio honor.  

El PSOE sólo es el garante en el Estado del éxito y la irresponsabilidad jurídica de los poderes indirectos  (económicos, culturales...) que pupulan por la sociedad sin atreverse a luchar por el Poder, pero que sin éste serían un cero a la izquierda. 

Los poderes indirectos braman contra el Leviatán, símbolo de la unidad que nació para repudiarlos, mientras el PSOE les ofrece su cáscara protectora para seguir destruyendo ese Leviatán ya diezmado.

En definitiva, la cuestión no es que mientras esté el PSOE no habrá posibilidad de cambio, sino justamente al revés: mientras haya fuerzas sociales con voluntad de Poder, pero sin el menor deseo de correr ningún riesgo (usufructuar el Estado sin asumir el mando) siempre habrá un PSOE que se preste para hacer de vitrina de la abuela. 

Una vitrina en permanente reconstrucción hasta el punto que ya resulta irreconocible, pues su tarea no es otra que encajar la ira popular que los poderes indirectos pagan por no recibir.   

¿Es el PP de Feijóo una alternativa que puede permitir que el Estado recupere su unidad? 

Pues para responder voy a terminar por donde empecé: no me hagan reír que tengo el labio "partido".

 

Coda para mis amigos trevijanistas: aunque hubiera división de poderes y representación política, los españoles de forma mayoritaria seguirían eligiendo el "marco" que los poderes indirectos dictasen en cada ocasión al PSOE de turno.

Cosas inevitables en un Estado que se acerca al "estado de naturaleza" (la vestimenta es un indicio) y que sólo pervive porque alguien tiene que encargarse del Boletín Oficial, esto es, de repartir el botín sin peligro político ni jurídico para los beneficiarios.


twitter: @elunicparaiso