El siglo XX sólo aportó una
modificación al tradicional juego político, y no fue el populismo.
Siempre hubo demagogia, pero el
carácter esencial de ésta consistía en
que sus programas estaban hechos para no ser aplicados.
Esto acabó en el siglo XX, pues
desde entonces se trata justamente de lo contrario, es decir, se hace lo que no
se puede hacer, e intentándolo se demuestra que "sí se puede".
Dicho de otra manera, una vez cubiertas las necesidades queremos ver cumplidos nuestros deseos.
No dudo que el hombre sea un
animal político. Sin embargo, lo que aspira a ser en el siglo XXI es un hombre
satisfecho, del latín "satisfactus", formada por el prefijo
"satis" (bastante, suficiente) y el verbo "facere" (hacer,
estar hecho). Esto es, satisfecho significaría "estar suficientemente bien
hecho".
El hombre insatisfecho de nuestra
centuria sería una especie de medio hombre, un ser que no está bien
constituido.
Y así, contrariado por su triste
destino, vive su existencia el hombre con "hechos diferenciales", vacaciones
pagadas, cartilla de la Seguridad Social, pensiones de jubilación y educación
gratuita para su mermada prole.
Y en esas estamos los
occidentales, pues España es sólo un ejemplo de tantos.
¿Alguien ha calculado el coste
para el presupuesto estatal de la prestación universal de los derechos
recogidos en los Capítulos II y III de la Constitución?
Quizás nadie lo haya hecho
simplemente porque aunque el cálculo sería posible, la provisión de los
servicios derivados de los derechos, no.
Pero es igual.
Los electos se tiran los trastos
a la cabeza porque todos se reprochan mutuamente no cumplir con lo preceptuado
por la Carta Magna, y los electores creen que aquélla es algo más que un catálogo
de buenas intenciones en lo que a derechos económicos y sociales se refiere.
Es más, si preguntáramos a la ciudadanía
qué espera del Gobierno es muy probable que contestara "que se cumpla la
Constitución".
El problema queda así planteado:
el pueblo quiere que se satisfagan sus derechos constitucionales, pero el
Estado no puede hacerlo por simple incapacidad económica.
La novedad reside en que la respuesta
de cualquier político profesional al párrafo anterior oscilaría entre "¡qué
dice usted, fascista!, a la más aséptica pero igual de absurda "el Estado
sí puede garantizar y proveer todos los derechos reconocidos por la
Constitución a los españoles".
La negación de la escasez es una de las auténticas innovaciones políticas del siglo.
Los escasos liberales que a modo
de adorno pululan melancólicos por cada vez menos partidos políticos, se quejan
de que no hayan pasado ni treinta años desde la caída del Muro de Berlín para
que el antiguo comunismo avance en Europa, ¡paradojas de la vida!, gracias a
los dizque nuevos partidos.
No entiendo su disgusto. El
comunismo siguió propagándose, vía extensión de los derechos sociales, un segundo después de su caída en el Este de Europa, pues universalizarlos es el programa político de los partidos comunistas, con
independencia de su marca electoral.
Si creen que miento pueden escuchar a Iglesias, a Sánchez, a Garzón... Pero prefiero que oigan al
comunista de honor, al custudio de las esencias marxistas, Dº Julio Anguita
González.
¿Pero la gente en realidad sabe
lo que es el comunismo?, ¿quiere ser comunista?
No. Ni liberal.
Lo único que las multitudes entienden y
exigen es ser ricas.
Y aunque a la abundancia se puede llegar
por muchos sitios, gran parte de la ciudadanía entiende que la forma más recta
consiste en exigir al Estado que cumpla de inmediato y al pie de la letra los
Capítulos II y III de la Constitución.
Y no se equivocan dado que los
derechos económicos no son sino un gigantesco método de redistribución.
Hasta hace no tanto la riqueza se alcanzaba por la capacidad y el mérito de cada individuo, familia o empresa. Era una función esencialmente privada.
Sin embargo, hoy la prosperidad se logra sobre todo mediante el acceso al uso y disfrute de una tabla creciente
de servicios públicos, reconocidos solemnemente en la Legislación.
Se decía que el comunismo iguala
por abajo.
De acuerdo, pero las Cartas
Magnas igualan por arriba. Todos deben ser ricos. Vean, si no, el catálogo de prestaciones exigibles.
Los derechos humanos prefiguran el comunismo perfecto.
La URSS representaba el comunismo
pobre. Occidente es el comunismo opulento.
¡Cuánta razón tenía Marx! El comunismo es un sistema que sólo lo pueden resistir los países adinerados.
@elunicparaiso
@elunicparaiso
Maravillosa conclusión. Yo añadiría: rico para que los comunistas puedan explotarlo y reducirlo hasta consumirlo por completo. El comunista es consumista por propia aplicación de sus principios, lo cual le lleva a su final.
ResponderEliminarEscuche (y lea) a este otro salvaje, maestro, mucho más directo u visceral: http://eldebategenyral.blogspot.com.es/2016/03/je-suis-subnormal-profundo.html?m=1
El link correcto parece ser:
Eliminarhttp://eldebategeneral.blogspot.com.uy/2016/03/je-suis-subnormal-profundo.html?m=1
Muchas gracias, querido amigo.
EliminarReciba un cordial saludo.
Está cabreado Dº Debate General con los socialcomunistas.
ResponderEliminarNo obstante, yo creo que la izquierda sufre auténtico terror ante los yihadistas, y por eso se refugia en el síndrome de Estocolmo (aceptar las razones del que te secuestra o te mata), que es el burladero de los cobardes.
El miedo de la izquierda a enfrentarse al Mal, al auténtico Mal, esto es, al yihadismo, revela que el comunismo es inofensivo, se sabe impotente, y que sus teóricos enemigos (Occidente, el capitalismo) son inocuos.
Si no lo fueran, los comunistas huirían despavoridos de la misma manera que ahora desertan de la lucha contra los terroristas mahometanos.
Si la medida de mi valor depende del enemigo que elijo, y la autodenominada nueva izquierda no quiere pelear con el yihadismo porque le basta con dirigir sus ataques contra la apagada derecha, ¿quién teme a la izquierda, aparte de las víctimas del síndrome de Estocolmo que habitan en la dirección del Partido Popular?
Espero que nadie después de haber leído este comentario.
Un abrazo y muchas gracias por su colaboración, querido Socretino.
El paraíso fiscal se ha convertido en un desmitificador de las religiones seculares. Amén.
ResponderEliminarEl paraíso fiscal se ha convertido en un desmitificador de las religiones seculares. Amén.
ResponderEliminarSobre la expectativa de a quien corresponde generar la riqueza, totalmente de acuerdo. Esto se ve muy claro cuando se compara con EEUU donde, al menos por ahora, el papel del estado es favorecer la iniciativa privada. En general se asume que la prosperidad es una función privada, proporcional al mérito y el esfuerzo individual.
ResponderEliminarGracias Dº Jerónimo, gracias Dº Bernardo.
ResponderEliminarEspero puedan seguir participando en el blog.
Sus comentarios lo enriquecen.
Un cordial saludo.