lunes, 7 de diciembre de 2015

Democracia, Edad Media y debates electorales


Quien tenga el gusto de sentarse esta noche frente al televisor para ver discutir a tres candidatos a Presidente de Gobierno y una aspirante a la Vicepresidencia tendrá la ocasión de retroceder a la Edad Media.

Dicen que se trata de un debate electoral, pero en realidad se van a representar dos desafíos simultáneos.

Los tres hombres interpelarán a la señora acerca de lo siguiente: ¿se atreve a negar que su partido y su Gobierno han mentido a los españoles durante cuatro años?

A lo que la vicepresidenta responderá con este reto: ¿son ustedes capaces de demostrar que no son más mentirosos y mucho peores que nosotros?

El carácter medieval del evento no se encuentra tanto en el duelo como en que en el mismo no habrá forma de dirimir quién dice la verdad, entendida como correspondencia entre significante y significado con los hechos de la experiencia.

No existe un procedimiento del cual pueda emanar algo parecido a un dictamen de veracidad, pues todo consiste en ver a cuál de los contendientes el pueblo le da la razón, aunque a quien se le otorgue diga que está lloviendo aunque haga sol.  

Quizás ustedes me pregunten si acaso no tendrá razón el que diga la verdad.

¿Cómo saberlo si no hay un método para decirla y sancionarla?

Ante esa ausencia de alguna forma de testimonio neutral que decida acerca de la certeza de lo que se dice, la cuestión se plantea exactamente al revés: la naturaleza feudal de los debates electorales reside en que el depositario de la verdad, el titular de la misma, es el que gana, aunque no haya parado de mentir.

¿Y de qué depende la victoria, entonces, si no es de probar la exactitud de lo que se argumenta?

En primer lugar, de aceptar la lucha cuerpo a cuerpo.
Rajoy ha sido declarado inhábil por Rivera para convertirse en Presidente por el mero hecho de renunciar al combate televisado con él.
En la era donde la fábrica está en la "nube" para que los asalariados puedan cumplir su función sin necesidad de compartir o enfrentar a compañeros y clientes, Rivera viene buscando pelea.

Luego hay que conjugar debidamente las palabras mágicas de la tribu: "todo para el pueblo", "los ricos deben pagar más", "el Estado de Bienestar es intocable", "stops desahucios", bla, bla, bla.
Quien no pronuncie la letanía completa y sin errores perderá, pues un tropiezo en la declamación de los mitos será prueba suficiente de ineptitud.  

Y por último, de los argumentos de autoridad. Todos valen. Aunque unos más que otros.
Desde un Marx que pondría el grito en el cielo si escuchara a los que pronuncian su nombre en vano, hasta "el centro" que nunca se sabe dónde está. Desde "salvaguardar los éxitos obtenidos" a los "cientos de años de honradez" (y cuarenta de vacaciones, que dejó dicho por los siglos de los siglos Dº Ramón Tamames).
También sirve haber sido Registrador de la Propiedad u organizador de escraches. Cualquier cosa es susceptible de cotizar en el azaroso mercado electoral.

Las consecuencias de que la competencia política esté basada en el ganar y no en la verdad tiene importantes efectos.

Quizás el principal es que la ausencia de un protocolo objetivo que verifique cuándo, por qué y para qué un político ha mentido impide el escrutinio del triunfador.
Y si no hay modo de demostrar quién faltó a la verdad jamás se puede acusar a nadie de no ser sincero.
Es por eso que al Presidente de Gobierno jamás se le pueda destituir por infracción del deber de no mentir, y paradójicamente es por ello por lo que no acostumbra a ser veraz a sabiendas de que da igual.  

El juego político contemporáneo se terminaría resolviendo en la costumbre medieval de las ordalías o Juicio de Dios, donde Dios es la opinión pública que otorga al vencedor los laureles de honrado y franco, a pesar de no tener otra virtud que la de ser el campeón de una batalla donde la verdad (el ajuste de lo que se dice a los hechos o a la lógica) no es el objeto de la misma.  

Por todo lo expuesto cabe pensar que la única actividad que conserva residuos netamente feudales en la racionalista era Google es la política llamada democrática. Y a pesar de ello mantiene su prestigio. O quizás precisamente por eso. 

Ahora ya sabemos lo que podemos esperar del celebrado debate. 

¡Ojalá sea breve! 

twitter: @elunicparaiso


17 comentarios:

  1. Exactamente. También - debo añadir - “Verdad” y “Político” son dos líneas paralelas. ¿Qué quiero decir? “Verdad” y “Político” no pueden y no deben unirse. De lo contrario, se distorsiona la “geometría” de la política... Abrazo!

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  2. Buenas noches Carlo.
    Me desconciertas.
    ¿Verdad y Político no deben unirse nunca?
    ¿No en política exterior y sí en política interior?
    Si lo revolucionario es decir la verdad, ¿la revolución es antipolítica?
    Gracias siempre.

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    1. La revolución es impolítica. No tiene en cuenta las regularidades de la política...Voy a explicar :-)
      Hay dos tipos de verdad: 1) la verdad que nos hace libres (la verdad cristiana y meta-histórica, individual, interior, etc.,); 2) la verdad hija del tiempo (la verdad histórica, colectiva, utilitaria, etc. ). La primera es absoluta, la segunda es relativista. La primera dice demasiadas cosas, la segunda dice muy poco.
      Por lo tanto, para el estudio de la política - que está basado en regularidades - la verdad no es necesaria.
      La verdad puede servir a los políticos. Pero es retórica política (retórica que a veces puede ser peligrosa, colectivamente peligrosa:constructivismo) ... Y, como tal, debe ser interpretada y estudiada. En otras palabras: incluso el impolítico debe ser estudiado políticamente :-) Abrazo

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  3. Tal vez, Jorge, estás pensando en el "relato político", en las "crónicas (medievales)" o en la "historia", pero no en la "Verdad", que está en otro plano. Por lo demás, ¿no juega Rajoy a Presidente de la República (neutral), dejando a los Primeros ministros el debate (político)?

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    1. Por supuesto que Rajoy está jugando a estar por encima del discurso partidista.
      Sin ninguna duda.
      Y creo que lo hace en base a un análisis similar al que he realizado en los dos últimos artículos, esto es, "basta de imitar a Pinocho cuando mis compañeros de debate le imitan mucho mejor que yo".
      No sé si le saldrá bien o no, pero lo que está claro es que si hubiera acudido a los debates no tendría ninguna oportunidad de ganar las elecciones.

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  4. "Otro plano"... Estoy de acuerdo Jerónimo. Gracias! ;-)

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  5. Gracias por vuestras colaboraciones.
    En estos dos últimos artículos lo que pretendo demostrar es que sin la obligación de los políticos de ajustarse a la verdad el debate es absurdo e inútil.
    La verdad de la que hablo no se refiere a una Verdad trascendente.
    Sólo a la correspondencia entre significante y significado con los hechos de la experiencia.
    Me refiero a la verdad posible de la lingüística.
    Si hoy llueve no puedo decir que hace sol.
    Pues bien, creo que ese tipo de verdad ya no es posible en los debates políticos porque la enunciación de los hechos se ha convertido en una estrategia de poder.
    Y en esas condiciones el debate es sólo una lucha física por ver quién es más fuerte, quién no se equivoca al pronunciar su discurso o quién es más guapo.
    Cuando los debates se presentan como esenciales a la democracia, quiero probar que entonces la democracia es una práctica medieval, un duelo por ver quién tiene razón, donde el que tiene razón es el que gana, aunque sea un mentiroso.
    La democracia televisiva es una competición deportiva donde la única regla es que hay que mentir más y mejor que los demás.
    No lo juzgo, sólo describo un hecho para no tener que oír la tontería de que una democracia avanzada es inseparable de los debates electorales o que sin debates electorales la democracia es de mala calidad.
    Os mando un fuerte abrazo.

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  6. Hay tres ejemplos que demuestran lo que digo.

    El primero, el debate electoral entre Manuel Pizarro (PP) y Pedro Solbes (Vicepresidente económico del Gobierno del PSOE) el 21 de febrero de 2008.
    El Vicepresidente negó la crisis.
    Pizarro hizo un debate basado en evidencias económicas.
    El Vicepresidente ganó el debate y el PSOE volvió a ganar las elecciones.
    Pocos meses después el Vicepresidente reconoció que mintió vilmente.

    El segundo ejemplo no es un debate sino una entrevista preelectoral.
    En 1980, poco antes de la campaña electoral que enfrentó a Edward Kennedy y Jimmy Carter, un célebre periodista de una gran cadena de TV le preguntó a Kennedy por qué deseaba ser Presidente.
    Unos breves momentos de duda ante lo ridículo de la pregunta parece que fueron los causantes de que los norteamericanos perdiesen la confianza en Kennedy.

    El último, una anécdota de ayer mismo.
    El candidato chavista no paró de mentir en toda la noche, no paró de negar que era de día cuando era evidente que el debate fue por la noche.
    Sin embargo, sólo quedó ridiculizado cuando se equivocó al citar a una célebre empresa de consultoría.
    Ese error en la pronunciación, y no su escandalosa forma de mentir, puede haberle hecho perder la confianza de su electorado potencial.

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  7. Marco, la regularidad de la política de la que hablas es la verdad ausente de los debates electorales.
    La "regularidad de la política" es la "teoría a priori" de la que habla Hoppe en "Monarquía, democracia y orden natural".
    Esa "teoría a priori" es la correspondencia entre significante, significado y hechos de experiencia que echo de menos.
    Por ejemplo, dos objetos no pueden estar en dos lugares al mismo tiempo o si es de día no puede ser de noche.

    Se trata de proposiciones sobre la realidad que se confirman siempre, con independencia de opiniones que pretendan desmentirlas.

    Esas "teorías a priori" de Hoppe son las "regularidades de la política" de las que hablas y las "verdades" a las que yo me refiero.

    Se imponen sobre la experiencia y la corrigen, puesto que la lógica puede invalidar la observación (o la opinión) pero no al revés, que dejó dicho Hoppe.

    Pues bien, las teorías a priori, las regularidades o las verdades, llámalas como quieras, están ausentes de los debates electorales.
    Y eso convierte a la competencia democrática en un asunto medieval, en el peor sentido de la palabra.

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  8. Exacto ( tu respuesta a Marco): las regularidades son las formas en que se manifiesta, históricamente (y cíclicamente) el político. Nos permiten estudiar (y entender) la realidad política. El conocimiento de las regularidades puede ser útil a los políticos. Pero los políticos no escuchan ... :-)
    En conclusión, no creo, Jorge, que hay una gran distancia entre nuestras posiciones. Estoy de acuerdo: si llueve llueve para todos ... Con una aclaración: Sin embargo, no todo el mundo tiene un paraguas. Por lo tanto, debe introducirse también otra distinción: la verdad (consecuencial) desde el punto de vista los que tienen paraguas; la verdad ( consecuencial) desde el punto de vista de aquellos que non tienen un paraguas ... Más allá de la metáfora: la crisis económica afecta a toda la gente…, sin embargo, etc, etc. Estamos en la esfera de la política de la lógica ... ;-) Y no en el ámbito de la lógica de la política. De ello resulta la importancia de la retórica política. Abrazo!

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  9. Perdona el error al nombrarte. Las prisas.
    Sí creo que nuestras posiciones estén cercanas.
    Espero que los artículos y los comentarios sirvan para cambiar los debates televisivos o para desacreditarlos ante nuestros lectores en su formato actual.

    Los comentarios tuyos y de Jerónimo me han permitido mejorar el artículo al fijar el concepto de verdad al que me refiero.

    Foucault hablaba en "Estrategias de poder" de "retorizar la política" (volver a dar importancia a la retórica en política).
    ¿Dónde está el límite de ese "retorizar"?
    Quizás en la "teoría a priori" de Hoppe o en tus regularidades de lo político.
    Un fuerte abrazo y muchas gracias.

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  10. Gracias Jorge :-)
    1) Son derivaciones, racionalización ex post (Pareto). Y tienen diferente significado: el significado varía dependiendo del punto de observación: lo observado (actor social); observador (el investigador). Y los límites de racionalizaciones son históricos:
    en su capacidad para responder a los problemas de su tiempo. La circustancia (Ortega)
    2) Aún a costa de ser acusado de pedantería, he aquí el elenco de las regularidades, concepto teórico, no doctrinado, tomado de Gianfranco Miglio y que yo mismo he desarrollado e integrado: “persecución del dominio exterior” (Tucídides); “egoísmos concurrentes” (Maquiavelo); “presencia en todo sistema político del jefe que decide” (Bodino); “carácter fictivo de toda comunidad” y “raíz última de la representación política” en el intercambio entre protección y obediencia (Hobbes); “clase política” (Mosca, Pareto y Michels); “comunidad-sociedad” (Tönnies); “formas ideológicas de legitimación” (Weber); “oposición amicus-hostis” (Schmitt). A la lista he añadido el nombre de Michels, que comparte con Mosca y Pareto la intuición de la regularidad “clase política”. Hay otras regularidades que se pueden mencionar: “movimiento-institución” (Alberoni); “tradicionalidad”, como ineludible conjunto común de valores en torno a los cuales gira cualquier sociedad (Shils); “progreso-decadencia” (Sorokin). Naturalmente, como he precisado en Metapolitica, las regularidades individualizadas no abarcan –en ningún caso podrían hacero– todo el conocimiento político y sociológico, sino que constituyen un esquema general muy imperfecto: “verdades parciales” (Miglio) que favorecen, por otro lado de manera imperfecta, la visión metapolítica diferente u “otra”, como reza en el subtítulo de mi libro. Lejos de mi, para terminar, cualquier pretensión de tipo cientificista o, peor todavía, “perfeccionista”. (Cfr. C. Gambescia, Metapolitica, Edizioni il Foglio, 2009 pp. 28-29). Abrazo! :-)

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  11. Carlo, te agradezco mucho tu aportación.
    Es magnífica.
    Creo que demuestras que la verdad no es ajena a la política, pues a las regularidades no hay que temer llamarlas verdad.
    Enhorabuena.

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  12. El eminente profesor que firma con el pseudónimo de "Dionisio" me ha hecho llegar un comentario a las ideas expuestas por Dº Jerónimo y Dº Carlo que no puedo dejar de exponer aquí:

    "1.- Desde Hobbes, la política, que pertenecía a la filosofía práctica (cuya lógica era la retórica), ha pasado a formar parte poco a poco de la filosofía teorética. Es decir, ha desaparecido, pues la política concreta se refiere al tiempo presente (aunque se calcule a corto o medio plazo) teniendo en cuenta como máximas prudenciales las regularidades de la política (para el largo plazo). La política es, en este sentido, cliopolítica.

    2.- La retórica ha sido sustituida por la erística, hoy la propaganda masiva.

    3.- La metapolítica se refiere a lo que podrían llamarse las "ultimidades", si se quiere antropológicas, que ha de tener forzosamente en cuenta el político para atenerse a la realidad "efectiva" (Wirklichkeit), que no se agota en lo visible, y es accidental en este sentido. Por eso son inseparables la religión y la política, aunque sus objetos, lo sobrenatural y lo natural sean distintos.

    4.- La política es para dar seguridad y libertad y la única verdad política es, como dice Trevijano, la libertad política o colectiva, la verdad absoluta de la vida política (no de la vida "humana" en cuanto tal). Sin libertad política, puede subsistir la política exterior, pero no existirá en el interior aunque se llame así.

    5.- En suma, la política actual sería (hablando en general) pseudopolítica, salvo, y con reservas (por ejemplo la inspirada en las ideologías, incluida la de los derechos humanos), la política internacional.

    6.- El principal problema político sería hoy (al menos en Europa) el de fundar auténticos regímenes u órdenes políticos".

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  13. Me siento honrado de la contribución del Profesor “Dioniso”, eminente estudioso de la política.
    Estoy de acuerdo en todo. La vida de la "metapolítica" como disciplina es muy complicada. Por un lado, las regularidades no agotan toda la "realidad" (sensible y supersensible), por otro lado, si las regularidades se aplican sólo a la “realidad sensible” (¿cliopolítica?),
    el enfoque corre el riesgo de convertirse en reductivo y renunciar a una verdad superior.
    Qué hacer? Construir una teoría pura de el político (aunque no en el sentido de Kelsen)? ¿Por tanto, sólo teoría política (verdad parcial)? ¿O conecte metapolica y la metafísica (la verdad total)? La solución a este dilema (si existe una solución) es muy importante, porque, como acertadamentese escribe el profesor “Dioniso”, refiere a “el principal problema político [de hoy] (al menos en Europa) el de fundar auténticos regímenes u órdenes políticos”.

    Me disculpo por mi vacilante español

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  14. Su español es mucho mejor que el de muchos españoles, pues se entiende a la perfección.

    En cuanto al contenido del comentario, después de ver los debates electorales sería un gran avance que los políticos mentirosos dejasen de serlo y se ajustasen a las verdades parciales que ofrecen las regularidades de lo político.

    Decía Michel Foucault en referencia a sus discursos y análisis, que no le interesaban tanto los discursos como traslaciones más o menos reales o verdaderas de los hechos o fenómenos que analizaba, como que su discurso fuera de tal naturaleza que nos permitiese liberarnos de ese hecho o de ese objeto analizado.

    Con los dos últimos artículos y con todos los comentarios que se han hecho a los mismos, ojalá pudiéramos decir que hemos quedado liberados de los debates electorales.

    Quiero pensar que lo hemos conseguido, querido Carlo.

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  15. Ciertamente. Gracias, Jorge, por la oportunidad de conversar,"entre nosotros", de una manera tan inteligente y "elegante" :-)

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