Poco antes de comenzar la campaña electoral para las elecciones generales del 20 de diciembre, los líderes de los nuevos partidos consideran que el hecho de que el candidato del Partido Popular no quiera discutir públicamente con ellos le desacredita de antemano para dirigir el país.
"Nadie se imagina a un
presidente del Gobierno del siglo XXI
escondiéndose de un debate", ha dicho Albert Rivera.
¿Es esto cierto?
En realidad Rajoy mantendrá un
cara a cara con el dizque líder del PSOE.
¿Pero cuál es el motivo por el
que se niega a sostener un duelo a cuatro con Sánchez, Rivera e Iglesias?
¿Por conveniencia electoral, por
miedo a los rivales, porque tiene muchas cosas que hacer?, ¿quizás porque es más
feo y más viejo que el galán Albert?
Es posible que un poco de todo.
Sin embargo, existe una causa
que no he escuchado decir y creo que juega un papel importante en su decisión: la
vergüenza que le provoca tener que mentir delante de millones de
telespectadores una vez más, pues en mentir a destajo consiste un debate
electoral.
No quiero que se queden con la
impresión de que quiero comparar a Rajoy con Sócrates, el cual consideraba que no
valía la pena hablar más que si se quería decir la verdad. En ningún caso.
Pero conviene no olvidar que una
charla entre políticos a pocas fechas de dilucidarse quién gobernará España los
próximos cuatro años es una sucesión de discursos donde expresarse con
franqueza no está entre los objetivos de los intervinientes.
Si los sofistas nos enseñaron que cualquier discusión, lejos de buscar la verdad, supone confrontar distintas estrategias
con el único fin de alzarse con el triunfo en el duelo retórico, en un debate electoral la utilización del discurso como medio de lograr el poder alcanza el paroxismo.
Ahora bien, la cara amable de la
victoria tiene como reverso la derrota, pues quien se atreve a competir
dialogando corre el riesgo de perder.
¿Y quién puede asumir la
eventualidad de un fracaso por el mero hecho de "meter la pata" ante
millones de televidentes?
El que sabe que sus probabilidades
de ganar se acercan a cero.
Discurso como herramienta para
alcanzar el poder y escasas esperanzas de obtenerlo. Resultado: mentir y
mentir, no parar de engañar desde el primer segundo hasta el último, incluyendo
las pausas para introducir la publicidad.
En ese ruedo es obvio que el
candidato que parte como favorito no quiera torear.
¿Acaso podría contrarrestar las
mentiras con su verdad, con su trocito de verdad?
Rajoy podría demostrar que el
economista jefe de C´s, Garicano, es un tonto en dos o tres idiomas http://elunicoparaisoeselfiscal.blogspot.com.es/2013/02/del-capitalismo-al-politicalismo.html,
que luego del 20-D los escraches volverán de la mano de Podemos, que será
inevitable llevar más soldados a África, que espera atentados de ISIS, etc.
¿Pero a quién le importa la
verdad cuando uno de tus adversarios es un vendedor de crecepelos que hace gala
de su magnífica coleta o un catalán que dice saber cómo acabar con el insoluble
problema catalán?
La mentira sólo puede ser
neutralizada con una patraña mayor, más verosímil.
Estoy seguro que las huestes de Rajoy
le tienen preparado un carro de mentiras, pero ya no le quedan redaños para
formularlas en público y mirarse al espejo, entre otras cosas porque los embustes
tienen existencia física y dejan huella indeleble, te persiguen.
No, un político con pasado que
aspire a tener futuro no debe participar en una competición de trolas. Por respeto a sí mismo y porque en
esa batalla el más Pinocho de todos es el que gana.
Al fin y al cabo la famosa marioneta de madera no deja de ser cosa de niños, y aunque nada impide que un político quiera consolidar su carrera haciendo niñerías (a las pruebas me remito), a un Presidente de Gobierno se entiende que le dé vergüenza cometerlas, aunque sea en el breve plazo de una campaña electoral.
Quien le anime a librarse del pudor es un espía a sueldo de Dº Pedro J.
Al fin y al cabo la famosa marioneta de madera no deja de ser cosa de niños, y aunque nada impide que un político quiera consolidar su carrera haciendo niñerías (a las pruebas me remito), a un Presidente de Gobierno se entiende que le dé vergüenza cometerlas, aunque sea en el breve plazo de una campaña electoral.
Quien le anime a librarse del pudor es un espía a sueldo de Dº Pedro J.
UNA VERDAD
Aún no había colgado el artículo
en la red cuando me entero que el nacionalista extranjero Pablo Iglesias acaba
de decir en TV, dónde si no, que Podemos es el "partido que mejor puede
garantizar la unidad de España".
Sirva la anterior charlotada para entender por qué Sócrates nunca aceptó hacerse pasar por Pinocho, aunque éste es garantía de victoria en "prime time" sin necesidad de bajarse del
autobús.
twitter: elunicparaiso
Una amarga reflexión, pero exacta: comparto. Por lo tanto, la verdad es revolucionaria (Gramsci) :-)
ResponderEliminarHola Carlo.
ResponderEliminarComo era de esperar antes incluso de que se celebrase el primer debate, Rivera perdió e Iglesias ganó.
Es decir, ganó el Pinocho puro, el Pinocho chavista.
Ganó el que no paró de mentir.
Sin duda, Gramsci es un profeta.
Pero si la verdad hoy es revolucionaria, la Teología es el Manifiesto Comunista del siglo XXI.
¡Quién nos lo iba a decir!
Un fuerte abrazo y muchas gracias una vez más.
"Pero si la verdad hoy es revolucionaria, la Teología es el Manifiesto Comunista del siglo XXI." Touché. Abrazo!
ResponderEliminarPfff... si claro, Rajoy deja de ir a los debates por no mentir. Ajaja, si es que sois como niños.
ResponderEliminarLamento que no haya entendido lo que queríamos decir.
EliminarOtra vez será, amigo invisible.
Que tenga feliz día incógnito.