domingo, 11 de octubre de 2015

Zelig y la Zona Zero (I)

Si Magritte pintó una pipa y tituló el cuadro "Esto no es una pipa", yo me atrevo a decir que Pedro Sánchez no es Pedro Sánchez, sino Leonard Zelig, el protagonista de la película del mismo nombre creada por Woody Allen.  

El signo distintivo de Zelig era su potencial camaleónico, esto es, si visitaba a un chino se convertía "ipso facto" en más chino que el propio oriental, y si frecuentaba a un negro se volvía afroamericano en un abrir y cerrar de ojos.

Sánchez tiene esa mágica característica de simpatizar con el ecosistema político que cada día toque, hasta el punto de convertirse en uno más de la grey local.  

Es un honorable catalán en Cataluña, vasco vasco en el País Vasco, el izquierdista que no se atreve a condenar el chavismo cuando se acerca a Podemos, el centro central si tiene que hablar de C´s y el españolazo con la bandera más grande cuando es menester.

Pedro "Zelig" Sánchez es todo y todos, incluso su propio yo, Pedro Sánchez socialista o socialdemócrata, aunque éste papel le represente de manera esporádica y con creciente disgusto por lo rutinario de los guiones.   

De la misma forma que por distintas vicisitudes Leonard Zelig recupera por un momento su identidad y deja de mimetizarse con el medio, Pedro Sánchez asume su auténtica personalidad en breves lapsus temporales que suelen coincidir con el trance en que tiene que poner orden en su partido.
Ahí Sánchez demuestra lo que es, un auténtico socialista, ¿pues acaso hay algo más socialista que las purgas entre su militancia?  

Si queremos ser sinceros, Sánchez ejerce de socialista no sólo cuando depura a los camaradas, sino también cuando quiere poner distancia con su hermano oligarca, el Partido Popular.

Y es que si para Leonard Zelig es el amor el que rescata su personalidad, en política nada como la enemistad de los suyos o de los otros para devolver al político al mundo real.

No obstante, esas ordalías sectarias son una pesada carga para Sánchez, no tanto porque alguna vez fue compañero de viaje de los socialistas represaliados, ni porque los proclamados enemigos ideológicos del PP sean en realidad socios de un exitoso sindicato de intereses; sino porque la responsabilidad de asumir que es Secretario General del aburrido, viejo y corrupto Partido Socialista Obrero Español resulta un fardo demasiado oneroso para un hombre que aspira a caerle simpático a un país entero. 

Evidentemente no. Nuestro hombre sólo concibe un plan: olvidarse de Pedro Sánchez y retornar a Pedro Zelig. 
   
¿Pero cómo lograrlo? ¿De qué manera consigue, sin provocar demasiada hilaridad, entender los lunes el ignoto hecho diferencial catalán, los martes aparecer como el socio privilegiado del PNV, los miércoles lucir la coleta de la extrema izquierda, los jueves interiorizar los principios del centro progresista y los viernes, sábados y domingos enfundarse la enseña nacional?

La respuesta está a la altura del pedestre Sánchez: sacando a colación la reforma constitucional a todas horas.
  
La enmienda de la Carta Magna es el disfraz multiusos que le faculta para mimetizarse con sus enemigos declarados.   

Lo que no sabe Zelig Sánchez, el socialista que vive camuflándose porque lamenta tener que serlo, es que su reforma constitucional depara un efecto quizás no previsto por él y los suyos: será un catalizador desconcertante, la fuente de energía del universo ficticio de Stargate, el medio imprescindible para que España logre alcanzar un estado que definiré como la Zona Zero.

Si no se imaginan el significado político de esta Zona Zero tendrán que esperar al próximo artículo de la serie. 

@elunicparaiso

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