Para
solaz de grandes y chicos casi todos los días amanecemos con la buena nueva de que
ha aparecido otro genio de las artes y/o las ciencias.
Hoy
les quiero dar noticia de una persona que no llega a genio, le basta con ser
sabio.
Quizás
por eso no le conozcan, aunque realmente es una leyenda para quienes le leen o
le han leído.
No
le ha hecho falta ser catedrático en la capital para escribir un libro
memorable, “Julien Freund. Lo político y la política”, Ed. Sequitur. Con su
talento ha sido suficiente.
A
juicio de los escasos “gourmets” del pensamiento político español, es decir,
aquellos que apenas salvan una decena de los libros publicados al respecto
desde nuestra gloriosa Transición, el profesor Jerónimo Molina Cano es un experto mundial en polemología, lo que le ha asegurado ser un excedente de cupo en el reclutamiento de asesores
por parte de la clase política patria.
En
estas estábamos cuando descubrimos que el investigador Molina ratifica una idea, no por sabida menos sorprendente para un mundo ansioso de novedades
cotidianas: que no hay muchas cosas que decir al estar todo dicho.
Pero
él es un hombre de orden, y dado que el orden hoy significa producción, ha
acometido una tarea previa al silencio sin perder la aureola de dandy: un
diario, un pequeño volumen de memorias quizás, no desde la periferia, sino
desde las provincias del mundo.
El
libro se llama “Nada en las manos”, Ed. “Los papeles del sitio”, y pueden
encontrarle aquí http://jeronimomolinamenostodavia.blogspot.com.es/
Si
los Planetas publicaron un disco titulado “Una semana en el motor de un
autobús”, Molina ha estado bastantes más en los motores de todo tipo de
vehículos y bajo las bóvedas de unas cuantas bibliotecas hasta convertirse en el fundador de una ciencia: la antropología política forense.
Donde
nuestra “Ley de la Memoria Histórica” busca cadáveres unidimensionales, nuestro
Jerónimo indaga en la conducta de los mártires y de los victimarios de la
historia para descubrir las características de la personalidad política, tantas
veces demasiado aneja a la criminal.
Estudiando
pequeños detalles, anécdotas; basándose en comentarios, en recuerdos que le
sugieren los distingos lugares por donde la vida le lleva, llega a demostrar
que las patologías políticas son un poco producto de desórdenes clínicos de los
sujetos y casi todo de modelos culturales fabricados por ciegos que dicen ver.
Con
libros como “Nada en las manos” el silencio puede esperar, pues el autor tiene que organizar su Academia.
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