A vueltas con las alternativas al régimen
político vigente, me piden que aclare qué quise decir en el artículo titulado
“El 15-M grita ¡Pedrooo!”, cuando me refería a que para “alcanzar un Estado pésimo sólo hay que estar atentos a las
propuestas de los blogs más famosos de Derecho y del revés”.
Vamos a
ello.
El
28 de Mayo pasado se presentó un Manifiesto por la reforma de los
partidos políticos, cuyo objetivo
es recabar medio millón de adhesiones vía “change.org” para pedir en el Congreso una modificación
de la Ley de Partidos Políticos.
“La actual
Ley de Partidos está vacía de contenido, de forma que no garantiza en absoluto
la democracia interna de los partidos políticos”, dicen alguno de sus
promotores.
Añaden que
“el objetivo de la movilización es sensibilizar al país de que sin unos
partidos políticos diferentes, más democráticos y mejor controlados desde fuera
que los actuales no saldremos de la espiral en barrena en la que estamos
metidos”.
“El manifiesto tiene una sola idea: cambiar a los partidos
introduciendo en la agenda política esta importantísima cuestión. No entra en otras también muy importantes como, por
ejemplo, la reforma de Ley Electoral, la regeneración de las instituciones
democráticas, la separación de poderes, etc., etc., porque consideramos que la
cuestión de los partidos es previa a todas las demás.”. Literal.
Ya el propio Manifiesto proclama que “los partidos políticos no son entidades privadas como, por ejemplo, un club de fútbol, que pueden organizarse como mejor les plazca. Son entidades especiales a las que se les reconoce el monopolio de la representatividad política y que se financian con fondos públicos. Su funcionamiento tiene más trascendencia que el de cualquier empresa o sociedad recreativa”.
“En todos los países hay corrupción política, pero la
democracia interna en los partidos, la competencia entre los que son dirigentes
y los que aspiran a serlo y las obligaciones de transparencia impuestas por la ley permiten que los políticos corruptos
sean apartados con celeridad. En España esto no ocurre (…)”.
Finalmente enumera, supongo que a modo de brevísimo apunte, una serie de medidas y reglas de actuación que tendrían que formar parte de la solicitada nueva Ley de Partidos, sobre las que guardaré un prudente silencio.
Hasta aquí
el Manifiesto.
Dejando a
un lado puros dislates, como el de que “se les reconoce el monopolio
de la representatividad política” (no son los partidos sino las Cortes
Generales quienes representan al pueblo español, artículo 66 de la Carta Magna), el espíritu del mismo parte de la presunción de que si los
partidos políticos fuesen democráticos también lo serían las instancias en las
que participasen sus miembros.
Por eso coligen sus promotores que a pesar de que hay pendientes reformas importantes
(la reforma de la Ley Electoral, la separación de poderes…) “la cuestión de los
partidos es previa a todas las demás”, repitiendo el Manifiesto que “entre los
muchos cambios que hoy demanda nuestro sistema político, el más urgente es la
elaboración de una nueva Ley de Partidos Políticos (…).
Una suerte
de pensamiento mágico conduce a creer que si una organización (los partidos)
fuese democrática, todas las demás entidades políticas o sociales también lo
serían, unas por participación directa de los democráticos miembros de los partidos en ellas
(Cortes Generales, organismos administrativos), otras por puro mimetismo (sindicatos,
organizaciones empresariales…).
Esas
deducciones “Harry Potter” son las que llevan a los instigadores de la propuesta a
creer que obligando por ley a que los estatutos de los partidos
políticos sean democráticos, sería suficiente para romper la ley de hierro de la oligarquía de
Michels, esa que demuestra que en cualquier entidad (funcione con dinero
público o con gasolina de 95) siempre termina mandando una minoría defensora a
ultranza de sus propios intereses, aun a costa de los del resto.
Pero aunque la nueva Ley de Partidos que se propone acabara con la ley de la gravedad de las organizaciones, que no es otra que la ya citada ley de hierro de la oligarquía, ¿la función de las asociaciones políticas, sindicales o
empresariales en un sistema dizque democrático exige democracia
interna?, ¿necesita la democracia, democracia interna en los partidos?
No. Un no tan tan grande como la majestuosa catedral de Burgos.
¿Cuál es
la función de los partidos? Expresar el pluralismo político, concurrir a la
formación de la voluntad popular y servir de instrumento fundamental para la
participación política (art. 6 de la Constitución).
Pues bien,
ni uno solo de esos objetivos precisa la democracia interna.
Si
por llevar la contraria y hacer las cosas bien, un partido quisiera establecer que las decisiones de
sus órganos democráticos tuvieran que ser refrendadas por una comisión de veteranos
de probada "auctoritas", ese partido no será democrático sino aristocrático, pero ello no constituye
un impedimento ni para la participación política, ni para el pluralismo político,
pues éstos derechos dependen de que
exista libertad para constituir partidos, no de la democracia interna de los ya existentes.
Llevando el argumento al extremo, si un partido tuviera el deseo de que uno de sus miembros fuera su Presidente o máximo responsable ejecutivo de por vida, aunque no fuera necesariamente el de mayor virtud, como ocurre en España con S.M. Dº Juan Carlos I; ese partido tampoco podría ser calificado de democrático porque sería monocrático, pero no se vería perjudicado ni el pluralismo ni la participación política, pues si así fuera, la Monarquía española debería ser derrocada por ilegítima.
Llevando el argumento al extremo, si un partido tuviera el deseo de que uno de sus miembros fuera su Presidente o máximo responsable ejecutivo de por vida, aunque no fuera necesariamente el de mayor virtud, como ocurre en España con S.M. Dº Juan Carlos I; ese partido tampoco podría ser calificado de democrático porque sería monocrático, pero no se vería perjudicado ni el pluralismo ni la participación política, pues si así fuera, la Monarquía española debería ser derrocada por ilegítima.
El Manifiesto que analizamos es un reflejo
de la mentalidad estatista dominante, donde se pretende que los partidos
políticos sigan siendo órganos del Estado, controlados por el Estado y financiados
por ustedes a mayor gloria del Estado.
Los
partidos que resulten de la nueva Ley de Partidos que se propugna seguirán siendo igual de
oligárquicos que ahora, mientras que el sistema político será igual de democrático
o de antidemocrático que antes porque la democracia política es indiferente al funcionamiento interno de sus organizaciones.
Ahora bien, sí habría un cambio: un nuevo paso del Estado caníbal hacia un Poder más absoluto, pues se estaría dando carta de naturaleza a que el Estado adquiera poder de disposición sobre el funcionamiento de los partidos políticos, poniendo así fin a la autonomía de las organizaciones.
Nota para el jolgorio
constitucional.
Cuando se estaba elaborando la
Constitución se propuso que se adicionara al artículo 7 que “los colegios y
demás organizaciones profesionales” tuvieran una “estructura y funcionamiento
democráticos”.
Finalmente en el Dictamen de la
Comisión Constitucional del Senado (BOC de 6 de Octubre de 1978) se suprimió la
alusión, seguramente porque ya no cabían más sandeces, y a tal fin ya les bastaba con exigir que lo fueran los partidos, los sindicatos y las organizaciones
empresariales, que como todo el mundo sabe son faros que iluminan al mundo sobre
cómo reírse de la democracia interna.
twitter: @elunicparaiso
Totalmente de acuerdo Jorge. Poco más se puede añadir a tu reflexión...; salvo -abundando en ella- aquella máxima de que la democracia depende de un detalle tan minúsculo (obvio y obviado) como es el sistema electoral, y que ya dijera quien siempre cito. Lo demás: inventos del TBO. Un fuerta abrazo
ResponderEliminarGracias por el apoyo en la difusión del artículo. Eres muy amable.
EliminarHoy ha sido un día interesante.
He hecho lo que tú, entrar en los círculos donde los promotores del Manifiesto lo publicitan y enlazar el comentario.
Ha sido todo un éxito.
Objetivo cumplido.
"Yes, we can".
Un abrazo fuerte y muchas gracias.
La democracia necesita partidos que se financien de sus electores y no del presupuesto del estado. De ese modo el voto sería imperativo y no un cheque en blanco sobre un programa no vinculante. Lo que hagan o dejen de hacer internamente nos importa un pimiento a los electores. La piedra angular no es la democracia interna de los partidos, sino el modo de financión. Claro, es lo que ellos no quieren, igual que sindicatos de clase,o patronal de clase, dejar de vivir parasitando el estado.
ResponderEliminarNo sabe cuánto me alegra su comentario.
ResponderEliminarNo obstante, ¡qué difícil mantener el sentido común en estos días!
Como ve con el asunto del desgraciado Manifiesto, casi imposible incluso para los que pasan por ser la intelectualidad crítica.
A su disposición.
Muy interesante tu blog. ¡No desfallezcas! Solamente el título ya es un manifiesto en sí. Tocas los aspectos cruciales de la forma de humanidad que nos ha tocado vivir. Lo periférico es tan voluminoso, que es fácil perderse. Los paraísos fiscales son los espacios de libertad de nuestro tiempo, por eso el poder estatista, detestando la libertad, intenta demonizarlos moralmente, al igual que con lo que denominan economía sumergida.
EliminarPedro, muy amable por tu comentario.
ResponderEliminarSe trata de crear una comunidad en torno a las ideas que desde aquí se defienden.
Para ello se necesitan muchos comentaristas como tú.
Lo vamos a lograr.
Un saludo cordial.