6 de la tarde.
La necrológica que ha dedicado Miguel Ayuso a Dalmacio Negro ha levantado cierto resquemor entre alguno de los discípulos de éste.
En el artículo publicado en los
Anales de la Fundación Francisco Elías de Tejada, Ayuso comenta del profesor,
entre otras cosas, que “su orientación intelectual es difícilmente asible. De
profesión liberal, aunque de un liberalismo singular, en algún momento de su
trayectoria viró hacia posiciones diríase que conservadoras. Y no dejó de
cruzarse ocasionalmente en el camino con el mundo tradicional”.
Continúa diciendo que “quizá por
esa combinación de cualidades personales y eclecticismo intelectual, en los
últimos decenios de su vida alcanzó un notable influjo sobre jóvenes
generaciones de estudiosos de distintos sectores del llamando mundo católico…”.
Quien haya leído mi artículo “El líder de los
emboscados” en “La Gaceta de la Iberosfera” podrá comprobar que sólo puedo
estar de acuerdo con la apreciación de Ayuso sobre la “auctoritas” de Negro
Pavón.
No obstante, lo que ha provocado
el malestar ha sido la última frase del obituario: “Pero Dalmacio Negro tampoco
estaba particularmente preocupado por la taxonomía de las ideas”.
Si el profesor se ocupaba en sus
clases de que todos los conceptos difusos de la ciencia política fuesen
aclarados para devolver a cada idea su significado distinto y preciso, ¿cómo el
catedrático de Derecho ha podido escribir semejante despropósito?, ¿cómo puede
dar a entender que confundía las distintas escuelas de pensamiento? -se
preguntan-.
Desconozco el motivo por el que Ayuso
lo dice, pero creo que sí, que al más grande sumiller de los conceptos le
importaba un bledo la taxonomía de las ideas.
No obstante, el motivo es
sencillo, pues ser su mejor conocedor era la causa por la que le importaba un
bledo su clasificación.
8 de la tarde.
Hablo con un fino estilista de la prensa sobre fútbol y sus tácticas.
Cree que al Real Madrid sólo le
falta un lateral izquierdo que ejerza de interior para cerrar un círculo
virtuoso.
No digo que no, pero su
comentario me lleva a Ancelotti y al desprecio que provoca entre los teóricos
del balompié que se ganan la vida haciendo trajes a los demás: "eso no es así", "esto bueno", "aquél no tiene ni idea".
Ancelotti, el jugador que, junto
con Baresi, estuvo en el eje de los equipos de Arrigo Sacchi, el entrenador
olvidado del que beben todos los que facturan millones de euros explicando y
aplicando “el achique de espacios”; es calificado como un analfabeto de la
táctica, como un “alineador” cuyo mérito esencial consiste en dar palmaditas en
la espalda a sus muchachos mientras les pregunta, antes del entrenamiento, por
el vino que tomaron durante la cena la noche anterior.
¿Cómo se puede afirmar que el
hombre que estuvo en el corazón del orden del Milan de Sacchi es un imbécil
sistémico?
No son capaces de pensar que al
que llaman “Abuelotti” quizás le importe un bledo el orden táctico, la
taxonomía del juego y la madre que parió a los “panenkitas”, porque conoce
todos los enigmas de las estructuras y sabe mejor que nadie cuáles son sus
mediocres resultados en términos de acierto y verdad cuando no tienes a Van
Basten de 9 o a Paolo Maldini (no a Fran García ni a Camavinga) en el lateral
izquierdo.
Y si no, comprueben la
trayectoria profesional del teólogo de la táctica y segundo entrenador, Juanma
Lillo.
11 de la mañana del día siguiente
Hay quien puede llegar a creer que el hecho de que a Dalmacio Negro no le preocupase la taxonomía de los conceptos significa que los confundía. De la misma forma, hay quien considerará que Ancelotti, perdedor de algunas batallas históricas y ganador de memorables decenas de ellas, es un pobre diablo que ignora las reglas básicas de la ocupación del espacio en un campo de fútbol.
No obstante, a los de la faca en
la cintura que esperan en la esquina para ajustar cuentas les sale el tiro por
la culata con estos dos tipos, pues el supuesto menosprecio es la mejor loa.
Así, de la misma forma que al
sabio Dalmacio Negro no le preocupaba tanto la clasificación de las ideas
(liberales, tradicionalistas, conservadoras, estatistas…) como la conveniencia
de cada una de ellas en aras a la consecución del bien común en cada momento
histórico; Ancelotti, la extensión del genial Sacchi en el campo, no presta
excesiva atención a los diferentes sistemas de juego porque lo relevante es la
victoria con los jugadores disponibles, por encima de cualquier estructura
ideal.
En definitiva, relativizar la
taxonomía de las ideas o infravalorar el orden táctico sólo lo pueden hacer los
aristócratas del pensamiento o del juego, los maestros de su profesión que
olvidaron serlo en aras a un fin mayor, esto es, la simplificación de la complejidad
que logra el mejor resultado con los medios siempre escasos del artesano.
Uno de los grandes problemas de
Occidente no consiste en que no haya líderes o sabios, sino que los que hay ya
somos incapaces de reconocerlos.