Con ocasión del improbable Gobierno PSOE-Podemos se han multiplicado las informaciones sobre el pasado del Lenin de Vallecas y he tenido ocasión de escuchar distintas intervenciones televisivas suyas vía internet.
Una de las que más me ha llamado la
atención es este breve comentario de poco más de un minuto a favor de la pena de muerte como justicia democrática.
Después de verla más de una vez
sin dejar de asombrarme, me permito
preguntar: ¿puede el Rey de España aceptar sin degradarse más de lo
estrictamente necesario un Gobierno donde el tal Iglesias ejerza algún cargo?
Con la seriedad que requiere el asunto, no dudo en contestar que si lo hiciera no estaría en mejor posición que
Luis XVI después de los sucesos del 5 y 6 de octubre de 1789, a resulta de los
cuales el monarca fue obligado a trasladarse desde Versalles a París por una
turbamulta.
Luego de aquellas fechas Luis XVI
siguió siendo Rey de una manera tan deshonrosa que hoy todavía llama la
atención su indigno comportamiento, pues no sólo firmó, a pesar de su
desacuerdo, la Constitución civil del clero, sino que incluso aceptó la Carta Magna de 1791 que reducía su papel al de simple palafrenero de la Asamblea Nacional.
Con independencia de los posibles
desarreglos de personalidad del Borbón francés, lo interesante de su caso para
Felipe VI sería recordar para qué los Marat y compañía mantuvieron al Rey en el
trono a pesar de que le habían desposeído hasta del más nimio residuo de
poder ejecutivo.
No revelo nada nuevo si digo que
el motivo no fue otro que culpabilizarle de los males que los revolucionarios provocaban
a los ciudadanos, hasta el punto que cuando necesitaron usar la fuerza contra
el pueblo era el monarca quien firmaba los decretos.
Se trataba de hacerle responsable
de las órdenes decididas por otros en contra de su voluntad.
Oyendo a Pablo Iglesias en el
vídeo con el que inicio este artículo afirmo que idéntico papel es el que le reserva Podemos a Felipe VI hasta que ya no les sea útil y decidan, no ya guillotinarlo, sino simplemente
mandarle al exilio; esto es, obligarle a aceptar leyes y resoluciones con las que estará
disconforme, pero de las que será responsable en cuanto tendrá que sancionarlas
y promulgarlas (artículo 62 a) de la Constitución)
Quizás piensen que tragar
carros y carretas es la función de los reyes en las Monarquías contemporáneas.
No tendría que ser así, por ejemplo, si Felipe VI tuviese que expedir un
Decreto del Consejo de Ministros (art. 62 f) donde se convocase un referéndum
vinculante por la independencia de un territorio nacional, o dar el visto bueno a una reforma constitucional donde se dejase abierta esa posibilidad; pues el Rey es el
Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia (art. 56.1).
Si resulta obvio que cualquier
monarca puede aceptar a súbditos no afines como colaboradores, incluso casarse
con ellos si le pluguiera, sin merma de su autoridad siempre que le sean leales, también lo es que ningún ministro
o Presidente de Gobierno del Reino puede obligarle a sancionar normas contra las que esté en radical desacuerdo o que sepa que atentan contra los
intereses de la Nación o de la Monarquía.
Para que vean que no escribo para
epatar inventando cuentos de príncipes y malvados, me remito a un pequeño hecho ocurrido este mismo mes de enero que prueba lo que digo.
El Rey Felipe VI rechazó recibir
a la presidenta independentista del Parlamento de Cataluña para que ésta le
comunicase la investidura del presidente secesionista de la Generalitat.
Si el monarca no quiso ni
siquiera ver a la diputada catalana que venía a informarle de la mera
designación de Puigdemont como Honorable, ¿alguien cree que el Rey puede
aceptar ni siquiera como ministro a Iglesias, y salir indemne tanto su persona como su misión institucional, cuando éste ha declarado en cientos de ocasiones ante multitudes y en pequeño comité que a la menor ocasión que se le presente convocará un referéndum vinculante por la
independencia de Cataluña pactado con, entre otros, Puigdemont?
El episodio histórico que he traído a colación demuestra que es completamente absurda e inviable una situación política donde el Gobierno de la Monarquía se jacte de que el monarca debe ser guillotinado.
Tan ridícula fue con el Rey Luis XVI, que terminó sus días en el cadalso y atendiendo al nombre de Luis Capeto, como lo sería hoy si el tal Iglesias fuera nombrado ministro del todavía Rey Felipe VI, aunque alguno de los representantes políticos que llama a consultas se atreve a nombrarle ya como "ciudadano Felipe".
Con la entrada o no de Podemos en el Gobierno no está en juego la investidura de un Presidente, sino S.M. Felipe VI.
Un Gobierno PSOE-Podemos es el fin de la Monarquía Parlamentaria, más allá de que durante algún tiempo el ya amortizado titular de la Corona siguiese firmando con mala gana lo que los herederos "del bueno (?) de Jean-Paul Marat" (Iglesias escupe) le vayan poniendo por delante, y así disponer de un chivo expiatorio con el que justificar ante el pueblo los sufrimientos que le esperan.
¿Tendrá alguien que le advierta o ya lo sabe?
Con la entrada o no de Podemos en el Gobierno no está en juego la investidura de un Presidente, sino S.M. Felipe VI.
Un Gobierno PSOE-Podemos es el fin de la Monarquía Parlamentaria, más allá de que durante algún tiempo el ya amortizado titular de la Corona siguiese firmando con mala gana lo que los herederos "del bueno (?) de Jean-Paul Marat" (Iglesias escupe) le vayan poniendo por delante, y así disponer de un chivo expiatorio con el que justificar ante el pueblo los sufrimientos que le esperan.
¿Tendrá alguien que le advierta o ya lo sabe?
twitter: @elunicparaiso
Excelente artículo. Como italiano que no debo hablar por una señal de respeto a la institución más importante en la política española. Pero no puedo evitarlo: hay una expresión italiana, apropiado para el escenario esbozado por Jorge: "Re Travicello". Es una expresión idiomática de la lengua italiana. Se utiliza para indicar, a menudo en un sentido despectivo, una persona que ocupa una posición importante o de un funcionario, pero no tiene autoridad o capacidad suficiente para ejercer su poder. Su Majestad Felipe VI, sin embargo, tiene la autoridad. ¿O no?
ResponderEliminarHola Carlo.
ResponderEliminarPor supuesto que puedes hablar de la Monarquía Parlamentaria española.
¡Faltaría más!
Si Podemos entra en el Gobierno, a S.M. Felipe VI estoy seguro que podría denominársele "Re Travicello".
Y quizás de forma merecida.
No obstante, todavía conserva su autoridad intacta.
Si te soy sincero, supongo que tendrá a su alrededor algún consejero que le recuerde lo que le pasó al pobre Luis XVI, por lo que sigo creyendo que no contribuirá a la constitución de un Gobierno integrado por jacobinistas-leninistas.
En fin.
Veremos, querido Carlo.
Como siempre, muchas gracias por tus comentarios.
Hasta pronto.