domingo, 16 de septiembre de 2012

Si no deciden los mejores lo harán, inevitablemente, los peores.



             Los seguidores y comentaristas me inquieren para que concrete el tipo de aristocracia que supuestamente preconizo.
         Para despejar dudas al respecto, considero que la democracia es irremplazable como principio de legitimidad del Poder, esto es, si el Poder no es democrático no tendrá el consentimiento de los gobernados.
            Sin embargo, la democracia estará en peligro mientras presuma de actuar en nombre de un principio tan fantasmagórico como la “voluntad general”.

            Distintas alternativas desde el campo de la filosofía política intentan acercar el sagrado principio a su cumplimiento efectivo.

            Yo descarto que pueda realizarse porque nos encontramos ante un razonamiento falaz, esto es, incorrecto en sí mismo, inválido porque sus premisas no garantizan la verdad de su conclusión, por persuasiva que ésta sea. Veamos cuáles son esas premisas y la conclusión.

La voluntad general es buena.
La democracia es buena.
La democracia debe realizar la voluntad general.

          El problema de considerar válidas las falacias es que un razonamiento falaz puede sustituir con facilidad a otra falacia, mientras se escamotea una vez más la verdad dispensadora de paz espiritual.
           
       Un ejemplo de falacia que acabó con la democracia durante gran parte del s. XX en extensísimos territorios fue ésta:

La voluntad general es buena.
El comunismo (o el fascismo) es bueno.
El comunismo (o el fascismo) debe realizar la voluntad general.

            Ahora ningún totalitarismo está de moda, salvo excepciones asiáticas o caribeñas, pero lo estuvieron al amparo del argumento falaz que he expuesto, ¿o el fascismo y el comunismo no decían gobernar en nombre de la voluntad general?.  

          Para evitar que se repita lo ocurrido, para impedir que la democracia se agoste por la frustración causada por sus promesas incumplidas, no hay tarea más urgente que acabar con el razonamiento inválido en que ahora se sostiene.

          Y la falacia de su argumento radica en que la premisa de que la “voluntad general” es buena resulta totalmente falsa porque su realización es imposible, además de contraproducente.
           Imposible porque no se sabe lo que es, y contraproducente porque su función histórica ha sido y sigue siendo la de legitimar todo atropello de cualquier Gobierno (dado que éste es el representante de la voluntad general por elección popular, haga lo que haga, bueno o malo, tendrá el amparo de ser lo que en ese momento quiere la voluntad popular que lo eligió). 

         Llegados a este punto es donde debe entrar la aristocracia, no para sustituir a la democracia, sino para probar y destruir su razonamiento falaz.

 Así, las películas que cité en la anterior entrada http://elunicoparaisoeselfiscal.blogspot.com.es/2012/08/de-el-hombre-que-mato-liberty-valance.html demuestran que la voluntad general, por su misma inexistencia, es impotente, y que por tanto, si quienes deciden no son los mejores, inevitablemente lo harán los peores, que no son sino los que utilizan argumentos falaces (sutiles, persuasivos, pero mentirosos) como única forma que conocen para hacerse con el Poder.  

         La evidencia de esta máxima es el motivo de existir de la aristocracia, lo que convierte a ésta en imprescindible.
        
        Por tanto, la condición para que la democracia no se convierta (aún más) en demagogia, es la protección de los mejores, incluso contra lo que digan los arúspices de la voluntad general, que ni es general ni tiene voluntad. 

       En términos prácticos esto qué significa, pues la clave de bóveda del sistema consiste en hacer convivir el Gobierno elegido por el pueblo y la necesidad de la excelencia.

          La respuesta no puede pretender cuadrar el círculo sino atender a la lógica: los reconocidos como mejores dentro de cada ámbito socio-cultural deben estar representados en una pequeña pero solemne institución, cuyos miembros serán inamovibles. Esa institución deberá ser oída y atendida antes de que el representante de la voluntad popular pueda aprobar sus iniciativas legislativas.
       Y sin el acuerdo entre representación popular y dictamen aristocrático no podría haber nueva legislación.

     Se admiten mejores opiniones, y es obvio que mi propuesta no evitará decisiones equivocadas, en el sentido de injustas o escasamente beneficiosas, pues los mejores nunca lo serán tanto como para no errar. 
      Sin embargo, si las condiciones para la producción de las leyes fueran las que propongo, la democracia se convertiría en legítima "ad eternum", pues habría cesado en su intento de satisfacer una ilusoria voluntad general (recurso de embaucadores), y se centraría sólo en la búsqueda de lo mejor en cada espacio de su competencia.

      Qué sea lo mejor y cuáles las competencias, lo dejaremos para próximas entradas.
        
      A modo de conclusión, y echando mano de la imaginería pop, los superhéroes deben tener asiento en unas nuevas Cortes Generales. 

twitter: @elunicparaiso
           





8 comentarios:

  1. Parece que acabas de enunciar una ley de hierro o de bronce de la política, o más bien de la decisión: como en la política, que es poder, no existe el vacío, si no deciden los mejores, lo harán los peores (pues de una forma u otra hay que decidir). Como decía Freund del criterio de lo político de Carl Schmitt, lo que dices se parece a una "banalidad superior". Veo que te acercas, por otro lado, a una teoría del gobierno mixto. Te mando un abrazo desde Cartagena.

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  2. Gracias por enésima vez.
    Creo que el título de la entrada podría servir como banderín de enganche de la ruptura democrática.
    De esa manera la ley de hierro quedaría popularizada.

    Al calificarla como "banalidad superior" le has concedido estatuto de clásico. Y como todo clásico, la autoría se pierde en la historia, en la memoria.

    Si lográsemos derribar la falacia de la "voluntad general" creo que la democracia recuperaría gran parte de la legitimidad perdida.
    Se abriría el camino para los Gobiernos Limitados, que es lo que nos hace falta.
    Pero para ello necesitaríamos a una aristocracia que sostuviera esos Gobiernos Limitados frente al canibalismo del Estado.

    Como siempre querido amigo, gracias, gracias, gracias.

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  3. La aristocracia que planteas no existe más que en los comics de Marvel. A mí me sigue pareciendo que el problema princial son los partidos políticos y su famosa "disciplina de partido".

    En el comunismo, si no existiera "El Partido", no habría nigún problema.

    En la democracia, si no existiera el bipartidismo, no habría ningún problema.

    Simplemente porque todo el mundo votaría según sus ideas/valores/propio pensamiento y/o raciocinio personal.

    Entonces el problema de la política dejaría de ser relativo a si eres del Barça o del Madrid. Y dejaríamos que los medio-cerebros se quejaran de que no se hace la "voluntad general". Así unos se quejarían y otros actuarían. Todos contentos.

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    1. Querido comentarista y excelente anfitrión:
      Claro que el problema son los partidos, pero si no hubiera partidos habría otro tipo de agentes del Poder, igual o peores que los partidos.
      En definitiva, el problema es el Poder, no sus manifestaciones.
      Y me temo que el Poder está aquí para quedarse.
      Por eso considero necesario que su inevitable estancia entre nosotros sea controlada, dirigida por los mejores.
      Un abrazo y mil gracias por su constante participación.

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  4. El hecho de que intente responder a pregunta tan resbaladiza —quiénes son los mejores (aristos) para el funcionamiento de una sociedad y qué cualidades deben reunir —, y que tantas discrepancias puede plantear según los valores personales, me resulta elogiable.
    Creo, sin embargo, que no responde sino vagamente a la pregunta. Dice que los mejores son aquellos que están en una pequeña pero solemne institución, y lo están con carácter de inamovibles. Pero no menciona siquiera alguna de las cualidades que debería reunir aquel que ingresara en dicha institución. Y el término inamovible me produce mucha aversión.
    Dos son las cuestiones que plantea la elección de los mejores. Por un lado, las cualidades que deber reunir. Por otro, el acceso al círculo de poder.
    Respecto a las cualidades, creo que en las dos películas que plantea el concepto de mejor está intrínsecamente ligado no sólo a las aptitudes técnicas del héroe —la puntería de Tom Doniphon, y la fuerza de Batman— sino también a la cualidad moral de ambos de sacrificarse por la comunidad: asumiendo el anonimato (Tom Doniphon) o el desprestigio (Batman). En ambos, además, está presente ese lado oscuro, el asesinato del enemigo social, que en los casos que plantean estas películas es inevitable para el sostenimiento de la sociedad.
    El mejor no lo es tanto por estar técnicamente cualificado para la hazaña, que también, como por ser capaz de sacrificarse por la comunidad aun cuando ello suponga para él un grave perjuicio.
    Respecto al acceso a los círculos de poder, creo que deberían ser el resultado de pasar unos filtros que procuraran que sólo aquellos que cumplen las condiciones acordadas llegan a él.
    Por no extenderme, creo que la educación y la garantía de un control legal y social férreo sobre aquel que accede a un círculo de poder podrían contribuir a que las cualidades del aristos fueran lo habitual y no la excepción en una sociedad, de modo que la voluntad popular fuera cada vez más la expresión de esas cualidades. En mi opinión, lo que hace falta es más democracia y más educación. De modo que la voluntad de la ciudadanía pueda considerarse aristocrática.
    Actualmente, por desgracia, siguen vigentes en el caso español las concluyentes palabras de Wright Mills:
    “Los hombres de los más altos círculos no son hombres representativos; su elevada posición no es fruto de su virtud moral; su éxito fabuloso no está sólidamente relacionado con sus capacidades. Los que ocupan los sitiales de los altos y poderosos han sido elegidos y formados por medio del poder, las fuentes de riqueza, el mecanismo de la celebridad, que prevalecen en su sociedad. No son hombres seleccionados y formados por un servicio civil unido al mundo del saber y de la sensibilidad. No son hombres modelados por partidos nacionalmente responsables que discuten de modo abierto y claro los problemas que esta nació afronta ahora con tan poca inteligencia. No son hombres frenados por una pluralidad de asociaciones viluntarias que relacionan a los públicos polémicos con las cimas donde se toman las decisiones. Dueños de un poder sin igual en la historia humana, han triunfado dentro del sistema norteamericano de irresponsabilidad organizada.”
    Mills, W. C. (1956). La élite del poder. (Traducción de Florentino M. Torner y Ernestina de Champourcín).
    Un saludo,

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  5. Fumet, debo darle las gracias por su participación y la enhorabuena por su precioso blog.
    Su comentario enriquece la entrada y creo que los lectores y seguidores se beneficiarán de ello.

    Es cierto que respondo vagamente a la pregunta de quiénes deben ser los mejores, pues sólo pretendía demostrar la necesidad de su institucionalización política.

    De todas formas, creo que usted lo ha hecho mejor de lo que yo lo hubiera podido hacer.

    Me permito hacerle algunos comentarios.

    1. El filtro de acceso al poder no hace aristócratas, sólo los selecciona. Y de la selección sólo puede salir la excepción, esto es, el que no es como los demás porque es el mejor.

    2. Los mejores no necesitan filtros. Su ejemplo de vida sería suficiente, pues qué mejor filtro que la máxima popular "por sus obras les conoceréis".

    3. Hago mías sus palabras acerca de la necesidad de más democracia y más educación, pero para ello necesitamos una aristocracia del espíritu que impida la demagogia y evite la estabulación.

    Creo que el tema merece muchas revisiones que con su ayuda espero realizar.

    Sobre las palabras de Wright Mills que trae a colación sólo puedo contestarle: amén.

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  6. Yo creo que tu teoría no es correcta. No es que sea falsa, porque muchos de los argumentos que expones son ciertos, pero la deducción no es correcta.

    Totalmente de acuerdo en el punto de que el poder está para quedarse. Pero las manifestaciones tipo "partido político" que se dan en España son muy diferentes a las de otros lugares, por ejemplo, EEUU. Por ejemplo, la ley obliga a que los partidos políticos españoles tengan estructuras internas democráticas, basadas en aquello de "el voto libre, directo y secreto" sobre sus afiliados, pero resulta que esto se tamiza, se oculta, se criba, todo a través de procedimientos opacos, falta de acceso a censos, compromisarios, .... La manifestación de ese ideal de partido político en España deja mucho que desear. Y por mucho que formen parte de la solución -democrática- no quiere decir que no tengan gran parte de culpa.

    Respecto lo que afirmas del gobierno de aristos o aristocracia, tampoco comparto mucho opinión. Es evidente que las acciones de los hombres influyen en el devenir de la Historia, y no son cosas raras, extrañas o ajenas las que toman las decisiones clave que llevan a naciones completas al éxito o la ruina. Así, los personajes de las películas que indicas toman decisiones clave, pero no conforman, ni por asomo, una aristocracia. Si uno estuviera allí en aquel momento, viviendo en aquellos días, nunca definiría a esos personajes como aristócratas. Son sólo personas que estaban allí, en el momento oportuno y tomaron una decisión correcta, no los guardianes de la paz y el orden, ni los más sabios, ni los más conocidos, ....

    La verdad es que los sistemas democráticos que más perduran son aquellos en los que hay un reparto balanceado del poder -que viene a quedarse- y donde unos a otros se ponen límites sin que ninguno llegue a dominar a los demás. Eso es lo que se hace en el reparto del poder entre cámaras legislativas e instituciones ejecutivas y judiciales. Incluso hay regímenes donde las cámaras se dividen en dos, una destinada al pueblo llano y otra a los sabios, ancianos o senado -nada que no sepamos- cosa que no evita que, en democracias como la nuestra, el poder ejecutivo aglomere, en la práctica, todo el poder.

    Atenas, la primera democracia histórica, cayó víctima de los demagogos, la enfermedad y la guerra, pero hay que recordar que la peor decisión la tomó Pericles, paradigma de esa aristocracia que postulas, cuando declaró una guerra totalmente innecesaria a Esparta.

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  7. Debemos partir de una premisa: el exponencial crecimiento del Poder le ha convertido en caníbal.
    Por tanto, toda reducción del mismo la considero buena.

    ¿Cuál es la causa de su crecimiento?.
    Principalmente porque dice actuar en nombre de la voluntad general, sea lo que fuere esa "voluntad general".
    Bajo esa falaz premisa, el Poder no admite resistencia alguna: sólo hay lugar para el Poder y para el pueblo al que dice representar.

    Conclusión: ni los partidos políticos, ni el Legislativo, ni el Judicial podrán actuar contra el Poder porque son parte del Poder.
    Y por ello, lo que hacen es reforzar el Poder, no contrarrestarlo.

    En estas circunstancias, creo que sólo la destrucción de la falaz idea de la "voluntad general", mediante la demostración de que el Poder se representa a sí mismo; permitirá y legitimará la aparición de órganos de control del Poder.

    ¿Quiénes podrían acabar con el mito del "buenismo" de la "voluntad general"?.
    Los mejores.

    ¿Cuáles deberían ser los órganos de control del Poder?.
    Órganos de representación de los mejores.

    ¿Por qué de los mejores?.
    Porque la existencia de los mejores es incompatible, por su misma naturaleza, con la continuidad del Poder caníbal, actual órgano de expresión de lo peor.

    Muchas gracias por su comentario. Espero que siga haciéndolos. Un fuerte abrazo.

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