La manifestación de hace unos
días en Barcelona en la que miles de personas apoyaban la desobediencia de los
más altos cargos políticos de la región a las leyes españolas ratifica lo
evidente: los independentistas de Cataluña se consideran una excepción.
¿Pero qué es la excepción?
No creo que nadie, aunque tenga
apego a la rutina, pueda oponerse a lo insólito.
Es más, como ya dejó dicho Carl
Schmitt, la excepción no sólo confirma la regla, sino que ésta vive de aquélla.
Y es que incluso en el lugar
privilegiado de la norma, el Derecho, todo son excepciones.
Así, frente a las acusaciones, la
defensa del reo lo único que expone y solicita son atenuantes y eximentes,
causas que impiden la aplicación de la ley al caso concreto o que motivan que
se ejecute de una manera distinta de la habitual.
Bajo estas circunstancias, la
excepción se plantea como administración "justa" de la regla.
Acabáramos: lo justo es la
excepción.
Esto es lo que vienen a decir los
catalanes sediciosos.
La cuestión es por qué la
respuesta de los españoles a los independentistas no se plantea
desde el punto de vista de la peculiaridad.
La excepción no debe considerarse
sólo como elemento antijurídico que viene a quebrar las normas, sino también como
factor no previsto en la regularidad de las leyes humanas y divinas.
Si España como nación tiene un sinfín
de argumentos para oponerse al separatismo, también está en una posición
favorable para dar la batalla donde los levantiscos se creen seguros, esto es,
la reivindicación de lo raro, el derecho a la novedad.
Y para ello España debe presentarse
como la excepción máxima.
Un hecho como España ocurre rara
vez, pues lo que hoy consideramos la normalidad de la nación española nace de múltiples excepciones consistentes en la decisión de poner fin al desorden natural de las cosas en distintos momentos históricos.
Con el añadido de que lo logra: España es
la excepción a la rutina (nada es más habitual que el caos) porque a la decisión
le acompaña el éxito de hacer posible el cumplimiento regular de sus leyes durante
siglos en un territorio que considera suyo.
¿Cabe mayor extravagancia?
Se puede entender que otras
excepciones quieran oponerse a España por considerarla añeja o capitidisminuida.
Pero sin el planteamiento de
España como "excepción excepcional" la batalla política sobre la unidad del país
empieza el partido perdiendo dos a cero.
No entro a discutir si la geografía que hoy reclaman para sí los sediciosos fue o es una excepción, porque de lo que no hay duda es que si lo fuera ha sido fallida. Tanto histórica como política como ideológicamente.
No entro a discutir si la geografía que hoy reclaman para sí los sediciosos fue o es una excepción, porque de lo que no hay duda es que si lo fuera ha sido fallida. Tanto histórica como política como ideológicamente.
España supone una auténtica excepción frente a esa pretendida singularidad catalana, que en realidad no deja de presentar una monotonía indiscutible,
esto es, el hábito de Cataluña de fracasar como entidad política independiente.
¿La sucesión de frustraciones del "hecho diferencial" catalán modelo de éxito, ideal a perseguir?
Me quedo con la locura de la excepción
española que creó su propia mesura: España.
twitter: @elunicparaiso