El 29 de septiembre de 2012 se publicó en este blog un artículo referido a la
aprobación por la falange independentista del Parlamento de Cataluña, el 27 de septiembre de ese mismo año,
de una propuesta que era una formal declaración de enemistad contra el resto de
España.
En
ella se instaba al Gobierno que saliese de las elecciones autonómicas del 25 de
noviembre de 2012 a convocar un referéndum secesionista, pues Cataluña debía
"iniciar su transición nacional basada en el derecho a decidir".
Dado
que durante la presente legislatura el Gobierno de la Generalidad no ha podido celebrar
el citado referendo (lo ocurrido el 9 de noviembre de 2014 no pasó de un
gigantesco simulacro), quiere aprovechar la convocatoria de nuevas elecciones
regionales el 27 de septiembre de 2015 (no por casualidad tres años exactos
después de la declaración de enemistad de 2012 de una parte del Parlament al resto de España) para transformarlas en un plebiscito por la independencia.
Con
ese fin el actual Presidente catalán ha dejado en un segundo plano a su partido,
CDC, al objeto de conformar e incorporarse como número cuatro a una lista
integrada por personas de todo pelaje político, aunque unidos por la finalidad de
lograr la "desconexión" de España.
La
voluntad de convertir unas elecciones legislativas en un plebiscito, y la
fusión de los partidos CDC y ERC en una lista única encabezada por un comunista
que, sin embargo, no presidirá la Generalidad en caso de obtener la mayoría,
pues ese honor se le reserva el número cuatro Artur Mas, ratifica lo que es un
secreto a voces: Cataluña está gobernada por partisanos.
Decir
esto puede no significar nada a muchos de nuestros lectores. No obstante, el partisanismo de la Generalidad explica las
teóricas extravagancias de ésta durante los últimos años, pero sobre todo la
dificultad del Gobierno central para poner fin al proceso soberanista.
Por
ello es necesario definir brevemente cuáles son las características de una
política partisana (ver "Teoría del partisano", Carl Schmitt. Ed. Trotta. 2013).
En primer lugar,
su carácter irregular.
La
irregularidad se concreta en desobedecer la ley que no le conviene y en
aprovechar la que le interesa.
Así,
y a modo de ejemplo, el partisano Mas aprovecha el amparo legal que le otorga
el derecho de convocar elecciones
destinadas a elegir personas que elaboren leyes de ámbito regional, para incurrir
en un fraude de ley, esto es, convocar un plebiscito "de facto" por
la secesión de Cataluña.
En segundo lugar, el partisano acentúa su
compromiso político para diferenciarse del vulgar delincuente.
En realidad
Mas no incumple menos la ley que un preso común. De hecho la incumple más y con
mayor gravedad. Su única diferencia con el recluso es que Mas se jacta de que
sus delitos no los comete en interés propio sino por el bien de su pueblo.
Si
no disfrazara su actividad delincuencial con un manto teológico-político (recuperar
la libertad perdida de su tierra) Mas no pasaría de ser un forajido de poca
monta.
La tercera característica, derivada de la
anterior, es la criminalización del otro, su identificación con el mal
absoluto.
La
intensificación del compromiso político, el carácter sagrado de la lucha
política del partisano convierte automáticamente en enemigo total a cualquiera
que se atreva a oponerse. Es un combate
entre buenos y malos donde al malo lo mejor que le puede pasar es que huya.
Cuando
el fin último no es ni más ni menos que "el pueblo de Cataluña pueda
determinar libre y democráticamente su futuro colectivo" (declaración del
Parlamento de Cataluña de 27 de septiembre de 2012) ¿qué otra cosa pueden ser los españoles que no
se doblegan a la voluntad del autoproclamado pueblo catalán sino ladrones de
masas ("Espanya ens roba") o "hooligans" (Mas el 22 de
julio en el Parlament) que hablan un idioma que debe desaparecer y cuyos
símbolos nacionales deben ser demonizados en aquelarres multitudinarios?
En
resumen, la política partisana es un método de lucha irregular, cuyos fines superiores
(salvar la patria o realizar el paraíso en la Tierra) exigen el sacrificio
propio en aras de la victoria, y por ende, la consideración de enemigo absoluto
del que se niegue a colaborar.
El
problema de la política partisana es que es la más difícil de combatir para
cualquier Estado, pues los instrumentos que
éste puede utilizar deben someterse a dos condiciones ineludibles: respetar la
más estricta regularidad (Estado de Derecho y Tribunales de Justicia, igualdad
ante la ley) y la neutralidad axiológica (todos los valores son aceptados).
Es
la extrema complejidad de contrarrestar una política partisana con los medios
del Estado de Derecho lo que explica la sensación de fracaso e incapacidad del
Gobierno de Rajoy para desactivar la ejecución del plan soberanista de Mas.
Es
esa dificultad lo que motivó la consulta de Rajoy a Felipe González en vísperas
del simulacro del 9-N para que le aconsejara cómo evitarla. González tampoco
tuvo la varita mágica.
Rajoy
utilizó todas las competencias que el Estado le otorga para anular la ley catalana
que convocó el plebiscito ilegal del 9-N (Abogacía del Estado, Tribunal
Constitucional), pero la consulta se celebró aunque había sido suspendida de manera cautelar.
Es
muy probable que ustedes duden de que el Presidente del Gobierno utilizase realmente todo lo que tenía para evitar que
los colegios electorales abriesen el 9-N.
Sin
duda pudo valerse de la fuerza y no lo hizo. O aplicar el artículo 155 de la
Constitución.
¿Pero
se puede combatir irregularidad (política partisana) con regularidad (Estado)?
Difícil.
¿Y
se puede confrontar eficazmente, repito, eficazmente, una reclamación partisana
pacífica (votar) con la fuerza estatal? Más difícil aún.
Creo
que hemos dejado planteado el dilema, que no es sólo la conversión de las
elecciones legislativas autonómicas catalanas del 27 de Septiembre de 2015 en
un plebiscito por la independencia, sino cómo gestionar el día después sea cual
sea el resultado, cómo controlar por
medios regulares a un Gobierno periférico que seguirá comportándose de forma
irregular aunque el cielo se hunda (¿cumplirá el próximo Gobierno catalán,
aunque fracase el intento secesionista, las sentencias del Tribunal Supremo
respecto a la política educativa y lingüística?).
En
suma, la encrucijada reside en cómo puede un Estado de Derecho neutralizar a un
Gobierno partisano.
En
el próximo artículo propondremos las nada fáciles alternativas.
twitter: @elunicparaiso
Excelente. Yo añadiría - simplificando, quizás demasiado - que estamos ante el clásico enfrentamiento entre el poder constituido (Madrid) y el poder constituyente (Barcelona) ... ¿Quién va a ganar? El "partido" que tiene la fuerza "muscolar" (y sabe cómo usarla: de tiempo en tiempo, como un zorro o un león,), "fuerza" para ir "hasta el final". No es fácil...
ResponderEliminarGracias Carlo.
ResponderEliminarCreo que estamos ante algo que va más allá del caso español.
Y para lo que no hay tratamiento porque el Estado no sabe qué hacer.
Rajoy ha manifestado que utilizará la Constitución para solucionar el desafío.
Es decir, como el 9 de noviembre pasado.
O lo que es igual: el desafío continuará.
Como bien dices, no es fácil.
Grave problema sin solución definitiva. Como tantos.
Intentaré hacer alguna aportación en la segunda parte del artículo.
Un cordial saludo y muchas gracias por el interesante comentario.
Exactamente: "el Estado no sabe qué hacer." Un cordial saludo y muchas gracias a ti ;-)
ResponderEliminarTodo una mascarada, el palo y la zanahoria. ¡¡¡Como que va a dejar la teta de ESPAÑA!!! la rata separatista (por fuera) catalana o vasca a la que llevan chupando la sangre desde hace siglos como puercas garrapatas. LLevo 45 años viviendo en la cloaca catalana, conozco el paño. Y LOS PEORES SEPARATISTAS SON LOS ESPAÑOLES DEL RESTO DE ESPAÑA, su cobardía es repugnante. Con solo un brutal bo icot al producto catalán que los arruinara para cien años, se les acababa las ínfulas. Pero ESPAÑA mi Patria a seguir sufriendo, pues ojito separatista que somos muchos que nada tenemos que perder. BOICOT PERMANENTE AL PRODUCTO CATALÁN. No cejad.
EliminarBuenos días y gracias por el comentario.
Eliminar¡Cómo no voy a estar de acuerdo con que los peores separatistas son casi todos los políticos españoles!
La vía económica sí creo que puede servir para contrarrestar a la falange racista catalana.
Aunque no sé si el boicot es la más acertada. No lo he pensado.
Cordial saludo.