sábado, 20 de febrero de 2016

El Presidente seguirá siendo la Audiencia Nacional

         
        Las "performances" judiciales de los últimos días contra el PP de Madrid que han provocado la dimisión de Esperanza Aguirre han sido ejecutadas tan "ad hoc" que ha sido inevitable que los periodistas más independientes hayan llamado la atención sobre su intencionalidad política.

         Sólo encuentro la palabra "performance" para caracterizar que unas horas antes de que declarase la tal Aguirre en una comisión parlamentaria sobre corrupción, un teatrillo de "los hombres de Harrelson" compareciese, con abuso de iluminación, en la sede del exangüe Partido Popular para llevarse ¡un ordenador!

         Ante la ausencia de autos de detención o de busca y captura supongo que el mensaje que los artistas que participaron en la función querían transmitir a Aguirre era el macabro "no nos hemos olvidado de ti".   

        El lector asiduo del blog recordará que en octubre de 2014 ya escribimos un artículo al respecto de las causalidades políticas de determinadas instrucciones penales, dicho sea con el debido respeto y en términos de estricta defensa, ya que puestos a judicializar hagámoslo hasta con el lenguaje.
      En aquél post aventuramos que "Punica Granatum" era la forma más segura de acabar con Esperanza Aguirre, sí; pero también con el estorbo de Tomás Gómez. 

http://elunicoparaisoeselfiscal.blogspot.com.es/2014/10/punica-granatum.html

         El socialista Gómez no resistió ni veinticuatro horas. Aguirre se dio cuenta la semana pasada que era inútil seguir haciéndolo.  

         La señora Esperanza no debería sentirse un bicho raro, pues cada vez que la líder del PSOE Susana Díaz viene a Madrid para salirse un poquito del tiesto, horas antes se celebra otra "performance" de los ropones a cuenta de los famosos "l-ERE-les".
         Les invito a que sigan a la "femme" porque se toparán en el momento más inoportuno para las aspiraciones políticas de la interfecta con la compañía que viste de negro.   

         El caso Rato por exceso (teatro pánico) y el de Pujol por defecto (haiku) son episodios de la misma comedia del arte de hacer política a golpe de "performances" judiciales.  

         Y así llegamos hasta la Presidencia de Gobierno, la pieza de caza mayor que auguro no dejarán escapar por mucho que intente zafarse.
         "No me dejaré presionar por poderes económicos o mediáticos" dijo Rajoy, pero no tendrá más remedio que ceder ante los togados. O quizás no.

        España vive una revolución política no declarada, pero casi idéntica a la ocurrida en Italia en los años 90, el famoso "Mani Pulite".
         Y digo casi porque la revuelta transalpina tuvo su líder, el juez milanés Antonio di Pietro, mientras que en España quien estaba predestinado a ser el caudillo, Baltasar Garzón Real, que sin duda habría adoptado el nombre de guerra de "Querido Emilio", quedó fuera de combate en las primeras escaramuzas.

         No obstante, que no tenga cabeza visible y ande pobre de objetivos no significa que carezca de infantería.
         De hecho lo único que tiene son compañías de zapadores.

         El espectáculo es de un aburrimiento atroz en tanto mil veces visto, pues el futuro está escrito en el fracaso pasado y presente de Dº Toni Di Pietro, víctima, y van..., de la todopoderosa ley de hierro de la oligarquía.

         La incógnita por despejar de la revolución es si la contrarreforma podrá salir adelante.

         ¿De qué hablo?

         De despenalizar los delitos vinculados a la financiación ilegal de los partidos políticos con efectos retroactivos. La "ley del perdón" a la que me referí en otro artículo pronosticando que sería introducida de matute con motivo de la nueva Constitución. http://elunicoparaisoeselfiscal.blogspot.com.es/2015/10/habiamos-dejado-el-articulo.html

         ¿Creen que estoy loco?

         Me limitaré a recordar un pasado no tan lejano, el Decreto-Ley que el Gobierno Amato aprobó en Italia en 1993 como solución política a los escándalos de corrupción que "Mani Pulite" sacó a la luz y que bloquearon al país.
       El Presidente de la República, Scalfaro, se negó a firmar el decreto gubernamental y nunca entró en vigor aquélla despenalización.  
        
         Con la experiencia de más de dos décadas, y luego del tremendo lastre que el "horizonte penal" de Berlusconi supuso para sus Gobiernos, ¿se equivocó Scalfaro?

       El Decreto Amato, obra de su Ministro de Justicia, a la sazón hombre de Estado y prestigioso jurista independiente, Giovanni Conso, no pretendía dejar sin castigo a los políticos corruptos, sino la certeza de una sanción administrativa y económica inmediata sin procesos interminables.

         Justo lo contrario del Gobierno de los jueces del que gozamos, donde los procesos se eternizan décadas sin garantía de condena penal.

         En Italia y en los primeros años 90 el Gobierno residía en Roma, pero el poder estaba en los jueces de Milán.

        Hoy el Gobierno "de iure" de España tiene su sede en La Moncloa, pero el Gobierno "de facto" seguirá estando en la Audiencia Nacional.      

    Quién logrará imponerse es el único aliciente de esta revolución bufa, de esta farsa, pues siguiendo el argumento de autoridad de Marx, sólo de farsa puede calificarse a una historia repetida.


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lunes, 1 de febrero de 2016

¿Aceptará el Rey ser el ciudadano Felipe?


Con ocasión del improbable Gobierno PSOE-Podemos se han multiplicado las informaciones sobre el pasado del Lenin de Vallecas y he tenido ocasión de escuchar distintas intervenciones televisivas suyas vía internet.


Después de verla más de una vez sin dejar de asombrarme, me permito preguntar: ¿puede el Rey de España aceptar sin degradarse más de lo estrictamente necesario un Gobierno donde el tal Iglesias ejerza algún cargo?

Con la seriedad que requiere el asunto, no dudo en contestar que si lo hiciera no estaría en mejor posición que Luis XVI después de los sucesos del 5 y 6 de octubre de 1789, a resulta de los cuales el monarca fue obligado a trasladarse desde Versalles a París por una turbamulta.

Luego de aquellas fechas Luis XVI siguió siendo Rey de una manera tan deshonrosa que hoy todavía llama la atención su indigno comportamiento, pues no sólo firmó, a pesar de su desacuerdo, la Constitución civil del clero, sino que incluso aceptó la Carta Magna de 1791 que reducía su papel al de simple palafrenero de la Asamblea Nacional.

Con independencia de los posibles desarreglos de personalidad del Borbón francés, lo interesante de su caso para Felipe VI sería recordar para qué los Marat y compañía mantuvieron al Rey en el trono a pesar de que le habían desposeído hasta del más nimio residuo de poder ejecutivo.

No revelo nada nuevo si digo que el motivo no fue otro que culpabilizarle de los males que los revolucionarios provocaban a los ciudadanos, hasta el punto que cuando necesitaron usar la fuerza contra el pueblo era el monarca quien firmaba los decretos.

Se trataba de hacerle responsable de las órdenes decididas por otros en contra de su voluntad.

Oyendo a Pablo Iglesias en el vídeo con el que inicio este artículo afirmo que idéntico papel es el que le reserva Podemos a Felipe VI hasta que ya no les sea útil y decidan, no ya guillotinarlo, sino simplemente mandarle al exilio; esto es, obligarle a aceptar leyes y resoluciones con las que estará disconforme, pero de las que será responsable en cuanto tendrá que sancionarlas y promulgarlas (artículo 62 a) de la Constitución) 

Quizás piensen que tragar carros y carretas es la función de los reyes en las Monarquías contemporáneas.

No tendría que ser así, por ejemplo, si Felipe VI tuviese que expedir un Decreto del Consejo de Ministros (art. 62 f) donde se convocase un referéndum vinculante por la independencia de un territorio nacional, o dar el visto bueno a una reforma constitucional donde se dejase abierta esa posibilidad; pues el Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia (art. 56.1).

Si resulta obvio que cualquier monarca puede aceptar a súbditos no afines como colaboradores, incluso casarse con ellos si le pluguiera, sin merma de su autoridad siempre que le sean leales, también lo es que ningún ministro o Presidente de Gobierno del Reino puede obligarle a sancionar normas contra las que esté en radical desacuerdo o que sepa que atentan contra los intereses de la Nación o de la Monarquía.

Para que vean que no escribo para epatar inventando cuentos de príncipes y malvados, me remito a un pequeño hecho ocurrido este mismo mes de enero que prueba lo que digo.

El Rey Felipe VI rechazó recibir a la presidenta independentista del Parlamento de Cataluña para que ésta le comunicase la investidura del presidente secesionista de la Generalitat.

Si el monarca no quiso ni siquiera ver a la diputada catalana que venía a informarle de la mera designación de Puigdemont como Honorable, ¿alguien cree que el Rey puede aceptar ni siquiera como ministro a Iglesias, y salir indemne tanto su persona como su misión institucional, cuando éste ha declarado en cientos de ocasiones ante multitudes y en pequeño comité que a la menor ocasión que se le presente convocará un referéndum vinculante por la independencia de Cataluña pactado con, entre otros, Puigdemont?

El episodio histórico que he traído a colación demuestra que es completamente absurda e inviable una situación política donde el Gobierno de la Monarquía se jacte de que el monarca debe ser guillotinado.

Tan ridícula fue con el Rey Luis XVI, que terminó sus días en el cadalso y atendiendo al nombre de Luis Capeto, como lo sería hoy si el tal Iglesias fuera nombrado ministro del todavía Rey Felipe VI, aunque alguno de los representantes políticos que llama a consultas se atreve a nombrarle ya como "ciudadano Felipe".

Con la entrada o no de Podemos en el Gobierno no está en juego la investidura de un Presidente, sino S.M. Felipe VI. 

Un Gobierno PSOE-Podemos es el fin de la Monarquía Parlamentaria, más allá de que durante algún tiempo el ya amortizado titular de la Corona siguiese firmando con mala gana lo que los herederos "del bueno (?) de Jean-Paul Marat" (Iglesias escupe) le vayan poniendo por delante, y así disponer de un chivo expiatorio con el que justificar ante el pueblo los sufrimientos que le esperan. 

¿Tendrá alguien que le advierta o ya lo sabe?


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