lunes, 25 de febrero de 2013

Del capitalismo al "politicalismo".



            Famosos profesores de Economía escribían a finales de Julio de 2012 a raíz de la crisis del euro cosas como estas: “lo que no es obvio es si no es (sic) ya demasiado tarde para solucionar NADA (las mayúsculas son del autor del blog). España está en una situación desesperada, que se deteriora a cada minuto”.
            “Mi propuesta a Rajoy: que agarre este documento, o algo parecido, REALISTA pero suficiente, lo acuerde con Hollande y Monti, y le haga una propuesta conjunta a Merkel”. Qué duda cabe que Rajoy acuerde con Hollande y Monti y convenza a Merkel es realismo puro. Tanto, que alcanza la categoría de surrealismo.
            “Es ahora o nunca. Como en Julio de hace ya casi un siglo (se supone que se refería al asesinato del heredero del imperio austro-húngaro en Sarajevo el 28 de Junio de 1914), Europa se aproxima medio dormida a un desastre de proporciones impredecibles”.

            Unos días después de publicadas las anteriores frases, el Presidente del Banco Central Europeo (BCE), Dº Mario Draghi, declaró que el banco que preside "hará todo lo necesario” para salvar a la zona euro, añadiendo además que “será suficiente”.      
            ¡Y voto a bríos que lo fue!, pues pasados siete meses desde el anuncio de que a la mañana siguiente Europa quebraba y desaparecía el euro, éste se cambia a razón de 1,32 dólares USA en el momento en que escribo. 
           
            Con independencia de que no haya cura para la enfermedad que ataca con especial ardor a los profesores españoles que peroran desde Londres, tan secreta como dañina y conocida con el nombre de “fiorismo” en honor a Joaquín de Fiore (profeta y abad calabrés del s. XII que anunciaba la llegada del Espíritu Santo a la Tierra, y con ello el fin de la historia, que no se demoraría más allá de mediados del s. XIII), lo que el caso revela es que el funcionamiento natural del mercado es impotente frente a las decisiones del Poder. 

            Draghi proclamó “urbi et orbi” que haría algo para garantizar la supervivencia del euro frente a las dudas de las supuestamente todopoderosas plazas financieras que pronosticaban quiebras sistémicas a la luz del análisis de los principios clásicos de la economía de mercado.

            Pero no hizo otra cosa que prometer que actuaría. Le bastó.

            ¿Es entonces el Presidente del BCE un mago, un demiurgo con virtudes para convertir con sus solas palabras una ruina en un proyecto aún viable, a pesar de todas las dificultades?

            Naturalmente que sí.

            Al euro no lo salvó de la muerte que los glosadores de las tablas del mercado aún creen adivinar en sus vísceras ni el control del déficit público que se retrasa “sine die, ni el crecimiento económico que no está aunque se le espera. No. Lo salvó el Presidente del BCE con la mera amenaza de ejercer su Poder.

            Ningún fundamento económico de los que pregonaban la cercanía de la  bancarrota de la moneda única antes del discurso del banquero central cambió después de su comparecencia.
            Y sin embargo la zona euro sigue en vigor despejada de ecos apocalípticos porque el sistema económico dejó de funcionar hace mucho tiempo según las teorías científicas que explican la lógica del mercado.

            ¿Contradicción entre el sistema económico del s. XXI y el mercado?

            No. Mera jerarquía entre órdenes y subórdenes.

            El mercado es una institución delicada que asigna de manera eficiente recursos por medio de libertad, competencia y quiebras… cuando le dejan.

            El sistema económico es un orden que produce y distribuye bienes y servicios que el mercado puede asignar, o no.

            Y el orden que determina la producción y decide, entre otras cosas, cómo y cuánto asigna el mercado, es siempre un orden político (regulador del eterno vínculo entre el mando y la obediencia) cuyo objetivo primero no es la óptima explotación de los recursos ni el destino más eficiente de los bienes sino la reproducción de ese orden político. 

            Los economistas liberales apolíticos o antipolíticos creen que es el mercado la esencia del sistema económico.
            Por eso opinan que si las reglas del mercado no son respetadas el sistema económico vigente caerá de forma irremediable.
            Sin embargo, si al mercado se le ignora el que desaparece es el mercado, una determinada forma de asignar recursos; no el sistema económico, un orden que integra al mercado pero que es independiente de él.
         De ahí su error al pronosticar: confiados en las previsiones que se deducen de sus hipótesis sobre cómo debe funcionar el mercado auguraron la hecatombe, sin ni siquiera imaginar los efectos que unas pocas palabras del Presidente del Banco Central Europeo provocarían en un sistema económico que ya no puede ser caracterizado como capitalista.    

            He querido probar aprovechando lo ocurrido con las palabras del señor Draghi en Julio del año pasado que nuestro sistema económico (y todos los demás) contiene un orden, y que ese orden siempre será político en tanto orden, aunque el sistema alguna vez pudo ser calificado como "capitalista" en función de la importancia decisiva del capital.
            Hoy ni siquiera nominalmente debería emplearse el término.
            La economía hoy no es capitalista, es economía política, polítizada (EP), “politicalismo”.
           

twitter: @elunicparaiso


            Comentario de última hora: En sentido contrario a lo ocurrido con las palabras del señor Draghi, que un político mediocre como Berlusconi sea capaz de poner de rodillas a los centros financieros de todo el mundo, cuando es más que probable que ni siquiera pueda gobernar aunque sea en coalición, me excusa de más explicaciones sobre la impotencia de una institución de por sí frágil como el mercado.
            

domingo, 17 de febrero de 2013

Diego Torres o el "retonto útil"


         
      La declaración judicial del 16 de febrero de 2013 del poco excelente señor Diego Torres, testaferro del Excelentísimo Señor Dº Iñaki Urdangarín Liebaert, Duque consorte de Palma de Mallorca, ante el Juzgado de Instrucción nº 3 de la misma ciudad, retransmitida en tiempo real por los medios de comunicación de todo el país (inconfundible denominación de origen "Marca España"), ha supuesto un antes y un después en el escasamente honorable empleo de testaferro. 

       Semejante tarea, según la cual una persona suplanta o encubre a otra a la que presta su identidad, literalmente “cabeza de hierro” en italiano, y “títere” o “tonto útil” en román paladino, no deja de ser una mala forma de ganarse la vida, casi tan mala como la de Duque consorte de Palma de Mallorca.
            Lo que no había sido hasta la aparición del señor Torres es una pésima forma de malgastarla, de perderla.

  En Marzo de 2012 publiqué un artículo aquí mismo http://elunicoparaisoeselfiscal.blogspot.com.es/2012/03/urdangarin-contra-su-cunado.html donde teorizaba sobre el affaire Urdangarín y lo califiqué como un ajuste de cuentas del heredero al trono a su cuñado a raíz de la reciente fortuna del ennoblecido balonmanista gracias a sus mañas de birlibirloque. 
            Pero hete aquí que en el rifirrafe entra en escena el testaferro (“¡pero dónde vas, que te vas a matar!” le habrían advertido en su pueblo si lo frecuentara, pero claro, el señor Torres no veranea en ningún burgo, pues como buen advenedizo, él, en todo caso, practicaría “turismo rural”).

            Sea como fuere, el “tonto útil”, en una prueba más de que lo que nos falta son buenos profesionales  sea cual fuere la tarea, quiso dejar de serlo para convertirse en “el listo”, sin más, cuando precisamente lo que sobra en “Marca España” son listos.
            Para ello no se le ocurrió otra cosa que romper el contrato por el cual recibía indecentes beneficios a cambio de poner la cara por el ex Excelentísimo hasta que se la partieran si fuera menester.

            Tuvo que haberse fijado en un Grande de España, el difunto Dº Manuel Prado y Colón de Carvajal, condenado a dos años de prisión en el caso “Wardbase” por dicen que haberse apoderado de forma ilícita de dos mil millones de las antiguas pesetas (unos doce millones de euros).
            Dº Manuel asumió sus culpas y las de algún otro, recibiendo a cambio la garantía Real de que el buen nombre de su familia quedaría salvado. Y así fue, como atestigua su hijo, el grandísimo Borja Prado Eulate que ejerce de Presidente de Endesa y es miembro de la Trilateral. 

            Pero no, nuestro Torres tenía que ser “el listo” y qué otra manera de probarlo que chantajear a la Corona como medio de obtener la absolución de su más que probable, pero con total seguridad ridícula, condena.
            “Sí que soy listo” tuvo que pensar el “tonto útil”. 
            Pensó que si forzaba la imputación de la Infanta su estrategia tendría éxito.

            Ni por un momento cayó en la cuenta que para las Casas Reales lo importante es la Casa no los muebles, por muy Infantas que sean.
            Si París bien vale una misa, ¿no cree el señor Torres que un país entero, aunque se llame “Marca España”, bien vale una Infanta?
           
            Además, Dª Cristina tiene una defensa inexpugnable para salir airosa del lance.
        Es normal que el señor Torres no haya parado mientes en su coartada, pues ni los prestigiosos abogados de la Duquesa lo han hecho.
          Yo se la brindo aquí gratis total, no por salvar la virtud de la dama sino para ridiculizar a nuestro sistema político entero que carece de vergüenza.
           
            Andan los opinantes de un lado y de otro quejumbrosos porque aseguran que si un particular se viera envuelto en un caso parecido al de la Infanta ya estaría imputado.
          Es evidente que tienen razón salvo en un supuesto: si el protagonista se llama Felipe González Márquez y se reclama "de izquierdas".

           El antiguo Presidente del Gobierno no tuvo un testaferro sino un Ministro de Interior por él designado (de su Secretario de Estado Rafael Vera mejor nos olvidamos) que fue condenado por delitos económicos, pero también por secuestro de particulares ajenos a cualquier ilegalidad (Segundo Marey).

            El Ministro al que me refiero, el señor Barrionuevo, fue condenado en Julio de 1998 por la Sala Segunda del Tribunal Supremo a diez años de prisión y doce de inhabilitación absoluta por los delitos de secuestro y malversación de caudales públicos.

            Recurrió al Tribunal Constitucional y éste le concedió la suspensión provisional de la condena hasta que el mismo Tribunal ratificó la sentencia en 2001.

            No obstante, en Diciembre de 1998 recibió un indulto parcial del Gabinete Aznar por el que le redujeron a un tercio la pena, al tiempo que le concedían el tercer grado penitenciario en régimen abierto gracias al cual sólo pernoctaría en prisión desde la ratificación de la condena por el Constitucional en 2001 hasta su libertad definitiva en 2004.
           
            En realidad sólo estuvo en prisión diez meses (siete de los cuales en preventiva) por detención ilegal y robo masivo.
             El que lo nombró y coordinó como Presidente del Gobierno (artículo 98.2 de la Constitución) actuó en el proceso judicial como mero testigo.

          Si el señor Felipe González no fue imputado en el caso en el que su Ministro de Interior fue condenado por secuestro y malversación, y luego indultado; ¿por qué sí tendría que serlo la Infanta por delitos menos graves?.
             Si al que presidiera el Consejo de Ministros no se le podía "estigmatizar" de conformidad con la jurisprudencia del Tribunal Supremo, aunque dirigiese una banda de forajidos de leyenda, ¿por qué sí a la hija del Rey de España?.
             ¿Acaso no son el Presidente del Gobierno y la Infanta de España iguales ante la ley, iguales ante la misma jurisprudencia?.
              
            Ya ve Dº Diego, su chantajito de parque infantil le va a asegurar una condena larga, profunda, sin indulto. A usted y al Duque.        
            Por lo que respecta al sujeto pasivo del chantaje, la Casa Real con la Infanta incluida, no sufrirá ni la más mínima afrenta judicial como le acabo de demostrar. Incluso saldrá reforzada, pues con su locuacidad forzará la abdicación, que buena falta le hace.
          Lo tenía todo para hacer fortuna y quién sabe si con el tiempo lograría que sus hijos alcanzasen la fama de ser Grandes de España o Ceos de alguna empresa de energías renovables. Todo lo ha dilapidado por evitar una minúscula condena, por ser un mal profesional, por querer ser otro "listo".

            Un mérito hay que reconocerle, aunque sea involuntario: la contribución a la picaresca hispánica con su invento de la personalísima figura del “retonto útil”. Como se puede imaginar no le puedo dar la enhorabuena. 


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viernes, 1 de febrero de 2013

El Estado nos roba para evitar que otros lo hagan. La oligarquía es eterna II.



            En las fechas en que todo el mundo se escandaliza de que los dirigentes del Partido Popular hayan podido estar años y años cobrando cantidades en “b” gestionadas por su tesorero, y cuando la familia Puyol es acusada de utilizar la Generalitat para crear una inmensa fortuna opaca al fisco, afirmo que la corrupción personal de los oligarcas, con ser grave, no es el principal efecto económico de este régimen de poder ni la causa de la actual crisis.

            Ceguera y voluntarismo son dos términos que nos pueden ayudar a entender el porqué. 

        La palabra “ciego” se aplica al mercado de forma peyorativa porque no discrimina, esto es, el empresario vende sus productos al mismo precio al magnate que a sus criados. 

            La oligarquía es todo lo contrario: redistribuye en función de objetivos ideológicamente prefijados porque los políticos creen saber a quién es necesario beneficiar y a quién no.
           Esa supuesta clarividencia sobre lo que debe corresponder a cada uno no es un tema secundario, sino el factor que explica por qué la clase dirigente del Estado abandonó la política (actividad reguladora de las relaciones amigo-enemigo y mando-obediencia), para convertirse en padre, madre y patrón, sobre todo patrón.

       Con independencia de que los científicos sociales hayan estudiado las circunstancias históricas en que se produjo ese cambio, les propongo mi hipótesis.
         
         Todo hubo de empezar con un pregón voluntarista muy similar a “si ya sabemos lo que hay que hacer, no podemos dejar de hacerlo”. Y lo que realmente comenzó fue el fin del sistema de producción eficiente, aunque ciego; basado en la competencia y los precios libres, que pasó a ser sustituido por otro destinado a realizar la voluntad filantrópica de la oligarquía a toda costa.

       Al sistema de información universal y gratuito que los precios libremente formados le proporcionan a cualquier agente económico respecto a lo que debe hacer o producir, le suceden los Presupuestos Generales del Estado inspirados en el talento, la perspicacia, el discernimiento de un ser ex-vivo como Zapatero o de un Primer Ministro tan "sobre"-saliente como Rajoy.
           
            Desde ese momento la creación de riqueza para el bienestar social pasa a ser competencia directa del Gobierno, de tal forma que cuando éste declara que su objetivo es conseguir el pleno empleo no estamos ante una mera formulación retórica sino ante su principal reto político, cueste lo que cueste. ¡Qué contradicción cuando de economía se trata! 

          El Estado es el motor y el garante de la prosperidad general, cifrándose la misma en la universalización de rentas cada vez más igualitarias "a fin de equiparar el nivel de vida de todos los españoles" (artículo 130.1 de la Constitución española). 

           Los efectos de la pretendida omnisciencia de la clase política son "infiernos fiscales" so protexto de quitar al rico para dar al pobre; precios intervenidos, subvenciones y "discriminaciones positivas"; oligopolios, cuando no monopolios, sobre sectores estratégicos y elefantiásico incremento de la función pública.
      Todo ello sostenido por una creciente inflación hoy denominada “burbuja”, pues las "burbujas" constituyen la política económica del Estado oligárquico, del Estado caníbal, en tanto responsable de la supuesta solvencia del régimen.

        Aun así, los ciudadanos de buena fe que aplauden a su Gobierno socialdemócrata, ora de derechas ora de izquierdas, mientras “no robe y cree empleo” (programa económico de “máximos” que dirían los gurús electorales; de máximos trileros, diremos nosotros), no caen en la cuenta que incluso si los políticos no robasen, su bolsillo seguiría estando cada vez más escuálido, o lo que es igual, cuando creen que no les sisan, lo hacen al cubo, progresando adecuadamente año tras año gracias a la imparable confiscación de los ingresos, la limitación de la oferta y los precios políticos.

            ¿Es entonces la corrupción personal de la oligarquía política un problema económico?

         Creo haber demostrado que no, o al menos no tanto como los problemas generados por la destrucción de la competencia, el fin de los precios libres y la requisa de patrimonios con la excusa de ¡asegurar nuestras rentas!

            El mensaje levemente subliminal de la oligarquía política es el siguiente: el Estado les roba con la única finalidad de evitar que otros lo hagan.

            ¿Ante una justificación de semejante cinismo les sigue indignando, queridos lectores, la corrupción personal de la clase política? ¿Cabe esperar otra cosa?

          Si de economía hablamos, el amante de lo ajeno siempre fue un ser neutral, pues ni impide la competencia, ni interfiere en la libre formación de los precios, ni se incauta con progresividad de la riqueza de todos y cada uno de los ciudadanos para distribuirlo como sólo el diablo sabe.
         Al fin y a la postre el caco de toda la vida es un tema de mera gestión securitaria cuando no obstaculiza la libérrima concurrencia de todos los agentes en el mercado al efecto de poder conocer qué debe ofertarse y qué no.

        Lo insoportable no radica en el ladrón clandestino ni en la corrupción personal de los dirigentes del Estado, mero epifenómeno, sino en que éstos sugieran que el despojo generalizado en que consiste la realización de su voluntad tiene como único objeto protegernos, cuidarnos, salvarnos de los malos. Que para que no nos robe el pérfido mercado con sus infinitos bandidos, la oligarquía lo destruye a cambio de que sea ella quien nos expolie con formas democráticas, es decir, consentidas por lo que sea eso de la "voluntad general".

        El asunto así planteado busca convertir el saqueo público en una noble industria eternamente legitimada, tan eterna como la oligarquía que lo engendró.
  

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