sábado, 14 de enero de 2012

El Gobierno rehén del Estado.



   
   La distinción entre Gobierno y Estado, tan cara al emperador de la Historia de las Ideas, Dº Dalmacio Negro (ver "Gobierno y Estado", Marcial Pons), resulta esencial para responder a la pregunta que todo el mundo se hace hoy: ¿puede el Gobierno español detener la crisis económica del Estado?.

   Me atrevo sin más preámbulos a contestar que no.

   Varios son los motivos, pero quiero centrarme en la impotencia del Gobierno frente al Estado. 

   "-¿Qué es la Presidencia del Gobierno?-", se preguntaba Enrique Fuentes Quintana al poco tiempo de abandonar el Gobierno que condujo a los Pactos de la Moncloa de 1977. 
   "El Presidente, un diplomático, una persona muy eficaz a nivel de relaciones públicas, y Natalia, una secretaria muy simpática". (Eduardo Punset, "La España impertinente", Círculo de Lectores).
   Pues bien, treinta y cinco años después (y trescientos cincuenta también), el Gobierno viene a ser lo mismo, un pequeño sanedrín que asesora a UN Presidente para que DECIDA sobre lo común al amparo de la virtud de la prudencia, es decir, sabiendo lo que está bien y lo que no.

  ¿Y el Estado?. El esfuerzo de abstracción necesario para describirlo es prueba de su dimensión prácticamente inabarcable. 
    Por eso el Estado se define mejor a la contra: el Estado es todo lo que no es Gobierno.
  La burocracia, los Ministerios, pero también las cajas de ahorro, las empresas públicas, incluidas televisiones y toda la parafernalia de "atracciones y alterne" etiquetada bajo el cartel de "Kultura".  
   Cómo olvidar a los Ministerios chicos, también denominados Comunidades Autónomas o Ayuntamiento de Madrid. No deberíamos pasar por alto a aquellos que dependen de su presupuesto, ya sean trabajadores con subsidios de paro, organizaciones de gays y lesbianas o los hipopótamos de Guinea-Bissau que son "neutralizados" para que no causen conflictos gracias a las subvenciones de una ex-ministra de Asuntos Exteriores.

   Tenemos por un lado a "casi" todo (el Estado) frente a una pequeña parte (el Gobierno).
   Sin embargo, el gran mecano necesita a ese pequeño órgano porque es el cerebro que le hace funcionar. ¿O ya no?.
   La confianza popular en los Gobiernos, y sobre todo en sus cambios, se basa en la creencia de que la inteligencia política del Estado reside en el Gobierno. De ahí que cambiando el Gobierno -se piense- pueda cambiar el comportamiento del Estado.
   La creencia es cierta, pues el Estado fue una creación del Gobierno para asegurar que se cumpliese su voluntad. Por tanto, si cambia el Gobierno y con él las decisiones, es lógico pensar que el Estado, su brazo ejecutor, se someta a la nueva situación.  
   
   Pero quizás esta idea ya esté anticuada. El Estado, la máquina, ha generado su propia inteligencia, o peor, varias, todas ellas egoístas, incapaces de pensar en el bien común.

    Una de ellas, quizás la más dañina por su dizque "humanitarismo", es la "social-sindical" cuyo producto más acabado es la política social.
    La política social es la moral del Estado, coadministrada por usurpación por el nada casto clero sindical, uno de sus cuerpos de élite. ¿Y cómo se va a oponer el Gobierno a esta inteligencia si dice actuar en nombre de la moral estatal por medio de la política social?. ¿Cómo se va oponer el Estado a lo que dicen es el despliegue de sus "valores morales", aunque estos sean mera ideología socialista?.

  Otra inteligencia antinatural es la "cultura de la subvención", o lo que la "virtud estatal" concede al vicio privado, pues si la política social es lo Moral, la cultura de la subvención es lo Inmoral por la injusticia intrínseca de dar a unos sí y a otros no, acreditando de nuevo que en el Estado cabe todo, lo bueno y lo malo. 
   Y con el vicio ya sabemos lo que ocurre, que "desde que amanece apetece", parafraseando ese gran film del nunca bien ponderado productor señor Cerezo; o lo que es igual, "yo por mi subvención, ma-to". 

   Podríamos seguir enumerando otras inteligencias que pugnan con el Gobierno para dirigir al Estado, pero por hoy basta.

   Lo cierto es que ante esas inteligencias artificiales ("Inteligencias Blade Runner"), voraces, corruptas ("Inteligencias Torrente"), inteligencias estatales al fin y a la postre; el Gobierno, única inteligencia apta para pensar políticamente en interés del bien común, se siente inseguro, confundido, sin fuerzas para reaccionar porque cree que la legitimidad ha pasado a manos de las otras inteligencias que se la disputan.
   Así, abandona su histórica función directora y concentra sus esfuerzos en asegurar el sustento del Estado caníbal como forma de hacerse perdonar su existencia.

   De ser la inteligencia del Estado a ser su recaudador. Triste destino el del Gobierno.


twitter: @elunicparaiso





3 comentarios:

  1. Otro articulo cargado de verdades ! Me encanta como escribe este Jorge!
    Te seguimos, te queremos!
    Solo anadir que el Gobierno recauda para que podamos seguir con una Europa de mierda que no nos quiere ni se quiere asi misma!
    Nos vamos a tener que marchar y que recaude Urdangarin!

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. La prueba evidente de lo que dice hoy nuestro blogger la tengo en mi propia vivencia. Me fue de España el 23 de Noviembre y he regresado este miércoles. Durante ese tiempo no he escuchado radios, leído periódicos, visto televisión patria. Pues bien, si no fuera porque conocía el resultado de las elecciones de Noviembre, esta semana todo seguía igual, o peor... subidas IRPF, IBI, tasa Tobin, casos de corrupción, más gasto para las Comunidades, más subvenciones, los sindicatos amenzando con conflictos "sociales",....

    ResponderEliminar
  3. Totalmente de acuerdo. Esto es como las empresas extranjeras que tienen sus afiliadas en España. Al final somos como afiliadas de Europa pero una afiliada sin peso que por mucho cambio de gobierno no va a poder arreglar nada en un corto plazo de tiempo. Tenemos que hacer un fuerte lobby en Europa!

    ResponderEliminar